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La verdadera campaña del desierto

Roca y la conformación del latifundio pampeano

Revisiones documentadas aclaran que la Campaña del Desierto buscó unificar el territorio nacional y consolidar la soberanía, y que la creación de latifundios no fue responsabilidad directa de Roca.

La afirmación de que la Campaña del Desierto conducida por el ministro de Guerra Julio Argentino Roca tuvo como intención y saldo la conformación del latifundio, no alcanza a ser un infundio. Pero afirmar que el provinciano Roca fue quien organizó la "conquista del desierto" nada más ni nada menos que para proporcionarle latifundios a los terratenientes bonaerenses es sencillamente un absurdo o una aberración histórica. 

Posiblemente se ignora que Roca combatió como soldado federal a la oligarquía porteño-bonaerense en Pavón, la derrotó ya como comandante en Santa Rosa (durante el período de sucesión presidencial entre Sarmiento y Avellaneda) y La Verde (después del triunfo electoral de Avellaneda) y le quitó su hegemonía retrógrada en Barracas, Puente Alsina y Plaza Miserere, a través de la definitiva federalización y/o nacionalización de la ciudad excluyente y exclusiva en 1880.

No es en vano recordar que muchas veces en la historia, salvo contadas excepciones, el poder real se queda con la victoria definitiva y sus beneficios, en un principio logrados por otras clases y sectores menos poderosos, pero más aguerridos y numerosos. Eso ha pasado, mal que nos pese, en todas las épocas de nuestra historia. 

"La conformación del latifundio –nos instruye el historiador Ferrero-, no comienza con Julio Argentino Roca, sino mucho antes: la primera tanda de latifundistas se integra con los beneficiarios de la Ley de Enfiteusis de Rivadavia; la segunda con las ventas a precio vil de tierras fiscales por parte de Juan Manuel de Rosas; y recién la tercera con los campos obtenidos en la Conquista del Desierto". 

En este último caso, como lo hemos comentado ya, y según relata el prologuista del libro biográfico del Comandante Prado, digno de figurar entre los primeros de la narrativa argentina de todos los tiempos, "una camarilla rapaz sin sentimiento nacional, se amañó para arrebatar a jefes, oficiales y soldados aquellos trozos de tierra que habían recibido en pago de tanto sacrificio". 

Dueños del poder y del dinero –aún lo siguen siendo- este apoderamiento de las ricas praderas de la pampa húmeda, además de un acto de despojo y vil aprovechamiento de las circunstancias, fue también "una consecuencia obligada del financiamiento previo de la campaña hecho por parte de los terratenientes". 

De esa manera, el poder real dominante le impuso su lógica al "proceso social y político inmediatamente posterior que ellos hegemonizaron", porque si bien fueron despojados del gobierno e incluso de la ciudad exclusiva y excluyente, nunca perdieron el poder real hasta hoy después de 200 años de historia, ni permitieron como consecuencia de dicha hegemonía, desarrollar un país industrial. Y esa también es una verdad incontestable. 

Como advierte Ferrero, en consonancia con los intereses y necesidades del pueblo argentino en el siglo XIX, "Roca y sus amigos en realidad pensaban en grande: unificar el espacio geopolítico nacional, asegurar la posesión de la Patagonia frente a los chilenos y los aventureros como el francés "Oreille Antoine I, Rey de Araucanía y Patagonia", e incorporar a la producción nacional aquellas 15.000 leguas de pampa ubérrima -¡nuestra pampa húmeda!- ante las cuales los indios se comportaban –no es posible ocultarlo como ‘el perro del hortelano’, que ‘no come ni deja comer’". 

Ahora bien, que esa producción no se organizara luego al modo democrático de la pequeña y mediana propiedad (la "vía norteamericana de los farmer"), sino al modo latifundista y extensivo ("la vía prusiana"), "no dependió de Roca, sino de la totalidad del proceso histórico argentino precedente y de las acciones subsiguientes de la clase dominante". 

En todo caso, no era Roca sino Adolfo Alsina, miembro de la clase gobernante bonaerense, quien, como ministro de Guerra de Avellaneda (reemplazado por el general Roca a la muerte de Alsina), "en sus mensajes y en sus cartas a Roca (Jefe del Ejército) invocó varias veces el interés de los ganaderos bonaerenses y la necesidad urgente de ampliar las áreas explotables". 

No debemos olvidar en ningún momento, que en ese interés por la conquista de más tierras fértiles y la finalización de las penurias en la "frontera" y del latrocinio y la tragedia del malón, estaban todos los habitantes de esa larga línea que separaba el desierto de la mitad de las provincias argentinas ya constituidas por entonces: Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y la misma provincia de Buenos Aires. 

Que parte de la generación del 80 (el Patriciado provinciano) derivara más tarde en Oligarquía (después del ’90 y, sobre todo, ya ingresados en el siglo XX), y que los especuladores y grandes comerciantes y terratenientes monopolizaran luego de la campaña del desierto extensiones recuperadas para el trabajo y la producción argentina, "es una sub-etapa diferente del desarrollo argentino, que no puede opacar la gestión de quienes como Roca y sus amigos se esforzaron –aún con errores, y antes que perder la pampa y la Patagonia, y quién sabe qué más- por darnos definitivamente un país unificado", organizado y soberano. 

Estamos definitivamente de acuerdo con Ferrero en que la figura de Roca y sus partidarios no debe juzgarse por los aspectos negativos de la Campaña del Desierto, que los hubo, sino por sus grandes aspectos positivos, aunque desde el punto de vista humano y social, en lo que atañe al indio, pero también al gaucho, el peón de campo y luego el trabajador común, salvo en los períodos históricos ya conocidos, fueron todos víctimas de una larga injusticia social que aún no ha sido erradicada definitivamente de nuestras vidas. 

Roca debe valorarse desde el punto de vista nacional por el saldo total de sus doce años de gobierno. "Ese saldo -detalla Ferrero- incluye aparte de la conquista de la pampa, la integración de masas para un país vacío como el nuestro, la federalización de Buenos Aires, la secularización de las instituciones, una política exterior de fraternidad americana, la unificación monetaria y la centralización del Ejército nacional con prohibición de las milicias provinciales" (Ejército del que surgieron oficiales patriotas como el general Mosconi, el general Perón, el general Savio y el brigadier San Martín, entre tantos), aparte de la creación y promoción de la Educación Pública en 1884. 

Esos logros son los que permiten ver al General Julio A. Roca como lo que realmente fue: el constructor del Estado Nacional y fundador de la Argentina moderna. 

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