La hegemonía de Juan Facundo Quiroga en Cuyo (1827 - 1835)
Juan Facundo Quiroga –hijo de un sanjuanino- es una de las figuras más importantes de la historia argentina y particularmente de Cuyo y de San Juan entre 1826 y 1835, año éste de su muerte en Barranca Yaco.
Es en el marco de este período de la historia argentina que se consolida una idea federal que el propio Facundo defendió a sangre y fuego durante esos años. Pero ¿qué fue concretamente lo que lo convirtió en esa figura histórica relevante, que hasta el propio Domingo Faustino Sarmiento lo reconocería como tal en su famosa obra literaria?
Si bien Facundo Quiroga pertenecía a una de las familias más acaudaladas y a la vez más prestigiosas de La Rioja, no alcanzaban esas prerrogativas para convertirlo sin más en un líder de una vasta región y ponerlo al frente de sus pueblos como un verdadero caudillo de la causa que los sublevaba. Será su labor como capitán de milicias primero y como comandante militar de Los Llanos después, aparte de su creciente prestigio personal por su valentía, alto criterio, humanidad y capacidad de mando -lejos de aquella visión sanguinaria y bárbara con la que lo inmortalizó Sarmiento-, lo que lo convertirán en un caudillo provincial primero y, con la trascendencia de su fama en otras provincias y el país, en una figura regional y nacional, a pesar de no ser un político y militar al mismo tiempo, como José Artigas, Estanislao López y Juan Bautista Bustos.
La tarea de auxilio al ejército nacional que Facundo realiza desde muy joven junto a su padre Prudencio Quiroga –dueño de arrias y transportes- será reconocida por el propio comandante del Ejército del Norte, el general Manuel Belgrano, quien lo recomienda, según lo corrobora el propio historiador Vicente Fidel López, "por la actividad y excelencia de sus servicios". Y el director Pueyrredón lo reconocerá también por esa misma razón, junto a otros vecinos de La Rioja como "beneméritos de la Patria", sin olvidar que, aparte de sus milicias (que Facundo entrena en Los Llanos), La Rioja contribuyó con 900 mulas y mil kilos de pólvora en la campaña que liberó Chile. "Famatina y Los Llanos –confirma su biógrafo David Peña- figuran honrosamente en la historia por estos auxilios y colaboración en la causa de la independencia".
Siendo ya "el hombre fuerte de Los Llanos", su fama debió trascender su provincia para que, en 1820, el general Güemes, encargado por San Martín de procurar recursos en favor de la expedición al Perú, "le solicitase ayuda como a un jefe de provincia". Facundo le responde con armamento, pertrechos y hasta soldados, después de haber vencido en batalla a la división de Cazadores N°1 que, derrotada en San Juan por el conflicto autonómico, había invadido La Rioja.
No es tampoco ajena a esa importancia adquirida por Quiroga en la región, el reconocimiento que le hace el general San Martín en 1823, después de que Facundo ha solucionado un grave conflicto provincial con los hermanos Dávila, expresándole el Libertador en una carta "el aprecio por su patriotismo y buen modo de conducirse…". Ese episodio con los hermanos Dávila y otro anterior de igual magnitud, en la que Facundo tercia entre el general Ortiz de Ocampo y Nicolás Dávila, y que lo llevarán a aceptar la gobernación de La Rioja por pocos meses, pondrán definitivamente a Facundo al frente político de su provincia, aún sin aceptar ejercer nunca más la gobernación provincial. A partir de entonces, el pueblo de La Rioja le comenzará a prestar fervoroso afecto y fidelidad. Del mismo modo que había pasado de ser capitán de milicias a comandante militar, se convertirá asimismo en un caudillo popular.
