San Pedro en Guanacache: entre la fe, la historia y la resistencia de un pueblo olvidado
El domingo pasado, a pesar del frío y de las grietas en las paredes de su capilla bicentenaria, el pueblo de Guanacache volvió a celebrar a su patrono, San Pedro. Entre comidas típicas, música y devoción, la hermana Jovita —la voz de la historia local— recordó las raíces de una comunidad que se niega a desaparecer
Hay celebraciones que no aparecen en los grandes medios ni ocupan espacios en las agendas oficiales, pero que contienen toda la esencia de un pueblo. En Guanacache, una pequeña comunidad del sur sanjuanino, este domingo se celebró la fiesta de San Pedro. No fue el 29 de junio, como dicta el calendario litúrgico. Una inesperada nevada y la persistente ola polar obligaron a postergar la festividad una semana. Y aunque la asistencia fue menor que otros años, —"vino menos gente porque se cambió la fecha", comentaron los lugareños—, la emoción fue la de siempre.
La capilla donde se celebra la fiesta tiene alrededor de 200 años. Una construcción pequeña, de adobe y madera, con paredes castigadas por el paso del tiempo. Las grietas visibles son testigos del paso de los años, pero también del amor con que la comunidad la ha conservado. Es el corazón espiritual de Guanacache. "Hemos tenido mucha dificultad con la capilla. Dijeron de cerrarla por miedo a que se derrumbe", explicó la hermana Jovita. Ante ese peligro, las misas comenzaron a celebrarse en su casa o en casas vecinas. Pero la fe no se detiene. Es que las gritas en la pared también dan un vestigio del riesgo estructural que corre el pequeño edificio.
Este domingo hubo de todo: danzas típicas, música en vivo, empanadas, pasteles, locro y pan casero. Los festejos incluyeron la misa, a la que asistieron familias del pueblo y algunas que viajaron desde departamentos cercanos. En cada rincón se notaba la devoción por San Pedro, el santo patrono, cuya figura de madera permanece en el altar desde hace dos siglos. Un detalle es que el párroco no pudo asistir a la celebración porque el frío lo engripó y no le permitió estar.
Una historia tallada en madera y memoria
Quien más sabe sobre San Pedro en Guanacache es la hermana Jovita. A sus 77 años, lleva sobre sus hombros la historia de varias generaciones. Es bisnieta de don Marcos Méndez, conocido por todos como "el nono", un patriarca de la zona que donó las tierras donde se erigió la capilla. "Yo soy, a ver, la cuarta generación de ese señor", dice con naturalidad, mientras observa la capilla desde una silla de mimbre.
"La historia es que el nono trajo la imagen de San Pedro de algún lugar, nadie sabe bien de dónde. Lo que sí sabemos es que la imagen es de madera. Creemos que fue tallada por un artesano de la época. Por eso también tiene tanto valor para nosotros", explica. La devoción por San Pedro está tan arraigada en el pueblo, que muchas familias esperan todo el año para bautizar a sus hijos en su día. "Todos somos generalmente bautizados para el Día de San Pedro", cuenta.
Vale marcar que el origen de las fiestas nació en torno a lo que era un oratorio por aquel entonces. El paso de los años y el crecimiento de la fe fue arraigando al pueblo con las creencias católicas.
En tiempos pasados, las fiestas duraban varios días. "Antes el sacerdote venía y se instalaba. Durante esos días se hacían los casamientos, los bautismos, las comuniones. Era toda una movida. Venía gente de lejos", recuerda Jovita, y añade: "Yo venía solita a la capilla de niña. Pasaba por una casa y pedía flores. Me decían ‘¿a dónde vas, niña?’ Y yo respondía: ‘a la capilla’".
La última guardiana del pueblo
La hermana Jovita no solo es una referente espiritual; también es memoria viva. Desde siempre ha estado comprometida con el pueblo. "Cualquier cristiano que lleva la palabra de Dios tiene una responsabilidad muy grande. Ya no es mi palabra ni la tuya. Es la misión de Cristo", dice, con esa mezcla de humildad y convicción que la caracteriza.
En su casa, además de imágenes religiosas, hay fotos antiguas del pueblo, documentos, objetos heredados. Vive rodeada de símbolos y recuerdos. "Muchos se han ido. Han quedado muy pocos. Ya muchos han muerto", lamenta por los vecinos del pueblo que dejaron la vida terrenal. Sin embargo, no pierde la esperanza. Sabe que los hijos del pueblo, los que emigraron por trabajo o estudio, suelen volver para la fiesta de San Pedro. "Se van lejos, pero vuelven. Siempre vuelven".
Un pueblo entre la tradición y la modernidad
Aunque Guanacache parece detenido en el tiempo, la tecnología ha llegado también aquí. "Los chicos ya a esta edad, los niños, ya el celular, lo manejan todo. A pesar de que estamos en una zona alejada, tienen la cultura digital", comenta Jovita con cierta sorpresa. Ella misma admite que estuvo "lejos de esos aparatos", pero que ahora entiende que son necesarios.
Pese a eso, la esencia del pueblo sigue viva. Y cada año, aunque sea por un día, esa esencia se expresa en la fiesta de San Pedro. Con menos asistentes, quizás, pero con la misma intensidad. "Siempre dicen que uno no es profeta en su tierra… pero yo me siento una hija más del pueblo", asegura Jovita, sin buscar protagonismo.
En un rincón olvidado del mapa, entre la aridez del sur sanjuanino y los vientos fríos del invierno, la capilla de San Pedro sigue en pie. A veces se tambalea, como el mismo pueblo. Pero no cae. Porque mientras haya alguien que lleve flores al santo, como lo hacía Jovita de niña, la historia continuará. Y San Pedro, el de madera, seguirá siendo el guardián de Guanacache.