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20 de Junio de 1820

Belgrano, el prócer que murió pobre, olvidado y al que le robaron los dientes

El creador de la Bandera Argentina falleció en la extrema pobreza, rodeado solamente por algunos familiares y un par de amigos.

El mausoleo de Manuel Belgrano, en el atrio del Convento de Santo Domingo.

El 20 de Junio de 1820 a las siete de la mañana, Manuel Belgrano, uno de los artífices de la Revolución de Mayo, el general victorioso en Salta y Tucumán, el creador de la bandera Argentina, murió en su casa familiar, en la que nació el 3 de Junio de 1770.

El hombre, que había cumplido un papel protagónico en los albores de la Patria, pasó sus últimos años sumido en la pobreza, olvidado, solamente visitado por algunas personas: sus hermanos Juana y Domingo Estanislao, quien era sacerdote, que se encargaban de cuidarlo; su médico, Joseph Redhead; y el general Gregorio Aráoz de Lamadrid.

Un mes antes de fallecer, el 25 de Mayo, esa fecha tan especial para él, Belgrano dictó su testamento en donde pidió ser enterrado con el hábito de los dominicos, justificando su pedido en su fe y su profunda religiosidad, que lo acompañó durante toda su vida.

Si bien declaró ser soltero y sin descendencia, el prócer le pidió a su hermano que se encargara de la educación de Manuela Mónica del Corazón de Jesús, la hija que tuvo con la tucumana María Dolores Helguero. Su otro hijo, Pedro Pablo, producto de su relación con Josefa Ezcurra, estaba a cargo de Juan Manuel de Rosas.

A su médico, el escocés Joseph Redhead, le dejó un reloj de oro con cadena, obsequio del rey Jorge III de  Inglaterra, el único bien de valor con el que contaba en sus últimos días.

El mismo día de su muerte fue enterrado en atrio del Convento de Santo Domingo, ubicado a escasos metros de su casa. La lápida, en la que grabaron "Aquí yace el General Belgrano", fue hecha con una losa de mármol de una cómoda que pertenecía a su hermano Miguel. Unas pocas personas acompañaron el cortejo fúnebre.

El único diario que publicó la noticia de la muerte de Belgrano, de los ocho que existían en la ciudad, fue  "El Despertador Teofilantrópico" que pertenecía a los franciscanos   y estaba a cargo del cura Francisco de Paula Castañeda.

Un año después, el gobierno de Buenos Aires recuperó la memoria y trató de solucionar el olvido que habían tenido con Belgrano. Realizaron un funeral, con misa y discursos en el que resaltaban la figura del prócer olvidado.

Ese reconocimiento solamente fue un parche, una afrenta a la memoria del creador de la Bandera, porque su tumba siguió durante más de 60 años pasando inadvertida en el Convento de Santo Domingo.

Recién en 1895, un grupo de estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires propusieron crear una comisión para construir un digno mausoleo para una de las figuras de la Revolución de Mayo.

" Es necesario construir por suscripción popular un mausoleo que guarde dignamente las veneradas cenizas del General Belgrano que aún no tiene un sepulcro digno de la consideración que merece su memoria", señalaban los impulsores de la iniciativa.

Finalmente la obra fue encargada al escultor italiano Ettore Ximenes. El mausoleo, inaugurado con todas las pompas el 20 de junio de 1903 en el mismo lugar en donde fueron enterrados sus restos, estaba decorado con alegorías sobre el valor, el honor y las ideas, rodeadas de ángeles.

Un año antes de la inauguración, en 1902, los restos del general Belgrano fueron exhumados para colocarlos a la urna que sería depositada en el monumento que se estaba construyendo.

El acto se realizó en presencia del escribano mayor de Gobierno. Los pocos huesos encontrados se colocaron en una bandeja de plata, junto a algunos dientes del prócer, que también fueron hallados en la excavación, dos de los cuáles fueron "hurtados" por Joaquín V. González y Pablo Riccheri,ministros de Interior y Guerra, respectivamente.

El hecho generó una gran indignación en los periódicos de Buenos Aires, que se manifestaron en contra del proceder de los funcionarios del gobierno nacional, que finalmente devolvieron los dientes justificando con mentiras su deshonesto accionar.

Treinta años más tarde, en 1938, el entonces presidente Roberto Marcelino Ortiz decretó el 20 de junio como Día de la Bandera, recordando el día del fallecimiento de Manuel Belgrano.

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