Un hecho definitorio que completa el cuadro de la decidida incorporación de Facundo a la lucha nacional, es su choque con los intereses económicos porteños y extranjeros, representados por Rivadavia. Ese choque se produce en 1824, cuando Rivadavia decide crear una compañía minera en sociedad con los ingleses, queriendo anular la existencia de la compañía provincial privada que bajo el auspicio del Estado riojano poseen los Quiroga, otras familias riojanas y el capitalista de Buenos Aires Braulio Costa. El intento de Rivadavia por pasar a manos exclusivas de Buenos Aires y de sus socios británicos la Casa de la Moneda de La Rioja y la explotación minera del cerro Famatina (con la excusa de representar y beneficiar a la Nación), pondrá directa y terminantemente en contra a Facundo del próximo presidente porteño, y será el principio de su fulgurante y vertiginosa carrera militar al servicio de la causa federal: en oposición a la constitución unitaria de 1824-1826, contra la presidencia ilegítima y no deseada de Rivadavia entre 1826 y 1827 y a favor de la organización nacional hasta su muerte.
En efecto, la hegemonía de Facundo en Cuyo –San Juan, Mendoza y San Luis- y en otras seis provincias del interior mediterráneo –La Rioja, Catamarca. Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy- comenzará de hecho con el rechazo de prácticamente todas las provincias a la Constitución unitaria y porteña y a la presidencia rivadaviana de 1826. "Esta vez fueron los del Interior profundo (Cuyo y Noroeste) –nos confirma el historiador cordobés Alejandro Franchini- las que reaccionaron más violentamente, acaudilladas por el riojano Juan Facundo Quiroga". Fue en esas circunstancias que el caudillo riojano reveló en escala regional y nacional su personalidad política y militar. En esa doble condición, Juan Facundo Quiroga resulta durante ese período histórico (1826/1835) la figura hegemónica en Cuyo y el Norte argentino y por lo tanto en San Juan.
Desde entonces hasta fines de 1831 -Batalla de La Ciudadela en Tucumán- que según entienden varios historiadores revisionistas sería "el inicio del fin de la Liga Unitaria", Facundo defenderá con hechos destacados el federalismo del Interior y particularmente el federalismo mediterráneo, cuya causa comparte con el gobernador de Córdoba, Juan Bautista Bustos, líder de esta coalición. Después de la pérdida de su jefe político y mayor aliado, y de su distanciamiento del líder principal del federalismo del Litoral -Estanislao López-, Facundo buscará en Buenos Aires los socios políticos que le faltan o que cree encontrar allí para continuar su lucha nacional, estrategia política en la que Justo José de Urquiza tendría más éxito veinte años después, al incorporar coyunturalmente unitarios porteños a sus huestes para vencer a Rosas.
1. Quiroga en San Juan
Al renunciar Salvador María Del Carril en septiembre de 1825, asumió la gobernación de San Juan José Navarro, y después de solo seis meses de gobierno, el 12 de marzo de 1826, cuando recién asumía la presidencia Rivadavia, fue designado gobernador de San Juan, por segunda vez, José Antonio Sánchez.
Fue en esas circunstancias que las provincias comenzaron a rechazar la situación institucional generada a espaldas del país y se entabló una dura lucha entre militares adictos al gobierno de Rivadavia (Lamadrid, Arenales, Gutiérrez) y los militares del federalismo mediterráneo (Bustos, Ibarra, Quiroga), que terminó dando por tierra con las leyes emanadas del Congreso rivadaviano y el ensayo presidencial fraguado por los congresistas porteños.
No se trataba de posturas principistas sino de intereses. Si la política rivadaviana "afectaba la existencia patrimonial de las provincias", como bien señalan Peñaloza y Arias- "el cercenamiento de los recursos -que Buenos Aires monopolizaba y usufructuaba a su antojo a través del dominio y propiedad del Puerto y los recursos de la Aduana de Buenos Aires que pertenecían a todos los argentinos- convertían a las provincias en organismos sin vida, meras divisiones administrativas".
Después de vencer al gobernador Gutiérrez de Catamarca aliado de Rivadavia y enemigo del gobernador federal Ibarra de Santiago del Estero, Quiroga avanzó sobre Tucumán gobernada por Lamadrid (que había derribado al gobierno de esa provincia), derrotándolo en El Tala; aunque evitó enfrentarse con Arenales en Salta y volvió sus pasos hacia Cuyo.
