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Fórmula 1

Reutemann, entre las lágrimas y la lapicera del General

El 13 de enero de 1974, en el Grand Prix de Argentina, el santafecino punteaba la competencia pero a pocos metros de la bandera a cuadros tuvo que abandonar. Más allá de la decepción se llevó un preciado trofeo.

El Brabham BT 44 de Reutemann, a 500 metros de la línea de llegada, dijo no va más, se quedó sin combustible.

Aquel 13 de enero de 1974 fue una jornada calurosa en Buenos Aires. Sin embargo los más de 38 grados que marcaba el termómetro no impidió que 80 mil almas (algunos señalan que habían 100 mil) llegaran al autódromo porteño para alentar al crédito local, el santafecino Carlos Alberto Reutemann que iniciaba su tercera temporada en la máxima categoría del automovilismo mundial.

A bordo de un Brabham BT 44, el Lole, que buscaría en suelo argentino su primer triunfo en la Fórmula 1, logró quedar sexto en la clasificación del día sábado, quedando la pole en manos del sueco Ronnie Peterson conduciendo un Lotus.

Cuando la carrera se inició, Reutemann realizó una gran largada y en la tercera vuelta ya se adueño de la punta de la competencia, ante el delirio de la multitud.Peterson quedó segundo, completando los primeros lugares Denny Hulme, Emerson Fittipaldi y Niki Lauda.

80 mil almas estuvieron presentes en el autódromo porteño para alentar al crédito local, el santafecino Carlos Alberto Reutemann.

El presidente Juan Domingo Perón seguía atentamente la competencia por televisión desde la Quinta de Olivos. El General era un amante de los fierros y durante su primer mandato le brindó un fuerte apoyo económico a Juan Manuel Fangio. Además, en 1952, se construyó el Autódromo de Buenos Aires.

A medida que pasaban las vueltas, Reutemann seguía liderando la carrera y le sacaba mayor ventaja a sus perseguidores. La bandera a cuadros cada vez estaba más cerca. Perón, ni lerdo ni perezoso, advirtió que no podía estar ausente en semejante acontecimiento, el pueblo estaba allí y un argentino se subiría a lo más alto del podio.

El Presidente pidió a sus colaboradores que preparan el helicóptero para poder llegar al autódromo antes de que finalizara la competencia. Estos trataron de persuadirlo de no ir teniendo en cuenta sus problemas de su salud, pero no pudieron convencerlo. Vestido con un traje blanco y acompañado de su esposa María Estela Martínez, voló hacia el circuito.

El santafecino ingresó en la última vuelta ante el delirio del público, pero a 500 metros de la línea de llegada su auto dijo no va más, se había quedado sin combustible.  En medio de lágrimas, el Lole caminó hasta los boxes. Le pidieron que subiera hasta el palco de honor porque estaba el Presidente.

El santafecino vuelve con lágrimas en los ojos a boxes.

Cualquier palabra estaba de más cuando Perón y Reutemann se encontraron en el palco. El Presidente al observar la tristeza del piloto, lo abrazó y lo único que le atinó a decir fue: "Mirá, pibe, no tengo otra cosa para entregarte, es la lapicera que tengo". Meses después, el mandatario falleció.

El Lole guardó en un lugar privilegiado aquel regalo del General. Nunca imaginó que 17 años después utilizaría esa lapicera en otro momento tan importante de su carrera, no deportiva, sino política. Fue cuando firmó el acta de asunción como gobernador de Santa Fe en 1991. 

En el palco, el presidente Perón felicitó a Reutemann y le regaló su lapicera.

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