La máquina de hacer vino, un invento sanjuanino
Julio Ernesto Martino, el enólogo sanjuanino, que ideó una máquina para pequeños productores vitivinícolas, ofreciendo una solución innovadora y accesible para el sector.
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Se trata verdaderamente de un invento sanjuanino, cuyo autor es el enólogo Julio Ernesto Martino, al que entrevistamos por ese motivo en el año 2004. Era profesor de "instalaciones Agropecuarias" y jefe de la "Sección Granja" de la Escuela Agrotécnica de Caucete. Sus alumnos eran futuros Técnicos Agronómicos y elaboraban aceitunas verdes y negras en salmuera, dulces de todo tipo, distintas frutas en almíbar y hasta el más sofisticado ketchu.
Aunque no había duda de la vocación docente del Prof. Martino, no hay duda tampoco que esa vocación la completaba con un espíritu de emprendedor nato que por entonces lo tenía ocupado en la fabricación de maquinarias agrícolas para la producción regional acompañado de un colega. La máquina en cuestión, que no tenía nombre todavía, cumplía la función de moledora y descobajadora, de acuerdo a una tecnología que los abuelos de Martino habían traído de España y de Italia cuando vinieron a afincarse en la Argentina.
"Las maquinarias existentes en el mercado -nos contaba- son para la elaboración de muchos millones de kilos de uva y de litros, miles de kilos hora y son máquinas muy caras". En cambio, la máquina que él había diseñado y construido era para hacer vino en pequeña escala, "para un nivel pequeño de producción", nos aclaraba, y se adapta mejor a las necesidades de los pequeños y medianos productores.
En cuanto a las funciones y características particulares de su invento, su creador nos ilustraba respecto a las cantidades que molía: "Con el motor que tiene, que es un motor monofásico y que obedece a la posibilidad de uso de los productores que tienen corriente monofásica y no trifásica en sus casas y en sus fincas, muele 1.600 kilos hora en uvas tintas y 900 a 1.000 kilos hora en uvas blancas". Para el profesor Martino esta máquina venía a llenar un vacío justo en momentos en que el Instituto Nacional de Vitivinicultura había abierto una categoría de productores de vinos denominada "Productores Únicos", que les permitía elaborar hasta 5.000 litros de vino. En efecto, dicha tecnología venía a cubrir las necesidades y posibilidades de pequeños productores y a llenar el vacío tecnológico que aún existe en las regiones vitivinícolas argentinas. "El argentino -reflexionaba Martino- siempre piensa en cantidades, pero no en calidades, y la tecnología que existe en este rubro, es para grandes volúmenes, al contrario de lo que sucede a nivel mundial. En Italia y en España -ejemplificaba- este tipo de tecnología para pequeños y medianos productores es líder en el mercado".
Como sabemos, nuestro país se conformó de otra manera, sobre la base de una visión agroexportadora primaria para el mercado externo, con cultivos extensivos y de grandes volúmenes, y no sobre la base de fundos más pequeños y de pequeños y medianos productores con sus ojos puestos en el mercado interno. Los grandes productores terminaron imponiendo sus reglas a los pequeños y medianos y en definitiva el país fue organizado económicamente según los intereses de una pequeña clase de grandes terratenientes cercanos al puerto y asociados al comercio exterior dominado por los países extranjeros hegemónicos.
"Lamentablemente -se quejaba Martino- llega a San Juan maquinaria para grandes volúmenes, para millones de litros", si bien estaba seguro de que en nuestra provincia había "un gran nicho de mercado desaprovechado para esta tecnología de producciones más pequeñas, sin que ello signifique, ni mucho menos, dejar de lado la calidad de los productos elaborados". Si quisiéramos repoblar el área rural de la extensa y rica geografía sanjuanina -hoy prácticamente abandonada por la gran emigración de los sectores rurales a la ciudad capital- y volver a las fuentes sin dejar de lado nuestras industrias, no se debería descartar esa idea.
Industria sanjuanina
A fines de 2004, la máquina moledora y descobajadora de Martino ya estaba a la venta en San Juan y había seis máquinas trabajando "sin quejas" por parte de sus compradores. En pesos de ese año, la máquina costaba $2.500 + IVA, con un valor equivalente a una máquina del mismo tipo de origen alemán de 3.500 dólares, teniendo el invento de Martino la virtud de ser industria sanjuanina, generadora a la vez de un mayor círculo virtuoso.
La idea del profesor Martino y sus colegas era diseñar, fabricar y comercializar igualmente una máquina para producir aceite de oliva en pequeña escala. Ella podía servir para pequeñas producciones y se podría agrandar para lograr mayores rendimientos. Ya estaban realizando los trámites para su desarrollo tecnológico y posterior producción industrial. Solo faltaba la continuidad del desarrollo industrial general, esa de la que nuestro país ha carecido a lo largo de su historia, tan solo por intereses muy mezquinos.