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104 aniversario del natalicio de Bravo

El pedido de Stalin a Bravo para que Boca juegue en Moscú

Días antes de morir, el dictador soviético recibió al político sanjuanino, en ese entonces embajador de Argentina en la URSS. En el encuentro que se realizó el 7 de febrero de 1953, le pidió a Don Leopoldo que realizara gestiones para llevar al Xeneize a la capital rusa.

Bravo y Stalin se reunieron del 7 de febrero de 1953.

Iósif Stalin fue el dueño de la vida de los rusos durante más de 30 años. Manejó con mano dura la desaparecida Unión de la Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) desde que asumió el poder en 1922, al suceder a Vladimir Lenin, hasta marzo de 1953 cuando murió a causa de un derrame cerebral.

Durante esas tres décadas que estuvo al frente de uno de los países más poderosos del mundo, mandó a Siberia o fusiló a todo el Comité Central del Partido Comunista, exterminó a millones de personas y logró que los nazis desistieran de invadir la URSS, logrando que  las tropas soviéticas, bajo su conducción, llegaran a Berlín, golpeando las puertas del bunker del propio Hitler, quien horas después de la invasión del Ejército Rojo se suicidó.


Días antes de morir, tío Koba, como le gustaba que lo llamaran a Stalin, recibió al sanjuanino Leopoldo Bravo, embajador argentino ante la URSS, encuentro que duró 45 minutos y se desarrolló en el Kremlin el 7 de febrero de 1953.  


La reunión tuvo una gran repercusión en todas las cancillerías y en los medios de prensa más importantes del mundo, porque desde el inicio de la Guerra Fría el líder soviético había dejado de recibir a embajadores extranjeros.


El encuentro entre Bravo y Stalin comenzó a gestarse a principios del frío invierno ruso de 1953, cuando el presidente Juan Domingo Perón nombró  embajador ante ese país al joven abogado sanjuanino, de 33 años, en reemplazo de Federico Cantoni.

 Bravo llegó Rusia en 1946, como agregado comercial de la Embajada. Durante todos esos años, antes de asumir la conducción del cuerpo diplomático, cultivó amistades con importantes figuras del gobierno y aprendió el idioma, porotos que inclinaron la balanza a su favor cuando el mandatario argentino tuvo que tomar una definición sobre la vacante a cubrir en Moscú.


Al momento de ofrecerle la embajada, Perón le preguntó a Bravo si era cierto que se manejaba bien con el idioma. Ante la respuesta afirmativa del diplomático, el General le dijo: "Yo lo pongo en una vidriera, ahora depende de usted que se luzca".


El 16 de Enero de 1953,  Bravo presentó cartas credenciales ante el gobierno soviético y pidió la audiencia con su líder, audiencia a la que aspiraban todos los embajadores en ese país, pero con resultados negativos. La sorpresa fue grande cuando días después,  el 2 de Febrero, recibió la comunicación que sería recibido por el jerarca soviético.

Bravo reemplazó a Federico Cantoni en la embajada Argentina en Rusia.

La entrevista entre Bravo y Stalin


El 7 de Febrero, quince minutos antes de las 18 horas, el Mercedes Benz con la banderita argentina, conducido por Anatole y con el flamante embajador argentino sentado en su asiento trasero llegó a la puerta Borovitskaya del Kremlin. 


En ese sitio, un vehículo militar se colocó delante del auto de los visitantes, comenzando su marcha hacia el interior, hasta detenerse en la puerta Presidium, lugar en donde Bravo fue recibido por un coronel que lo condujo por largas y amplias galerías al salón en el que lo esperaba Stalin que vestía su tradicional casaca gris. 


En el lugar también se encontraba el canciller Andrés Yanuárevich Vyshinski,  quien anteriormente ocupó el cargo de fiscal general, en los años de la farsa de juicios contra disidentes y traidores al régimen.


Ante la mirada atenta del canciller, que tomaba apuntes de lo más sobresaliente del diálogo, la conversación entre Stalin y Bravo giró principalmente en torno a las relaciones comerciales entre ambos países. 


Mientras dibujaba lobos en una hoja, el líder soviético escuchaba con atención las necesidades argentinas, que buscaba de la URSS principalmente tecnología, más precisamente maquinarias de perforación para YPF. A cambio, el sanjuanino ofrecía en nombre de Argentina: cuero, lana, aceite y una gran cantidad de productos agrícolas.


En el informe que presentó  a la Cancillería argentina encabezada por Jerónimo Remorino, apenas finalizada la entrevista, Bravo  dijo que a Stalin "lo había visto de muy buen semblante" y que en la charla el jerarca también le había preguntado sobre Evita (que había fallecido meses antes), el peronismo y la necesidad de incrementar las relaciones culturales y deportivas entre ambos países. 


En este último punto se habló sobre la posibilidad de que la Selección Argentina de fútbol jugara en tierras soviéticas y que el equipo de la URSS se presentara en Argentina.


Más allá del interés de llevar a Moscú a la selección albiceleste, Stalin se mostró interesado en que el joven embajador realizara las gestiones para que Boca Juniors se presentara  en la capital de su país. 


La popularidad del equipo Xeneize había llegado a oídos del dictador,  que no solo conocía al detalle lo que sucedía en su país, sino también en el resto del mundo. 


Si bien el fútbol no era una de sus debilidades, el líder soviético entendió como Hitler y Mussolini, y también como lo entendieron muchos gobiernos militares durante el Siglo XX, que el deporte y los éxitos que se conquistaban a través de éste podían ser una poderosa propaganda política, ayudando además a tapar las necesidades que pasaban sus pueblos y ocultar las numerosas violaciones a los derechos humanos que cometían sus regímenes. 


En ese entonces, Stalin tal vez pensó que la presencia de Boca en sus tierras, haría olvidar a los rusos, por lo menos por 90 minutos, de las atrocidades que su dictadura venía cometiendo desde su llegada al poder y que continuarían por unos cuantos años más a pesar de su muerte.

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