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Paisajes y cultura

La quinta estación y las maravillas sanjuaninas

En este recorrido por la provincia, descubrimos las maravillas naturales, culturales y humanas que hacen de San Juan un lugar único, desde sus paisajes desérticos hasta sus cielos despejados y tradiciones ancestrales.

Tengo una historia, / tengo una voz,
/ sin mi memoria / no sé quién soy
No cabe ninguna duda de que la provincia de San Juan tiene muchas características que la distinguen como provincia y la diferencian de otras en cuanto a su naturaleza e identidad geográfica, climática, productiva, histórica, cultural y turística, miembro pleno a su vez de un país y de un continente también maravilloso. 

En efecto, desde el clima hasta el suelo, y desde la diafanidad de su cielo hasta la conformación del subsuelo y la riqueza productiva de su tierra, San Juan tiene varias maravillas "para maravillar" -valga la redundancia- a propios y extraños.

Como aquel filme de cinerama de la década del 60 del siglo XX, que nos mostraba en forma elocuente "Las siete maravillas del mundo", San Juan proyecta una caleidoscópica película tridimensional de todas esas maravillas aludidas. Bastaría decir que esta provincia del viejo Cuyo -más antigua que Buenos Aires y que la mayoría de las provincias argentinas, salvo Santiago del Estero y Mendoza que son anteriores-, como ninguna otra provincia argentina y como pocos lugares en el mundo posee maravillas naturales que hubieran dado envidia, de haberla conocido tres mil años atrás, a los propios destinatarios de la Tierra Prometida: sol, cielo, suelo, subsuelo, agua, montaña, desierto y oasis inigualables.

En ese sentido, dijimos alguna vez, tal vez inspirados por sus vinos y por sus soles, e iluminados de noche bajo un cielo transparente totalmente estrellado, la Argentina es el único país del mundo que posee cinco estaciones a lo largo de los 365 días del año: otoño, de marzo a junio; invierno, de junio a septiembre; primavera, de septiembre a diciembre; verano, de diciembre a marzo; y San Juan, la "residencia del sol", los 365 día del año". 
 
Sol, cielo, suelo y subsuelo
Sin duda, el astro que preside las cinco estaciones y que San Juan celebra en la Fiesta Nacional del Sol todos los años, es la primera maravilla que distingue la quinta estación y que hace de este ícono su emblema provincial.

La segunda, tercera y cuarta maravilla -cielo, suelo y subsuelo-, conjugadas con la primera, integran las cuatro dimensiones naturales que dan vida a sus más preciados frutos: la uva, el vino, sus recursos naturales en general y en particular sus recursos mineros.

Como dijimos alguna vez en términos poéticos:
Tu cuerpo empezó a crecer / en los brazos de tus valles, / y fue creciendo tu talle / de cuyana y de mujer… / El zonda besó tu tez / y la siesta te hizo madre: / toda clase de frutales / te crecieron por doquier: / la harina de los trigales, / el olivo y la aceituna, / el oro de la fortuna / y el vino de las verdades. 
  
La diafanidad de su cielo, la presencia permanente del sol que calienta los racimos y fija los azúcares, y la composición de su suelo -propicio para el cultivo de toda clase de exquisiteces, como son sus afamadas aceitunas y sus no menos famosos melones para consumo interno y de exportación, engendran a la vuelta de cada año sus propias estrellas: la mejor uva de mesa exportable, sus vinos de antología y su aceite de oliva incomparable; así como el subsuelo nos brinda oro, plata, cobre y calizas, que han hecho figurar a San Juan desde hace un tiempo en el mapa minero internacional. 
Así es mi tierra cuyana / donde el sol nunca es extraño / lleva una pena de antaño / y el futuro en sus entrañas.

El desierto sanjuanino
No es para subestimar el papel que en la identidad y distinción de San Juan juega una de sus maravillas que la diferencian de la Pampa Húmeda, del Litoral, el Centro del país, la Patagonia e incluso del Norte argentino: el desierto sanjuanino. 

Encabeza las preferencias del turismo nacional e internacional por sus riquezas paleontológicas y su paisaje lunar, a 325 kilómetros de la ciudad capital, el ya reconocido mundialmente Valle de la Luna o Parque Provincial Ischigualasto, en Valle Fértil, cuna de los dinosaurios prehistóricos, que hoy el cine y los museos reproducen y les dan nueva vida.
 