Al entrar Facundo en San Juan en enero de 1827, el gobernador José Antonio Sánchez -aliado de Rivadavia- huyó a Mendoza sin presentar batalla. Del mismo modo, las fuerzas militares venidas desde Mendoza para enfrentar a Quiroga, se dispersaron en Jocolí sin cumplir con el objetivo. Al producirse la acefalía de la provincia de San Juan por el abandono de Sánchez, el juez Valentín Ruiz convocó a los vecinos para repararla. Acto seguido, los vecinos eligieron como gobernador al teniente coronel Manuel Gregorio Quiroga Carril, con el beneplácito de Facundo que, sin entrar a la ciudad, se instaló con su ejército en Pocito.
Sabiendo de la presencia de Quiroga en San Juan, Rivadavia comisionó al jurista Dalmacio Vélez Sarsfield para convencer al riojano de las bonanzas de la Constitución Unitaria de 1826. El ilustre cordobés se quedó prudentemente en Mendoza sin entrevistar personalmente a Quiroga en San Juan. Al llegar los papeles a sus manos, el riojano rechazó los pliegos durante ese mismo mes de enero de 1827.
Corresponde a este período de la vida nacional y provincial el momento en que la sanjuanina Martina Chapanay, a quien nuestra historiografía y literatura -más acá de la leyenda- la reivindican como "una gran luchadora federal", se une a las fuerzas de Facundo Quiroga y participa de varias batallas con el caudillo riojano entre ese año de 1827 y 1831, entre ellas las de La Tablada y Oncativo (Córdoba), Rincón de Rodeo (Mendoza) y Ciudadela (Tucumán). Dadas sus cualidades como baqueana, rastreadora, boleadora de animales cimarrones y "patriota ejemplar", ofrecerá sus servicios militares a Nazario Benavides e intervendrá en la sangrienta batalla de Angaco del lado de los federales. Finalmente se vinculará con Ángel Vicente Peñaloza, "a quien acompaña en sus campañas anti porteñas como escolta y espía militar, sin dejar nunca de participar en las batallas munida de su lanza", para terminar su vida en el pueblo huarpe de Mogna, sin más recursos que su caballo y aperos que le servían para descansar.
En cuanto a la vida institucional de San Juan, Manuel Gregorio Quiroga Carril (17 de enero de 1827 al 30 de noviembre de 1828) fue el primero de los tres gobernadores quiroguianos que en forma ininterrumpida tuvo la provincia entre enero de 1827 y abril de 1830. Los dos gobernadores que sucedieron a Quiroga Carril fueron Timoteo Maradona y José María Echegaray Toranzo. Este último terminó el período del renunciante mandatario anterior (iniciado el 30 de noviembre de 1828), finalizándolo el 6 de abril de 1830 cuando sucedió la contraofensiva unitaria después de la derrota de Quiroga en Oncativo, en febrero de 1830, que profundizó la derrota de La Tablada ante el mismo general José María Paz.
Los tres primeros gobiernos quiroguianos
Con la anuencia de Facundo, pues "la moderación fue la norma de conducta del riojano en San Juan", muy distinta a la que nos pinta Sarmiento en 1845, el gobernador Manuel Gregorio Quiroga Carril llamó al seno de sus hogares a los que habían emigrado a raíz de la guerra civil, "y en cuanto a los militares -así veteranos como milicianos que se hubieran vuelto de la fuerza que pasó a Mendoza- se presenten al gobierno con sus armas, seguros de la más completa garantía". Ello confirmaba una vez más la forma de proceder del federalismo democrático provinciano, con Bustos, con López, con Ibarra, con Quiroga, y luego también con Heredia, Benavides y tantos otros, distinto al unitarismo portuario e incluso a los métodos autoritarios de la "Santa Federación" y la "mazorca" bonaerense (ajena a las provincias) que inauguraría Juan Manuel de Rosas.
