Margarita Mugnos de Escudero: primera novelista sanjuanina
Nacida en Argelia en 1895, se convirtió en una figura clave de la educación y la literatura en San Juan, dejando un legado imborrable a través de su obra y su influencia en generaciones futuras.
Margarita Mugnos es otra sanjuanina que no nació en San Juan ni en la Argentina. Nació en Argelia en 1895, en una familia de origen español caracterizada por el amor a los libros.
Con cinco años, Margarita llegó al Puerto de Buenos Aires en 1900. El viaje en tren a San Juan quedaría unido en su memoria al recuerdo de la vajilla del casamiento de sus padres hecha pedazos al bajar del barco, desparramados al lado de los cajones de libros intactos y ordenados que ella frecuentaría cuando aprendiere a leer de corrido.
La atracción por los libros la heredó Margarita de sus padres, Francisco Mugnos y Matilde Gálvez. Fue su padre quien le enseñó a leer y escribir en sus tiempos libres y a quien ella acompañaba cuando él pasaba largas horas dedicadas a la lectura. Ese sentimiento lo trasladaría Margarita a sus hijos, uno de los cuales sería el reconocido y consagrado poeta Jorge Leonidas Escudero, el "Chiquito" Escudero, tercera generación de escritores de la familia.
El padre de Margarita había adquirido la afición a los libros en Argelia, en la casa de un francés donde había aprendido por esos tiempos y por esos lugares sujetos a la autoridad colonial, la "peligrosa" habilidad de leer y escribir.
Una vez en su casa, el hijo de Esteban Muñoz (apellido original de la familia antes de que el Registro Civil francés lo transformara en Mugnos), debía esconder tales habilidades para no ser azotado por su progenitor, pues, para el abuelo de Margarita, los libros eran un instrumento de desquicio y perturbación y sobre todo de alejamiento de las tareas de la tierra, que eran por entonces las que le daban de comer a la familia. Por su parte, Matilde Gálvez –su madre- nunca aprendió a leer y escribir, aunque la familia la recordaba como una excelente relatora.
Margarita descollaría con el tiempo en ese oficio de narradora aprendido de su madre.
Educadora, historiadora y novelista
Ya recibida de docente en 1914, en marzo 1915, Margarita Mugnos se casó con José Leónidas Escudero, telegrafista del ferrocarril y luego secretario del Correo Argentino. Con José Escudero (cuyos ancestros eran oriundos de Burgos, España) tuvo cuatro hijos: Lidia Matilde (Lili), María Margarita (Chiquita), Nelly Mercedes (Morocha) y Jorge Leónidas (Chiquito), el poeta.
Margarita se destacó como profesora en distintos establecimientos educativos y como vicedirectora en la Escuela Normal Regional San Martín. Actuó en la Federación de Maestros y Profesores Católicos. En 1920, el educador y escritor uruguayo José Chirapozu, luego de fundar la Asociación de Maestros Sarmiento, la convocó para que formara parte de esa institución. Así también aportó sus conocimientos y dedicación a la Biblioteca del Magisterio, el Museo Escolar y la Biblioteca Franklin. En su labor como historiadora, integró la Academia Provincial de la Historia y colaboró con Ricardo Levene en su obra Historia Argentina.
Como extensión de su labor cultural y educativa, dictó conferencias relacionadas generalmente con la vida histórica sanjuanina, nuestra cultura y nuestras tradiciones. Como autora de libros de historia y narrativa recibió distinciones y honores por sus obras: "Entre Pedregales" (1922), "La Mujer Sanjuanina" (1930), "Contribución a la Historia de la Cultura. San Juan 1810-1862" (1947) y "Confraternidad" (relatos, 1982), como así también por el Himno a Juan Jufré, entre otras creaciones.
No obstante, fue su novela "La Maestrita de los Yarcos", donde pinta la educación y la sociedad de los años ’20 y ’30 -publicada en 1957– la que la introdujo definitivamente en la historia de la literatura provincial, pues esa obra se constituirá en la primera novela local, novela de juventud que la autora publicó después de dos décadas de haberla escrito.
"La Maestrita de los Yarcos"
La obra se inserta en el contexto histórico de la década del "30 en San Juan, momento histórico en el que coincidían la construcción del ferrocarril de San Juan a Jáchal con el gobierno de los Cantoni (1923-1934) y con las leyes sociales que amparaban los derechos de los peones de campo y trabajadores urbanos, y le imponían obligaciones a los patrones, pues, hasta entonces, en el decir del propio Federico Cantoni, en San Juan solo pagaban impuestos "los pobres, los gringos y los zonzos". Esa era la raíz del choque de intereses y pasiones en medio de los cuales se interponían los jóvenes y candorosos ideales de la maestrita rural recién recibida, que llegaba a "un confín del departamento de Jáchal". Conocedora solo de la parte sur de la provincia, la maestrita se extrañará "de hallar en el norte tanto abandono y pobreza".
En medio de la decadencia de un pueblo del interior provinciano otrora grande, "cuando producía cereales en abundancia, cuando sus extensos potreros alfalfados alimentaban millares de animales, pues era sitio de invernada del ganado para exportar a Chile" y "ya ni el viejo molino servía", se desarrolla la historia personal de la "Maestrita", que enfrenta su primera experiencia docente entre los "yarcos", los hijos de los peones de campo.
Uno de los escenarios principales de la novela es la estancia de los Anglada -ya muy venida a menos-, cuyo último dueño, "más atento a la política y a la comodidad que a la explotación de sus tierras, descuidó, en la molicie ciudadana, los campos y la hacienda". Por su parte, "los peones aborígenes, renunciando a sus jornales de hambre, emigraron en buen número y solo quedaron los más apegados al terruño, aquellos para quienes respirar el aire del suelo nativo, vivir entre gente conocida y añejas costumbres valía más que el dinero y la hartura". En ese contexto, la Maestrita –"medio… socialista"- se va metiendo de lleno en la sociedad rural de Jáchal, con la cual confronta sus prejuicios ciudadanos, tironeada de un lado por su novio terrateniente y del otro por los que defienden las nuevas condiciones políticas, jurídicas y sociales de los trabajadores rurales.
Lo único que no ha cambiado en aquella Jáchal de la década del "30 son los inviernos fríos, las heladas y los campos rodeados de escarcha… Y ese viento que sopla en agosto… cuando las plantas engañadas por el calor hinchan sus yemas y aventuran algún incauto brote.
En definitiva, es el marco social en el que se desatan las pasiones individuales de los personajes de la novela el que le da a la obra su trascendencia en el tiempo, que pone al lector frente a un debate de ideas y de mentalidades que, aunque parezca mentira, de muchas maneras, todavía sigue vigente y pendiente de resolución en nuestros días.