En el desierto sanjuanino se erige una de las leyendas históricas y religiosas más grandes de América Latina y el mundo. "De su desolación imponente y reseca, de su vastedad inculta y temible -dice Fernando Sánchez Zinny-, nace el mayor símbolo de la fe de un pueblo en su lucha por domar el desierto y hacerlo un lugar habitable: la Difunta Correa (Vallecito, Caucete). Cientos de promesantes durante todo el año y la Cabalgata Gaucha Tradicional más numerosa del país hacia el lugar donde descansan los restos de la Difuntita" dan testimonio de un fenómeno religioso, social y cultural de extraordinarias y maravillosas dimensiones.
 
Muy cerca de allí, en Bermejo, a unos 30 km de Vallecito, se erige como testimonio de la lucha contra el desierto y la fe de los sanjuaninos, el Santuario de San Expedito, Patrono de las causas justas y urgentes, paso necesario de los viajantes y promesantes.

Y más al norte, adentrándose en el desierto sanjuanino que corresponde a Jáchal, y desde hace un largo tiempo ganado por la salinización de sus suelos, se encuentra el Pueblo Huarpe de Mogna, ubicado a unos 30 km de la célebre Ruta 40 que une el Sur con el Norte de la Argentina. Con una rica historia, reconocido por los españoles como un punto esencial de abastecimiento de arrieros que pasaban rumbo a San Juan, La Rioja o a Chile por el conocido paso de Agua Negra, donde hubo trigales y molinos, además de honrar a Martina Chapanay y celebrar allí uno de los eventos religioso más importantes de la provincia -Santa Bárbara los 4 de diciembre de cada año-, después de quedar reducido a solo 23 habitantes según el Censo de 1991, ha tomado un nuevo impulso en el presente y ha logrado establecer y arraigar a 300 vecinos permanentes. 

La cordillera de los Andes  
El Andes forjó su cuna, / del río fluyó su sangre, / y de un costado del Huarpe / socolé Dios su estatura. 

La cordillera sanjuanina es otra de sus maravillas. Mirando el desierto desde su imponente pedestal, mostrando su cara más arrogante, se levanta el segundo pico más alto de América: el Cerro Mercedario en Calingasta, rodeado de sus nieves eternas, orgulloso testigo de la ruta sanmartiniana y del Cruce de los Andes que independizó medio continente.

Desafío imponente para los andinistas más osados, en las faldas del Mercedario se puede practicar también el esquí, y a sus pies otros deportes andinos, además del andinismo, el carrovelismo en la Pampa El Leoncito, el trecking y el montain bike o bicicleta de montaña, el turismo de aventura, el turismo minero y el turismo científico a través del Observatorio El Leoncito de Barreal, en Calingasta (cuya actividad se completa y complementa con el Observatorio de Chimbas, a pocos kilómetros del kilómetro cero)-, con su magnífico telescopio que aprovechando la diafanidad del cielo lugareño devela el milenario misterio de las estrellas y los astros, actividad reconocida a nivel mundial por los mismos popes de la astronomía.

Agua: vida, deportes y salud
Rodeada por el desierto, no podríamos dejar de reconocer la maravilla que representan para esta provincia argentina sus dos ríos cordilleranos, el río San Juan y el río Jáchal (donde se practica el rafting), que provenientes de los deshielos andinos reparten vida y alegría a todo el territorio provincial a través de sus canales y acequias. En cuanto al Valle de Tulum, lo hemos dicho también en poesía: 
"Cuando el agua se libera / de sus cadenas andinas / vuelve el Tulum a la vida / corriendo por las acequias. 

Forman parte de esta maravilla provincial sus espejos de agua: el Dique de Ullum (en el departamento homónimo), Punta Negra (en el límite de los departamentos Ullum y Zonda) y Caracoles, tres presas cuyos embalses conservan las reservas de agua que tiene la provincia para el consumo y el riego de la zona del Valle de Tulum y sus alrededores, y cuyas presas producen energía eléctrica, y con ellos el Dique de Cuesta del Viento, en Iglesia, con parecidas características, emplazado sobre la unión del río Blanco y el Arroyo Iglesia, donde nace el río Jáchal; y mucho más al Este, el Dique San Agustín, en Valle Fértil.

Ríos y espejos de agua resultan maravillas que hacen las delicias de la vista y del espíritu de los sanjuaninos y turistas, donde se puede practicar toda clase de deportes náuticos, tales como el kayak, el windsurf, la pesca, recorrer sus aguas y paisajes en triciclos con pedaleras y catamaranes y donde se puede acampar en sus alrededores y refrescarse en verano disfrutando de sus playas y paraderos.
 
Así también, San Juan cuenta con aguas termales, que, en parajes como La Laja, en Albardón, y Pismanta, en Iglesia, brindan al visitante salud física y mental.

