Las mujeres que sostienen la infancia: 65 años de Casa Cuna San Juan
A 65 años de su fundación, Casa Cuna San Juan sigue siendo un lugar de amor y contención para bebés y niños en situación de vulnerabilidad. Las mujeres que la sostienen cuentan su historia, sus luchas y el profundo lazo que se teje con cada pequeño que pasa por allí.
Cuando uno atraviesa las puertas de Casa Cuna San Juan, no entra simplemente a una institución, entra a un hogar donde se respira amor y compromiso. Este año, esa casita cumple 65 años. En este aniversario, las referentes de la institución no solo repasan el largo camino recorrido, sino que también hacen un llamado a la comunidad: necesitan donaciones para seguir sosteniendo este espacio que brinda abrigo, alimento y amor en los primeros años de vida.
Casa Cuna no depende del Estado. Es una organización sin fines de lucro, con personalidad jurídica propia, nacida en 1959 por iniciativa de Ana Bolino de Estornell. Fue ella quien, junto al Club de Leones, impulsó su creación con una sola meta: proteger a los más pequeños desde el inicio de sus vidas. Y ese sueño sigue vivo.
"Fue una cosa mundial que se hizo para proteger a la niñez desde su nacimiento. Se hizo eco en San Juan esta comisión y Ana Bolino de Estornell se puso a la cabeza de abrir la Casa Cuna", cuenta con orgullo Norma "Maruja" Flores de Montilla, vice segunda presidenta y emblema viviente de la institución, quien lleva 55 años cuidando cada rincón de la casa como si fuera el suyo.
Un trabajo invisible pero vital
Maruja y Laura Chapero, secretaria de Casa Cuna, son solo dos de las tantas mujeres que sostienen la casa día a día. Ellas, junto a un grupo de 20 a 22 personas en la comisión directiva y un voluntariado comprometido, velan por el bienestar de los niños que llegan derivados por el Juzgado de Menores.
"Nuestros niños entran a través del juzgado de menores y salen con la orden del juez del caso. Nuestra tarea es atenderlos, cuidarlos, protegerlos, darles el cariño que ellos necesitan en esa primera infancia", explica Maruja, con una serenidad que transmite experiencia y ternura.
Detrás de esas palabras hay madrugadas sin dormir, pañales, mamaderas, baños, juegos y abrazos. Porque la infancia no espera, y en Casa Cuna lo saben bien. Los pequeños llegan desde que nacen hasta los cinco años. Muchos, con historias difíciles a cuestas.
Su trabajo es solamente dar cuidado y protección durante esa etapa difícil que atraviesa el menor y no tienen injerencia en las salidas ni a manos de quiénes quedan los pequeños, ya que es un asunto meramente judicial.
Y junto a estas dos mujeres también se encuentra la labor silenciosa de Laura Cantos, encargada de Casa Cuna, quien es responsable de coordinar los ingresos y egresos de los niños según las órdenes judiciales. Es ella quien recibe cada nota del juzgado, controla los horarios de las visitas de los padres y garantiza que se cumplan todos los protocolos. Su presencia es constante, silenciosa y rigurosa: sostiene la estructura de la casa, al tiempo que acompaña con afecto cada historia que llega al hogar.
Amor que deja huella
Hay algo que emociona profundamente a las mujeres de Casa Cuna: cuando los chicos que pasaron por allí vuelven.
"Han vuelto adultos con sus hijos. Adultos que se han ido de acá como niños y han vuelto a traernos ropa, a saludarnos, a abrazarnos. Te dicen ‘tía’, ‘abuela’, y vos sabés que estuviste ahí cuando todo empezaba. Eso no se olvida más", cuenta Laura, con los ojos vidriosos.
"Una vez, uno de los chicos me acarició la cara como lo hacía de bebé. Ahí entendés que no estabas haciendo un bien... ellos te lo estaban haciendo a vos", agrega la mujer, totalmente conmovida.
Ambas tienen familia, hijas que también colaboran con la causa. "Mis hijas son parte de Casacuna. Les digo: pasá a buscar leche, llevá esto, doná aquello. Están tan comprometidas como yo", dice Chapero, con un orgullo que traspasa generaciones.
Necesidades urgentes
Pero para sostener esa cadena de cuidado y amor, hace falta algo más que vocación. Hace falta ayuda concreta. Y es ahí donde la comunidad tiene un rol clave.
"Necesitamos leche de nivel inicial y leche número 3. Ahora tenemos cuatro niños que toman esa. También shampoo, crema enjuague, jaboncito, perfumito, todo lo que usamos para su higiene diaria, porque acá se bañan todos los días", detalla Laura, con la claridad de quien no pide por pedir, sino por pura necesidad.
Además, cada donación que no se utiliza dentro de la casa es organizada y redistribuida a través del "Roperito", una subcomisión que extiende la obra hacia la periferia de San Juan.
"Nos han llamado desde Ullum para pedir ropa o leche. Y ahí vamos. A veces se acercan, a veces llevamos nosotros. Tratamos de cubrir todo lo que podemos, especialmente en este contexto de tanta crisis", explica Maruja.
Cómo colaborar
Casa Cuna recibe donaciones físicas (ropa, alimentos, productos de higiene) y también donaciones económicas. Para quienes quieran colaborar:
- Mercado Pago: casacuna.sanjuan
- Cuenta bancaria: Banco Santander Río
- Formulario de socios: en la página oficial de Casa Cuna San Juan
Más que una institución
"Yo creo que un poco Ani me fue moldeando. Me enseñó que hay que preparar personas para que la institución continúe a través de los años", reflexiona Maruja, haciendo referencia a Ana Bolino de Estornell. Esa frase resume quizás el espíritu de esta casa: construir futuro, incluso en medio de la adversidad.
Para Laura, el motor de todo es simple y profundo: el amor. "A mí siempre me han gustado los niños. Yo todo lo que hago es por ellos. Me encantan. Es algo que siempre he disfrutado", confiesa. En cada gesto, en cada tarea cotidiana, se refleja esa vocación que no busca reconocimiento, sino el bienestar de los más pequeños. Porque si algo define a Casa Cuna, es que detrás de sus puertas no hay solo una institución: hay un corazón que late por y para la infancia.