Así pues, durante la gestión de Quiroga Carril y como consecuencia lógica de la política inspirada tanto por Juan Bautista Bustos como por Facundo Quiroga -nombrado jefe militar del bloque federal mediterráneo por el gobernador cordobés- San Juan se unió "a la línea marcada por Córdoba y su Sala de Representantes", y el 5 de abril de 1827 derogó las leyes unitarias "desconociendo a las autoridades nacionales" y "retirando la representación ante el Congreso y afirmando su postura federalista". A su vez, la provincia dictó una nueva Constitución en sustitución de la Carta de Mayo, norma que fue declarada abolida en todas sus partes.
El 25 de enero de 1828, en plena era quiroguiana, y con un criterio de autonomía nacional irrestricta, el gobierno de San Juan pidió a la Santa Sede -que retaceaba la autonomía de América en materia religiosa-, que estableciera la nunciatura regional y designara en ella Obispo de Cuyo al prior dominico Fray Justo Santa María de Oro, considerado en su época de acción política como un "liberal" por sus pares religiosos (lo que no era poco decir) y como un revolucionario artiguista por los funcionarios de entonces. El 22 de diciembre de 1828, el Papa León XIIcreó el Vicariato Apostólico de Cuyo, y el Papa Gregorio XVI confirmó a Fray Justo en su cargo de Vicario obispal en 1832.
Al extinguirse tanto el Congreso rivadaviano como el Ejecutivo creado ad hoc, Buenos Aires volvió a ser regida por su propio gobernador y las provincias a cederle la representación de sus relaciones internacionales al gobernador de Buenos Aires. En este caso se trataba del coronel Manuel Dorrego, federal bonaerense que "se había batido por la forma federal de gobierno", en tanto "el gobierno de Buenos Aires y los intereses del país" pasaban por un nuevo entendimiento.
Al renunciar el gobernador Manuel Gregorio Quiroga, la Legislatura fijó las elecciones para noviembre, siendo elegido don Timoteo Maradona, quien asumió el 30 de noviembre de 1828, colocándose también en la línea quiroguiana.
En ese momento, los tres federalismos que dio nuestro país después de Artigas gobernaban todo el territorio nacional: el federalismo mediterráneo, en el centro, norte y Cuyo, con Bustos en Córdoba, Ibarra en Santiago del Estero y Quiroga en la región andina; el federalismo del Litoral, en Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y las Misiones, con el liderazgo de Estanislao López; y el federalismo bonaerense, de más reciente creación, a través de Manuel Dorrego y la figura de Juan Manuel de Rosas de fondo, en la provincia de Buenos Aires.
Los unitarios porteños, acostumbrados a gobernar autoritariamente, no podían conformarse con su derrota al perder la presidencia de la República y sufrir la disolución de su Congreso, por lo que buscaron en el ejército que volvía triunfante de la guerra contra el Brasil el instrumento que necesitaban para contrarrestar al federalismo en el poder, ganando primero la voluntad del general Juan Lavalle; ante el ocaso de éste después del crimen de Navarro, la voluntad del general José María Paz, jefe de la Segunda División; y finalmente, después del apresamiento de Paz, la del general Gregorio Araoz de Lamadrid.
Producido el fusilamiento del gobernador bonaerense Manuel Dorrego a manos del general Lavalle, la guerra civil adquirió dimensión nacional. La Convención Nacional de Santa Fe, convocada para asumir la soberanía nacional en reemplazo del Congreso rivadaviano, desconoció la autoridad de Lavalle y declaró que "los cabecillas del movimiento del 1° de diciembre -que derribó y asesinó a Dorrego- deberían responder por sus actos a la Nación". Por su parte, en cumplimiento del Tratado de Huanacache, las tres provincias de Cuyo y Quiroga también lo condenaron y se aprestaron a tomar cartas en el asunto.
