La escuela de los Huarpes
La escuela de los Huarpes revive las tradiciones del pueblo originario a través de sus conocimientos ancestrales en áreas como la cestería, la alimentación, el arte textil y el rastreo, preservando su legado cultural y científico para las nuevas generaciones.
Todos los pueblos tienen saberes y generan sus artes, ciencias y tecnologías necesarias para el uso y el mejoramiento de la vida diaria. Nuestros antepasados huarpes no fueron una excepción.
La ciencia del rastreador
Los historiadores sanjuaninos Carmen Peñaloza de Varese y Héctor Domingo Arias nos remiten a esa cultura y modo de ser del pueblo huarpe cuando aluden al conocimiento y habilidad del "rastreador", que Sarmiento por su parte, en una hermosa página del "Facundo", identificaba con el gaucho, su cabal heredero histórico. Como sabemos, en el gaucho se mezclan y se funden la sangre y la cultura indígena con la ibérica.
Al revalorar las artes del rastreador, los historiadores mencionados reivindican el texto escrito por Sarmiento: "Retrato impar, inspirado en ese privilegio que tenían los Huarpes de leer en el suelo acertadamente e interpretar los vestigios hallados en las matas de los pastos, en los arenales, en las orillas de las aguadas, ese instinto seguro que guiaba su paso en pos de un rastro. Él, solo él supo de esos signos ininteligibles".
En efecto, atendiendo a esos "saberes" que el gaucho heredó de sus abuelos indígenas, Sarmiento se pregunta: "¿Qué misterio es este del Rastreador? ¿Qué poder microscópico se desenvuelve en el órgano de la vista de estos hombres?". "En llanuras tan dilatadas –se responde asimismo el propio escritor- en donde las sendas y caminos se cruzan en todas direcciones, y los campos en que pacen o transitan las bestias son abiertos, es preciso saber seguir las huellas de un animal y distinguirlas entre mil; conocer si va despacio o ligero, suelto o tirado, cargado o vacío; esta es una ciencia casera y popular". En esta ciencia "vulgar" (común, del vulgo, popular) pero verdadera, los saberes del rastreador "hacen fe en los tribunales inferiores" y "la conciencia del saber que posee le da cierta dignidad reservada y misteriosa".
De alguna manera, el rastreador se emparienta con las virtudes y habilidades del investigador y del intelectual de arraigo, al que Arturo Jauretche, uno de nuestros grandes pensadores nacionales convocaba a "recostarse con el oído pegado a la tierra en que nacimos y oír el pulso de la historia como un galope a la distancia". Aborigen, gaucho, intelectual de arraigo o auténtico investigador de nuestra realidad, "ve el rastro, y lo sigue sin mirar sino de tarde en tarde el suelo, como si sus ojos vieran de relieve esta pisada que para otro es imperceptible".
Pero esta no era la única ciencia dominada por los Huarpes.
Ciencia y tecnología de la cestería
Si entendemos con los cordobeses Aquiles Gay y Miguel Ángel Figueras que la tecnología es "la suma de conocimientos con el fin de solucionar problemas concretos que nos plantea la vida social y productiva", entonces nosotros podemos afirmar que una disciplina en la que los Huarpes se habían especializado y se destacaron, creando a partir de ella una tecnología sin par, fue la cestería.
En efecto, basados en ese "conocimiento común" (de varias generaciones, seguramente) y esa "ciencia casera y popular" que dominaban, integrando técnicas y valores culturales propios de su desarrollo, nuestro abuelo y abuela huarpe "tejía con mano hábil el junco de los bañados, trabajándolo con tal fineza –asegura Juan Pablo Echagüe en "Tierra de Huarpes"-, que fabricaba con él no solo balsas (para la pesca y transporte), cestas y esteras sino vasos y tinajas (recipientes de todo tipo) que no dejaban escapar una sola gota de agua entre sus fibras". "Y como no se quiebran, aunque caigan en el suelo –había dicho ya dos siglos antes el historiador jesuita Alonso de Ovalle- duran mucho".
El arte textil y del grabado
Basados en el conocimiento del arte textil que manejaban prolijamente, con prendas bien terminadas, los Huarpes hilaban admirablemente la lana de guanaco y vicuña, la tejían y confeccionaban sus ajuares. "Con telas de consistencia muy resistente –señala el historiador Horacio Videla- confeccionaban mantas y alfombras, teñido previamente el hilo con distintos colores extraídos de los minerales y plantas de la región".
Asimismo, dando cuenta de otros saberes, artes y tecnologías que dominaban, "perforaban y pulían algunas piedras preciosas y hacían amuletos y adornos personales; modelaban y grababan la piedra en monolitos y petroglifos que jalonaron la ruta del Inca, como la denominada Piedra Vigornia, frente al Leoncito". A su vez, "decoraron con inscripciones los enterratorios o huacas…", prosigue Videla, y "algunos distantes parajes cordilleranos fueron signados con los enigmáticos petroglifos huarpes…".
Las ciencias y tecnologías de la alimentación
A diferencia de otros indígenas que se asentaron en el actual territorio argentino, incluso mucho después que los Huarpes, nuestros aborígenes eran agricultores en Calingasta y Valle del Tulum, cazadores en Angaco y Pie de Palo, y pescadores en la región de las lagunas de Huanacache.
No podemos soslayar en lo que atañe a estas ciencias y tecnologías de la alimentación, que los Huarpes, como dice el profesor Daniel Chango Illanes en su Historia de San Juan, "aprovechaban recursos económicos provistos por la naturaleza: animales salvajes (guanaco y vicuña), flora autóctona arbustiva, y frutos alimentarios con muy buena potencialidad energética (algarrobo y chañar). También aprovechaban recursos que eran producto del desarrollo del riego artificial -con previsión se asentaron al lado de ríos y lagunas en un ambiente desértico- y poseían animales domésticos".
En cuanto al arte y las ciencias culinarias propiamente dichas, aprovechaban el choclo del "maizal huarpe" para comerlo asado y cocido, o bien, después de asarlo y cocerlo lo secaban al sol –tecnología de secado y conservación que todavía hoy utilizan muchas empresas modernas dedicadas al rubro-, para obtener la chuchuca o chuchoca (mazorca de maíz tierno) que consumían mojada y molida. Al maíz maduro quebrajado lo utilizaban para comidas y bebidas, pues con maíz preparaban la chicha, que fermentaban rápidamente.
Gozaba también de su preferencia la algarroba, que recolectaban y conservaban en una especie de silos llamados "pirguas" (construcciones de paredes de caña o adobes y techo de paja o palma). La majaban, y con su harina preparaban el patay y el shumingo, la añapa (bebida refrescante) y la aloja que consumían fermentada.
Los Huarpes completaban su alimentación con otros productos agrestes de recolección, como la quinoa o harina peruana, raíces y semillas, así como carne de quirquincho, guanaco, venado y animales de caza, aparte del producto de la pesca, conservando la carne charqueada largo tiempo, según hemos podido rastrear en las "Historia de San Juan" que hemos podido consultar.