La lengua que nos une y nos identifica
El idioma es más que una herramienta de comunicación: es un reflejo de nuestra historia, nuestras raíces y nuestra manera de ver el mundo. Una mirada sobre el valor cultural y emocional de la lengua.

Si "la lengua es nuestra patria" y lo es tal cual ha sido conformada durante cinco siglos; y "el idioma es la lengua de un pueblo o nación, la lengua que lo caracteriza"; en tanto América Latina es una unidad de territorio, de historia, de genes mestizos, de lengua y de cultura en general, es decir una Nación todavía no definitivamente constituida y aún disgregada, pero una Nación al fin desde sus orígenes históricos, en tal caso, el castellano o español latinoamericanizado, tal cual lo hablamos, constituye la lengua mayoritaria que define nuestra identidad nacional común latinoamericana.
En efecto, el idioma que hablamos –nuestra lengua, nuestra habla en sus distintas variantes regionales-, no es ya el español original en muchos aspectos (pronunciación, términos, significado de un sinnúmero de palabras, modismos, uso de vocablos nativos, dichos, etc.), habiendo adquirido dado el propio proceso de mestización genética y cultural un nuevo valor y sentido, una nueva dimensión y alcance y una ampliada riqueza en boca, espíritu y mano de los propios latinoamericanos, sin haber perdido nunca sus raíces latinas, producto a su vez de la mestización racial de íberos, cartagineses, romanos, godos y árabes, sumado ello al aporte esencial de nuestros pueblos aborígenes.
El castellano o "español americano", como la llamaba el filólogo español Amado Alonso, por una parte, es la lengua que, con raíces latinas une e identifica a la mayor cantidad de países latinoamericanos hablada por más de cuatrocientos millones de latinoamericanos (la otra lengua mayoritaria y también latina es el portugués, hablada por más de doscientos millones de latinoamericanos que se habla en Brasil), sin desconocer y dejar de valorar por ello la existencia previa de las lenguas indígenas principales de cada región y la incorporación de miles de vocablos nativos que conforman la originalidad idiomática del castellano y portugués latinoamericanizados y el habla bilingüe que caracteriza algunos países de la América mestiza.

En efecto, las principales lenguas indígenas –las más habladas actualmente- como el guaraní, quechua, aimara, náhuatl, maya y el mapudungun, araucano o mapuche, constituyen, junto al castellano –y el portugués en Brasil-, las bases de una cultura bilingüe en vastas regiones de nuestra propia, grande y misma patria común, que incluye vastas zonas de la Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay, Perú, Ecuador, Colombia, México, Guatemala, San Salvador, Honduras y Belice, entre otros Estados latinoamericanos, cuyos habitantes hablan además del castellano en toda Nuestra América, o del portugués en Brasil, esos idiomas nativos.
Debemos reconocer que nuestra cultura fue fundada a partir de la fecundación de dos e incluso más culturas originales, en circunstancias en que una de las lenguas convergentes adquirió condición mayoritaria y determinante en el desarrollo de la identidad común latinoamericana, que nos distingue de otros grandes sistemas de cultura y/o "sistemas de aglutinación" actuales a nivel universal (El español es el idioma más hablado en el mundo después del chino mandarín y antes que el inglés).
Una nueva raza y un nuevo idioma
Si bien Juan Bautista Alberdi consideraba que el idioma español y el castellano ("español americano") son "el mismo en el fondo", no solo la mestización genética ha producido una nueva raza (la raza cósmica, de la que hablaba José Vasconcelos) sino que esa mestización, mixculturización, interfecundación y/o síntesis cultural ha producido, desde hace quinientos años a esta parte y al mismo nivel que aquellos fenómenos históricos, una nueva lengua.

Así como hubo una mestización genética por la cual ya "no somos españoles ni indios" (según el propio decir de Simón Bolívar) sino propiamente latinoamericanos, también hubo una mixculturización idiomática que transformó el castellano en un idioma latino americanizado, distinto en muchos aspectos al español.
Sin dejar de reconocer nuestras raíces y herencia tanto a nivel genético como idiomático, de la misma manera que nos mezclamos genéticamente y somos una nueva síntesis racial, lo somos también a nivel de la lengua, es decir: algo distinto y a la vez único a nivel idiomático que fundamenta además nuestra autonomía en ese rubro.
Como reconoce el mismo Alberdi, las "más profundas e inevitables modificaciones" han hecho que, "sin dejar de ser el mismo idioma, admitan sus dos modos de ser manejados y practicados" con soberana autonomía.
Definitivamente latino americanizado desde y después de quinientos años a esta parte, también es la lengua mayoritaria del pueblo latinoamericano. Como bien dice con autoridad intelectual e historiográfica el Dr. Roberto A. Ferrero (2019)-, se trata nada más ni nada menos que de "la lengua que hablan fuera del poder millones y millones de latinoamericanos". Por eso no acordamos con aquella idea de que nuestro idioma mayoritario y común resulta ser el de nuestros opresores de antaño o, en su defecto "el de los gobiernos y del poder".

Asimismo, negar nuestro idioma, por más que haya sido originado en las circunstancias históricas conocidas, es negar una parte importante de nosotros mismos y de nuestra cultura latinoamericana, pues, en definitiva, como ha dejado dicho José Juan Hernández Arregui, "toda cultura se condensa en la lengua…", es "el factor aglutinante de una cultura", y los pueblos "se eternizan en su literatura, y por ella son conocidos como naciones culturales". Y como sabemos, la "literatura latinoamericana" es reconocida, destacada y muy premiada en todo el mundo.
Tampoco nos deberían caber dudas como latinoamericanos de que la lengua castellana es una de nuestras grandes herencias del pasado y que ella forma parte irrenunciable de nuestra identidad nacional latinoamericana. El castellano es la lengua común que nos identifica, nos hermana e iguala además con los pueblos bilingües de nuestro Continente y con aquellos hermanos que hablan el portugués. Junto con el idioma que hablan nuestros hermanos brasileros, el castellano es uno de los grandes idiomas y el más hablado de nuestro Continente-Nación. Desconocer o negar dicha realidad, equivale a desconocernos o negarnos a nosotros mismos.

Esa situación de menosprecio o desvalorización de lo que somos, deberíamos saber, está en la base de nuestros problemas y complejos de identidad, de nuestros prejuicios antinacionales y antipopulares autodestructivos y de nuestras debilidades objetivas y subjetivas.
Tal vez sea tan profunda nuestra falta de autovaloración y de autoestima, como para dejarnos llevar por corrientes de pensamiento que le hacen el juego a los que quieren dividirnos para seguirnos dominando –colonización pedagógica y cultural mediante- y hacernos renegar de nuestra propia lengua, a cambio de alguna utopía extranjerizante, remota en el tiempo o imposible en sus factibilidades históricas.
El castellano y el portugués ya latinoamericanizados y definitivamente nuestros, no son los idiomas "de los gobiernos y del poder" o "el de nuestros antiguos opresores" sino las lenguas mayoritarias de los latinoamericanos. Ambas lenguas -fusionadas a su vez en algún momento entre sí y con las principales lenguas nativas-, deberán jugar un papel estratégico en la unidad y emancipación definitiva de América Latina, o quedaremos rezagados como sujetos de la historia universal en el mundo multipolar que se perfila.