Los Berros: el corazón calero de San Juan late con esfuerzo, pero en soledad
Mientras las grandes caleras concentran producción e inversión, los pequeños productores del pueblo de Los Berros enfrentan una crisis profunda por la falta de apoyo estatal, la competencia desigual y un mercado que exige cada vez más calidad.
En el suroeste de San Juan, en el departamento Sarmiento, se encuentra Los Berros, una localidad donde la cal es mucho más que una actividad productiva: es identidad, historia y sustento para cientos de familias. Este pequeño pueblo es, por tradición, uno de los principales polos caleros del país. Sin embargo, esa misma tradición hoy parece estar en jaque.
La industria de la cal atraviesa una fuerte transformación. En Los Berros conviven dos realidades completamente opuestas: por un lado, las grandes caleras como Calera San Juan, Calidra y FGH, que operan con hornos MAERZ de última generación, controlan el grueso de la producción local y abastecen a grandes clientes como la minería. Por el otro, una red dispersa de pequeños caleros que aún utilizan hornos criollos y que enfrentan un escenario de caída de ventas, aumento de costos, exigencias crecientes del mercado y un marcado abandono por parte del Estado.
Una crisis que no es nueva, pero que se agrava
A las dificultades históricas, como la escasa provisión de carbón residual, se sumaron en los últimos años nuevos desafíos. La caída abrupta de la obra pública –uno de los principales destinos de la cal viva para la construcción– y el aumento de los estándares de calidad que exige la industria, han dejado a muchos productores en situación de emergencia.
"Hoy debemos estar en al menos un 30% o 40% menos de producción que hace un año y medio", describe Leandro Cha, propietario de Co Minerales, una pyme calera de Los Berros. "Las grandes industrias aumentaron su capacidad y coparon el mercado. Para las empresas chicas, el espacio se achicó aún más".
Cha, que en los últimos meses logró instalar una planta de hidratado con separador de partículas para mejorar la calidad del producto, señala que las exigencias técnicas del mercado son cada vez mayores. "El cliente ya no compra cualquier cal. Busca pureza, granulometría específica, reactividad. Los medianos estamos haciendo un esfuerzo enorme para adaptarnos, pero al pequeño calero le cuesta muchísimo", explica.
Hornos parados, familias en pausa
Según estimaciones de los propios productores, hay casi un centenar de hornos están hoy parados en Los Berros. Cada uno de ellos representa al menos cinco puestos de trabajo directo. Es decir, hay al menos 500 personas sin actividad laboral directa en una comunidad donde la cal es el único motor económico.
José Nievas, productor calero de tercera generación, detalla con crudeza el panorama:
"Hoy estamos trabajando ocho o nueve caleras, de las 50 que había. El resto está parada o produciendo a niveles mínimos. Necesitamos un acompañamiento real del Estado".
Nievas explica que, a diferencia de las grandes, una planta pequeña produce entre 40 y 50 toneladas diarias, mientras que un horno MAERZ supera las 400 toneladas. "Una minera metalífera te dice ‘con eso no me alcanza’. Pero si se organizara un grupo de caleros, podríamos abastecerla. Solo necesitamos que nos incluyan".
El carbón, una herida abierta
Uno de los reclamos más reiterados es el acceso al cupo de carbón residual, un insumo clave y escaso. Hace años que existe un esquema de reparto que, según los pequeños caleros, favorece a un grupo concentrado de productores, muchos de ellos sin actividad industrial directa.
"En su momento se otorgaron cupos de 3.000 toneladas que se repartieron entre 10 tipos. Algunos ni siquiera tienen hornos. Se transformaron en intermediarios que luego venden ese carbón más caro. Nosotros tenemos que comprarles a ellos", denuncia Nievas.
Esto encarece aún más los costos de producción de las pymes caleras, que además no tienen acceso directo al carbón subsidiado ni respaldo crediticio para modernizar sus hornos. "Cuando fuimos a preguntar ya se había entregado todo. A nadie del Gobierno se le ocurrió venir a preguntar a los caleros chicos qué necesitábamos", apunta. En ese sentido carga las tintas sobre las autoridades municipales que a pesar de conocer que son un pueblo minero poco y nada se hizo respecto a la economía calera de las pymes del lugar.
Calidad vs. cantidad: el desafío de la cal sanjuanina
El mercado está migrando hacia productos de mayor valor agregado. Especialmente por el crecimiento de industrias como el litio o los nuevos proyectos de cobre en la cordillera, que requieren cales químicamente puras y altamente reactivas.
"Hoy vendemos menos volumen, pero apuntamos a cal de mejor calidad. Logramos entrar a algunos nichos. El problema es que no todos tienen el capital para hacer esta reconversión", admite Cha.
Sin embargo, esta reconversión no es sencilla: la actualización tecnológica requiere millones de pesos. Y hasta ahora, ni la provincia ni el municipio de Sarmiento han puesto en marcha programas específicos de financiamiento, capacitación o reconversión tecnológica para los pequeños productores.
"No vemos ninguna política pública. Ni créditos, ni compras públicas, ni asistencia técnica. Los caleros chicos estamos solos", lamenta Nievas.
Un pedido: que la minería también mire a los caleros chicos
Un reclamo recurrente de los productores es que las mineras –principales consumidoras de cal del país– abran sus licitaciones y compras a los caleros de menor escala. "Nosotros también hacemos cal. De buena calidad. Solo necesitamos estar organizados y que alguien nos respalde para entrar en esos procesos", sostiene Nievas.
Las expectativas están puestas en lo que pueda ocurrir en 2025, cuando se espera que comience a traccionar la minería del litio y posteriormente la del cobre. Pero el futuro es incierto, y muchos dudan que puedan sostener su actividad si no hay cambios inmediatos.
"La gran pregunta es si llegamos. Porque si no hay políticas activas, si no hay acceso a insumos básicos y si se siguen monopolizando los mercados, los caleros chicos vamos a desaparecer", advierte Cha.
En el sector son conscientes que tienen mucho para mejorar, pues en algunos casos requieren de infraestructura que apunte a mejorar la calidad del trabajo de los obreros o de producción de una mejor cal.
¿Y ahora qué?
La situación de los pequeños caleros de Los Berros es crítica. Representan no solo una forma de vida, sino una parte esencial del tejido productivo sanjuanino. Su persistencia es admirable, pero la resiliencia tiene un límite.
Reclaman medidas urgentes: acceso equitativo al cupo de carbón, líneas de crédito para modernizar hornos, políticas de compra estatal inclusiva, capacitación técnica, acceso a mercados mineros y la creación de una mesa calera con voz para los pequeños productores.
El silencio oficial, hasta ahora, ha sido ensordecedor. Mientras tanto, Los Berros resiste. Pero cada horno que se apaga es también una historia que se enfría, un oficio que se apaga, una familia que espera.