Los oasis sanjuaninos
El Valle de Tulum es el principal oasis de San Juan. En él se emplaza la ciudad capital, que renació de sus cenizas después del terremoto de 1944. La estadía en esta urbe, ahora antisísmica, y que fuera reputada en algún momento como la más moderna y limpia del país, ofrece otras opciones no menos atrayentes que sus paisajes lunares, sus ríos y espejos de agua o sus parrales y bodegas centenarias.

La Casa de Sarmiento, cuna del escritor, maestro y cuarto presidente argentino, declarada Monumento Histórico Nacional; la celda de San Martín, en el Convento Santo Domingo, donde pernoctara el Libertador y padre de la Patria en su visita a nuestra provincia como gobernador de Cuyo y jefe del Ejército de los Andes antes de cruzar la Cordillera de los Andes por territorio sanjuanino y liberar al Río de la Plata, a Chile y el Perú del dominio español; la moderna Catedral y su Campanil, construidos en reemplazo de la antigua catedral que tiró abajo el terremoto de 1944; el Auditorio Juan Victoria, joya arquitectónica y renombrada catedral de la música local, nacional e internacional, única por sus características y dimensiones en toda América Latina, donde ensayan y actúan permanentemente la afamada Orquesta Sinfónica y el Coro Polifónico de la Universidad Nacional de San Juan; los museos de Bellas Artes, de Ciencias Naturales, del Vino y del Tango, entre otros; el Parque de Mayo, centenario lugar de reunión y esparcimiento de la familia sanjuanina y de quienes nos visitan; el Palacio de los Deportes local -Estadio Cerrado Dr. Aldo Cantoni-, sede de campeonatos mundiales de hockey sobre patines, deporte típico que los sanjuanino practican al mismo tiempo que aprenden a caminar, y que le ha dado a los seleccionados de varones y de mujeres en esta disciplina (integrada en su mayoría por sanjuaninos y sanjuaninas) varios galardones internacionales; sus Estadio de Fútbol y su Palacio del Ciclismo, inaugurados en las primeras décadas de este siglo; sin olvidar su Aeropuerto Internacional en el departamento 9 de Julio, ni el Autódromo Internacional El Zonda "Eduardo Copello", en Rivadavia, que junto al Jardín de los Poetas y la Quebrada del Zonda, en el límite con el departamento homónimo, donde Sarmiento escribió en francés "Las ideas no se matan", constituyen todas maravillas que distinguen a esta maravillosa provincia del oeste argentino.

Dentro de esa maravilla que son los oasis sanjuaninos, se encuentra Jáchal, cuna de la tradición sanjuanina, del poeta Buenaventura Luna y de ese particular "vallecito" de Huaco -que la Fiesta de la Tradición revive todos los años el 10 de noviembre- entre otras expresiones de la cultura sanjuanina; como lo es también, en cuanto a su riqueza natural, la reserva de camélidos San Guillermo al noroeste de la provincia, en el departamento Iglesia. 
 
Reuniendo todas esas maravillas, podemos establecer una novena maravilla: los paisajes sanjuaninos, dignos de admirar y capaces de maravillar a cualquier mortal. 
Hemos venido hablando de la historia y la cultura sanjuanina, también distintivas, dentro de cuyo arte culinario dan cuenta sus empanadas, sus sopaipillas, la semita y el patay, y como herencia de sus abuelos y ancestros españoles, la paella valenciana.
 
Y para completar este sucinto inventario de estas maravillas que San Juan produce y la distinguen, no podríamos olvidar una muy especial: los vinos sanjuaninos. En efecto, el Valle de Tulum (que incluye Pedernal en Sarmiento, Caucete, Albardón, 9 de julio y 25 de Mayo), y los valles de Ullum – Zonda, Calingasta y Valle Fértil, son la cuna de los mejores vinos del país, que hoy se consumen a nivel local, nacional y en el mundo entero.

Dentro de su cultura y de sus artes, la Tonada, la Cueca y el Gato Cuyano se codean con su rica historia, pues fue a través del tiempo que "el verano de los años / maduró su pena amarga / y el llanto de las guitarras / se hizo tonada en sus labios".
Para los sanjuaninos y sanjuaninos, la siesta resulta también una particular maravilla, como lo tratábamos de explicar en este poema:
"A la hora del almuerzo / acorta su paso el día, / y en una cama tendida / descansa del sol su cuerpo. / Es la hora de la siesta / cuando el zonda se divierte: / se mete adentro la gente / mientras ríe el sol afuera. / Y se llenan de silencio / las calles que están vacías: / a esa hora del día / renueva San Juan sus sueños.

Sin duda, San Juan es distinto y maravilloso, y queríamos despedir el año que se va con este homenaje a sus maravillas, rescatando y destacando su distinción e identidad en el concierto de las provincias argentinas y del continente latinoamericano. ¡Feliz Año Nuevo!!!  

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