"El país se conmovió hasta sus cimientos -señalan Peñaloza y Arias-, la guerra civil fue terrible, adquiriendo violencia inusitada…". La Convención Nacional de Santa Fe designó general en jefe de las fuerzas federales a Estanislao López, y de inmediato las provincias comenzaron a recibir instrucciones. El general Quiroga debía permanecer con el grueso de sus fuerzas para observación en Santiago del Estero y Catamarca, a fin de auxiliarlas en cualquier operación que contra ellas intentaren Salta y Tucumán bajo el mando de Lavalle. A San Juan también le fueron requeridos sus recursos para auxiliar la empresa federal.
Lavalle intentó invadir Santa Fe, pero el brigadier Estanislao López juntamente al brigadier Juan Manuel de Rosas, a cargo de las fuerzas bonaerenses, se lo impidieron, persiguiendo a Lavalle hasta Puente de Márquez, donde el militar unitario quedó acorralado. Lavalle le encomendó al general Paz que regresaba del Brasil con su ejército bien armado y disciplinado, que llevara la acciones al Interior, teniendo como objetivo inmediato la provincia de Córdoba, gobernada por Bustos.
El 5 de abril, Paz penetró en Córdoba y el 22 de abril de 1829 derrotó a Bustos en San Roque. Con el gobierno de Córdoba en sus manos y proyecto propio, Paz envió a las provincias propuestas de paz y amistad. Quiroga envió su ejército como respuesta. Y Timoteo Maradona -que no había sino respondido a las exigencias de la guerra- renunció a la gobernación de San Juan, basando la dimisión en su delicado estado de salud. En su reemplazo fue electo José María Echegaray Toranzo.
Ya gobernador, Echegaray Toranzo le comunicó esa noticia a Quiroga, que ya marchaba sobre Córdoba para contrarrestar a Paz, lo felicitó por la victoriosa marcha y lo impuso de la creación de un nuevo cuerpo al mando del ex gobernador y comandante general Manuel Gregorio Quiroga Carril, que se uniría a las tropas que acompañaban al comandante riojano. "El descontento de la tropa por dejar el suelo nativo", refieren Peñaloza y Arias, produjo el fracaso de esa misión: Manuel Quiroga Carril fue tomado prisionero por su propia tropa, los sublevados contramarcharon a San Juan y el gobernador Echegaray Toranzo, el ministro general Dr. Francisco Ignacio Bustos y los principales funcionarios de la administración quiroguiana debieron abandonar el gobierno y huir hacia Mendoza.
Una versión histórica marca esta oportunidad como la ocasión en que Deolinda Correa, ante la desbandada federal debió salir en busca de su marido, Baudilio Bustos (hermano del ministro de Gobierno y sobrino del general Bustos) que había sido apresado y llevado hacia La Rioja por las fuerzas unitarias en aquellas circunstancias.
La derrota de Quiroga en la batalla de Oncativo en febrero de 1830 (que profundizó la derrota de La Tablada de 1829) y su obligada retirada a Buenos Aires en busca de los refuerzos de Rosas y López, impuso gobernadores afines al Gral. José María Paz, cuyas victorias lo erigieron en Supremo Jefe Militar de la "Liga del Interior" o "Liga Unitaria", conformada para contrarrestar a la "Liga Federal" de Bustos, Ibarra y Quiroga.
Como apuntan Peñaloza y Arias, 1830 representó en San Juan un año unitario desde abril de ese año a fines de marzo de 1831, año en el que gobernaron sucesivamente la provincia Juan Aguilar, Hipólito Pastoriza, Joaquín Godoy y una Junta de Gobierno conformada por Amán Rawson, José de Oro e Ignacio José Sánchez.
En La Tablada (Córdoba) "triunfó la escuela del general Paz sobre la bravura de Quiroga", y el gobierno de San Juan cayó en manos del grupo opositor, que designó gobernador a don Juan Aguilar, y comandante general de armas al teniente coronel Nicolás Vega. El 15 de abril, el general Araoz de Lamadrid, tercero en la jerarquía militar unitaria de la época, entró a San Juan, ocasión en la que se produjo el asesinato del Dr. Francisco I. Bustos (sobrino del general Juan B. Bustos), que había sido apresado por las fuerzas unitarias, que pasaron a ser árbitros de la situación en todo el país.
