Síndrome de Burnout: cuando lo que nos quema no es el sol
Esta enfermedad afecta al menos al 30% de la población en forma agravada y los casos van en aumento.
El mal del nuevo milenio
El Síndrome de Burnout fue descrito en 1974 por el psiquiatra Herbert Freudenberger y fue reconocido en 2019 como un Trastorno Mental en la Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE) elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y lo describe como "un síndrome resultante de un estrés crónico en el trabajo que no fue gestionado con éxito".
Se caracteriza por 3 dimensiones:
- _ Sentimientos de agotamiento o falta de energía,
- _ Sentimientos de negativismo relacionados con el trabajo,
- _ y por último, eficacia profesional reducida.
De acuerdo, a un reciente estudio realizado por el portal de empleos Bumeran, el 90% de los usuarios admite estar, cada vez, más agotados, y a su vez un 53% admite que trabaja más horas de lo que dura la jornada laboral.
Otros factores que influyen
Existen varios factores que influyen en este síndrome.
Estos son los más destacables:
Los turnos laborales y el horario de trabajo. Tienen influencias biológicas y emocionales claras: alteraciones del ritmo cardiaco, ciclo sueño-vigilia, etc.
La seguridad y estabilidad del trabajo, especialmente en época de crisis. Perder el trabajo o estar bajo la presión de perderlo durante un tiempo prolongado.
Falta de formación profesional para desempeñar las tareas y falta de asertividad. No estar preparado y, por lo tanto, no poder hacer correctamente el trabajo. No saber decir no y asumir más carga de trabajo de la que podemos llevar a cabo.
La estructura y clima organizacional: organizaciones complejas, con muchos requerimientos, exceso de burocracia y responsabilidades que pueden afectar al grado de control del individuo, incluyendo un alto nivel de estrés, carga de trabajo excesiva o poca autonomía profesional.
Las relaciones interpersonales con otros compañeros de trabajo basadas en la falta de confianza, poca o escasa cooperación o destructivas, con altos niveles de tensión.
Además de lo anteriormente expuesto, a nivel personal hay una serie de factores de riesgo, como son: el deseo de destacar y ser brillante, la autoexigencia, una baja tolerancia al fracaso, el perfeccionismo, la ambición, creerse indispensable, tener pocos intereses fuera del trabajo o ser excesivamente idealistas.
Para poder balancear la vida personal y carga laboral, se recomienda:
· Planificación de horarios semanal
· Organizar las tareas del hogar
· Practicar actividad física
· Leer, mirar televisión (ej.: series, una película)
· Mantener una rutina diaria, ya que ayuda a disminuir la incertidumbre y genera menos estrés.
· Desconectar los dispositivos móviles al terminar la jornada laboral.
Mejor tratamiento
El tratamiento se centra principalmente en la atención a la disminución del estrés o el desarrollo de nuevos hábitos positivos que reduzcan la aparición del mismo.
Trabajar la resiliencia es muy importante, para que la persona pueda aprender, mejorar y recuperarse.
La mejora de la autoestima, el ajuste de las expectativas a la realidad o el fomento de hábitos saludables, además de contar con herramientas para combatir el estrés, nos darán la llave del éxito frente a una enfermedad que ha crecido notablemente.
A modo de conclusión, me gustaría compartir esta frase:
"Trabaja para vivir, no vivas para trabajar".
Lic. María Valeria Alvo
MP 1057
Psicóloga