Fundación de San Juan: Una historia arraigada en la vid
El vino siempre estuvo presente en la historia de la provincia. Los datos históricos marcan el potencial que tuvo San Juan y cómo a lo largo de los años, la crisis sectorial ha comprometido a la industria que sin dudas tendrá que adaptarse para sobrevivir en nuevos escenarios marcados por la influencia del mundo
Cada 13 de junio, la provincia de San Juan celebra un nuevo aniversario de su fundación, evocando aquel lejano 1562 cuando Juan Jufré, enviado por el virrey del Perú, estableció el primer asentamiento permanente en el valle del Tulum. Desde entonces, San Juan no solo ha sobrevivido a terremotos, sequías y transformaciones sociales, sino que también ha construido una identidad económica y cultural profundamente ligada a la vitivinicultura.
Hoy, en el día de su fundación, es imposible entender la historia de esta provincia sin hacer un repaso por el rol central que ha tenido el cultivo de la vid y la producción de vinos, una actividad que comenzó en la época colonial y que se convirtió en uno de los pilares del desarrollo económico local.
Los orígenes coloniales de la vid en San Juan
Los primeros indicios de la vitivinicultura en San Juan se remontan a finales del siglo XVI. Las condiciones climáticas del valle —suelo arenoso, sol constante y escasas lluvias— fueron rápidamente identificadas por los colonizadores españoles y los misioneros católicos como ideales para el cultivo de la vid traída desde Europa.
Si bien hay registros de que las primeras plantas de vid llegaron a Santiago del Estero en 1557 y desde allí fueron llevadas hacia el centro y oeste del actual territorio argentino, se estima que entre 1569 y 1589 ya existían plantaciones en San Juan, posiblemente antes que en Mendoza. Estas uvas eran utilizadas tanto para la elaboración de vinos destinados al culto religioso como para el consumo personal.
Durante el siglo XVII, la vitivinicultura se mantuvo como una actividad artesanal y doméstica. La geografía aislada de la provincia y la dificultad para acceder a productos importados obligaron a las pequeñas comunidades a desarrollar una producción propia que no solo abastecía a la región, sino que también se exportaba a lugares como Tucumán, Buenos Aires y Paraguay, principalmente en forma de pasas, mostos y vino transportado en pellejos o tinajas.
Dificultades y consolidación en la época colonial
La aridez del territorio obligó a los habitantes de San Juan a construir diques y canales para regar los viñedos. En el siglo XVIII, aunque la producción seguía siendo limitada, se comenzaron a establecer las bases de una vitivinicultura más organizada. Sin embargo, los productores locales enfrentaban la dura competencia de los vinos europeos, que llegaban a los puertos del Atlántico con precios y calidad superiores.
El siglo XIX: del aislamiento a la integración nacional
Con la organización constitucional del país en 1853 y la posterior pacificación política, la vitivinicultura en San Juan vivió una etapa de transformación. La llegada del ferrocarril en 1885 marcó un antes y un después: por primera vez, los vinos sanjuaninos pudieron ser transportados rápidamente a Buenos Aires y desde allí al resto del país y al exterior.
La inmigración europea fue otro factor clave. Italianos y españoles trajeron consigo nuevas variedades de uva y conocimientos técnicos que revolucionaron la producción. Las leyes de tierras y aguas impulsaron la expansión de los viñedos, y se crearon las primeras escuelas agrícolas y de enología, como la Quinta Normal de Agricultura y la escuela en Rodeo del Medio (Mendoza), cuya influencia también alcanzó a San Juan. El mejor ejemplo es que Domingo Faustino Sarmiento en 1862 fundó la escuela de Enología en San Juan.
Bodegueros y familias que dejaron huella
Varias familias e individuos marcaron la historia de la vitivinicultura sanjuanina. Uno de los pioneros fue José Graffigna, inmigrante italiano que llegó en 1862 y compró viñedos en Concepción. Su hermano Juan se sumó en 1865 y juntos fundaron una de las bodegas más emblemáticas: Bodega Graffigna, pionera en la producción de vino embotellado y en innovaciones tecnológicas como la vinificación por gravedad.
También destacó Rosauro Doncel, empresario local que modernizó la producción y aprovechó la llegada del ferrocarril para ampliar los mercados. Más adelante, en 1943, la familia Castro fundó "Castro Hermanos", una de las firmas vitivinícolas más importantes de la provincia durante el primer peronismo. Plácido Castro fue su principal impulsor.
Otras familias emblemáticas fueron los Del Bono, con gran protagonismo en la expansión y modernización de la vitivinicultura sanjuanina en el siglo XX; los Montilla, que se asociaron con la Bodega Resero; y la familia Pulenta, con raíces en la inmigración italiana, que fundó una bodega en 1914 y que continúa activa a través de Bodegas Bórbore y Augusto Pulenta.
El desafío del siglo XXI: calidad, innovación y crisis
Ya en el nuevo milenio, San Juan logró posicionarse en los mercados internacionales con vinos de alta gama, impulsados por variedades como Malbec, Syrah y Bonarda. El desarrollo de tecnologías aplicadas al cultivo y la vinificación, junto con prácticas sustentables, marcaron una nueva era para el sector.
Sin embargo, en los últimos años la vitivinicultura sanjuanina atraviesa una etapa crítica. La superficie cultivada ha disminuido considerablemente, alcanzando poco más de 39.000 hectáreas, muy por debajo de décadas anteriores. Factores como el cambio climático, la falta de rentabilidad, los costos energéticos y la competencia global han golpeado fuertemente a esta histórica industria.
Legado e identidad
En el día de su fundación, San Juan no solo celebra su historia como provincia, sino también el legado de cientos de familias que, generación tras generación, transformaron al vino en un símbolo cultural, económico y social. La vitivinicultura no es solo una actividad productiva: es parte de la identidad profunda del pueblo sanjuanino.
A pesar de las crisis, la pasión por la vid continúa viva en los pequeños productores, enólogos, ingenieros agrónomos y empresarios que siguen apostando por la tierra y el trabajo. Porque San Juan, desde sus raíces, es también vino, tradición y esperanza.