"El 30 de agosto de 1830 -refieren Peñaloza y Arias- se firmó en Córdoba un pacto de unión y alianza entre las provincias de Mendoza, San Luis, San Juan, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, Catamarca y La Rioja. El general Paz fue nombrado jefe Supremo de las fuerzas de línea y milicias hasta la instalación de la autoridad nacional". El tratado firmado fue la base jurídica de la "Liga Unitaria" o "Liga del Interior", que, como dijimos, tuvo una vigencia de poco más de un año.
En San Juan, ya casi al terminar el año 30 "renunció don Juan Aguilar, y el mismo día se nombró al teniente coronel Hipólito Pastoriza; gobernó desde el 17 de diciembre al 17 de marzo de 1831, fecha en que delegó el mando en su ministro don Joaquín Godoy, quien retuvo el poder hasta fin de mes. Por acta popular, el 30 de marzo se nombró una Junta de Gobierno formada por el Dr. Amán Rawson, presbítero José de Oro y don Ignacio José Sánchez".
Pero los federales no se habían quedado quietos. En ese momento ya se encontraba nuevamente a las puertas de San Juan con sus refuerzos el general Juan Facundo Quiroga, que regresaba victorioso de su campaña por Río IV, Río Quinto, Villa Mercedes, Jocolí, Cañada Honda y Los Troncos o Rodeo de Chacón, punto este último donde había vencido a Videla Castillo, que se había hecho cargo de las fuerzas militares unitarias de Cuyo concentradas en Mendoza.
Había llegado el momento de hacer realidad la organización del país a través de una Constitución Federal que representara a todas las partes interesadas, aunque, en realidad, la organización constitucional de la patria significaba, en términos prácticos, limitar los privilegios porteños y bonaerenses. El 4 de enero de 1831 se firmó el Pacto Federal o Tratado del Litoral entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos que, al terminar fracasando en su intento de conformar una Comisión Representativa y reunir un Congreso Federal Constituyente, debido principalmente a las intrigas de Buenos Aires, en cambio oficializó el país del brigadier Juan Manuel de Rosas, que rigió la Confederación Argentina hasta el Acuerdo de San Nicolás después de la caída del caudillo bonaerense.
El apresamiento del Gral. Paz en una emboscada (10 de mayo de 1831) y el triunfo posterior de Quiroga en La Ciudadela, provincia de Tucumán (4 de noviembre de 1831), permitió la llegada a la gobernación de San Juan a José Tomás Albarracín, quien declaró nulos los actos de sus antecesores y preparó a la provincia para los tiempos que volvían.
Capturado el general Paz en la llanura cordobesa-santafesina del Tío por un certero tiro de boleadoras el 10 de mayo de 1831, Lamadrid se replegó sobre Tucumán. Quiroga fue en su persecución con el poderoso ejército que había preparado con Ruiz Huidobro en Mendoza -los sanjuaninos Martín Yanzón, Benavides y Maurín eran los jefes de las fuerzas federales reunidas-, y venció al jefe unitario el 4 de noviembre de 1831 en La Ciudadela.
En el campo federal afianzaron su poder los líderes de los tres federalismos en danza: Juan Manuel de Rosas (federalismo bonaerense) con el respaldo económico determinante de la Aduana y el Puerto de Buenos Aires; Estanislao López (federalismo del Litoral); y Juan Facundo Quiroga (federalismo mediterráneo), pues el general Bustos había fallecido en Santa Fe, producto de sus heridas en La Tablada.
Después de Albarracín y antes de la tragedia de Barranca Yaco, San Juan tendría dos gobernadores quiroguianos más: Valentín Ruiz (29 de abril de 1832 al 4 de mayo de 1834) y José Martín Yanzón (4 de mayo de 1834 al 9 de enero de 1836).
San Juan en tiempos de Rosas
El 8 de diciembre de 1829, don Juan Manuel de Rosas -representante de los poderosos ganaderos bonaerenses, de una provincia de gran potencial pecuario, en un país agropecuario por exclusión de otras posibilidades- asumió el gobierno de la provincia de Buenos Aires. En circunstancias nacionales particulares, el hombre fuerte de Buenos Aires se convirtió en el hombre fuerte de un país a mitad de camino de su organización nacional.
A solo dos meses del triunfo de Quiroga del 4 de noviembre de 1831 sobre Lamadrid en La Ciudadela (Tucumán), que desbarató la movida unitaria después de la caída de Rivadavia, y siendo ya Rosas gobernador de Buenos Aires por primera vez (lo sería en estas circunstancias hasta el 17 de diciembre de 1832), se firmó el Pacto Federal o Pacto del Litoral entre Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires.
Después de semejante triunfo federal en todo el país, el motivo del pacto entre las provincias del Litoral y Buenos Aires no podía ser otro –como lo expresaría Pedro Ferré, gobernador correntino- que la prohibición de importar artículos extranjeros que producía el país, la habilitación de los otros puertos del litoral, pues solo estaba habilitado el Puerto de Buenos Aires para comerciar con el exterior (sin compartir sus rentas con las demás provincias) y organizar en forma federal el país (la administración general del país, sus cobros y distribución de las rentas generales, su crédito interior y exterior, etc.), a través de un Congreso General Federativo, que implicaba a su vez una Constitución Federal que pusiera en igualdad de condiciones a todas las provincias.
Todos esos problemas que la República arrastraba prácticamente desde la revolución de mayo, se intentaron plasmar en una Comisión Representativa creada para darle solución, compuesta por un diputado de cada una de las tres provincias firmantes, a la que las demás provincias podrían adherir a partir de entonces. Rosas intentó convencer a Estanislao López y a Facundo Quiroga de la inoportunidad de dicha demanda. Convencido al parecer por Rosas, la interceptación por parte de Quiroga de una carta entre representantes provincianos que criticaban duramente a Buenos Aires y que Quiroga hizo pública y entregó al bonaerense, fue la excusa de Buenos Aires para dar por terminada su participación en la Comisión Representativa. A través de su representante –José María Roxas y Patrón- Rosas rechazó los términos provincianos y retiró a su delegado de la Comisión Representativa, condenándola al fracaso.
La negativa de Rosas a aceptar las demandas litorales, el inoportuno acercamiento de Facundo (enemistado con Estanislao López) a Buenos Aires, y la fragmentación y debilidad del federalismo del Interior para imponerse en forma conjunta a Buenos Aires, postergaron la organización nacional y la promulgación de una Constitución Federal por más de dos décadas, obligando a todo el federalismo provinciano a desalojar del poder al caudillo bonaerense en 1852.
El nuevo sistema federal que el brigadier Juan Manuel de Rosas había inaugurado, consistía -de acuerdo a la comprensión que nos transmite el pensador e historiador nacional de Córdoba Alfredo Terzaga- en "perfeccionar y aplicar el argumento rivadaviano sobre el "arreglo interior" de cada Estado, es decir, en mantener el sistema del aislamiento, pero creando al mismo tiempo otra suerte de vínculos entre las provincias, que impidieran al aislamiento convertirse en segregacionismos o explotar por desesperación en guerras entre vecinos" y mucho menos contra el poder político, económico y social de Buenos Aires.
En realidad, como ya hemos señalado, durante este período convivieron bajo un mismo nombre y bajo un mismo techo los tres federalismos vigentes en ese momento (después que el primer federalismo nacional de Artigas había sido aislado y enterrado en Paraguay junto con el líder federal). Esas nuevas tres expresiones federales eran, como aprendimos del Dr. Roberto A. Ferrero: el federalismo mediterráneo, del interior profundo o de tierra adentro (Córdoba, el Norte y Cuyo); el federalismo del Litoral (además de la Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y las Misiones), con sus propios puertos; y el de la "Santa Federación", federalismo sui géneris que mantenía el monopolio del comercio exterior en exclusiva para la ciudad-provincia de Buenos Aires, sin participación de sus beneficios con ninguna provincia del Interior, manteniendo a "los trece ranchos" en su impotencia y atraso económico respecto a Buenos Aires.
Los instrumentos de esta construcción como sistema institucional fueron primero la delegación de las Relaciones Exteriores en el Gobernador de Buenos Aires por parte de las provincias; luego la asunción de las facultades extraordinarias o suma del poder público por parte del gobernante bonaerense, a la que algunos historiadores de distinto signo coinciden en designar en términos estrictos como la dictadura de Rosas. En ese marco institucional se sucederían en San Juan parte de los gobiernos quiroguianos, hasta el asesinato de Facundo en Barranca Yaco en 1835, y a partir de entonces, el gobierno de Nazario Benavides (1836 – 1854), que asistió también a la caída de Rosas.
Si por una parte las provincias delegaban transitoriamente las Relaciones Exteriores en el gobierno de la provincia más fuerte, en función de lo cual ese poder central encaró soberanamente la defensa nacional en sendos bloqueos extranjeros del Río de la Plata y Paraná, por otra parte, Buenos Aires -todavía no Capital de una Nación constituida ni organizada ni integrada, como anhelaba el Interior provinciano desde la Revolución de Mayo- mantenía un orden que le daba seguridad a la poderosa clase ganadera bonaerense y postergaba indefinidamente la demanda de una Constitución Federal y una organización nacional que compartiera los recursos del Puerto y de la Aduana de la ciudad de Buenos Aires con todas las provincias. En eso consistió, estricta y fundamentalmente la política de Rosas a lo largo de sus veinte años de gobierno.
De esa manera, sin desatender, sobre todo a partir de 1835 (ley de Aduana), una cierta protección para las industrias artesanales de provincias, aunque sin compartir nunca con ellas las rentas de la Aduana del Puerto Único, Rosas tampoco obligó a los dueños de las tierras y los ganados de la provincia de Buenos Aires a pagar impuestos, "ni siquiera mediante montos proporcionados a sus riquezas" (eso explica la renuencia de terratenientes y de grandes ganaderos y exportadores a pagar retenciones durante toda su historia), y demoró sin término -hasta su caída- la organización nacional y constitucional de la República, que las provincias le reclamaron siempre y cuya reivindicación le daba su particular sentido nacional al federalismo provinciano.
2. El gobierno de Valentín Ruiz
Durante el bienio 1832 - 1834 (un año antes de la muerte de Facundo), gobernó San Juan don Valentín Ruiz, oriundo de Salta, que había servido en los ejércitos de la Patria y militaba en la causa federal. El 29 de abril de 1832 asumía el cargo de gobernador de San Juan. No eran tiempos fáciles, pero Ruiz demostraría que era un provinciano de empeño y decisiones.
Al regresar del norte el ejército, la Sala de Representantes de San Juan autorizó al gobernador a practicar una contribución forzosa a fin de saldar las deudas pendientes de la campaña de Tucumán que le tocaba a San Juan. Del mismo modo, la legislatura sanjuanina autorizó a cubrir los gastos que demandaba la división auxiliar sanjuanina para la proyectada expedición al desierto contra las tribus que acechaban en toda la línea sur de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza y ponían en peligro la soberanía argentina hacia la Patagonia, la cordillera y los territorios australes.
Habiendo sido designado el general Juan Facundo Quiroga como comandante al mando de la campaña nacional al desierto, a San Juan correspondió el ala derecha, al mando inmediato de Félix Aldao, que operó en la región andina, al sur del río Tunuyán, mientras Ruiz Huidobro, al mando del ala centro operaba en la pampa puntano-cordobesa, y Juan Manuel de Rosas, al mando del ala izquierda, operaba en los ríos Colorado y Negro.
La tropa de San Juan alcanzó a unos 300 hombres, dirigida por 25 jefes y oficiales, entre ellos el coronel José Martín Yanzón (luego gobernador), el teniente coronel Nazario Benavides (gobernador también después de Yanzón) y el teniente coronel Hilarión Martínez. Del mismo modo, el éxito en esa campaña le daría un renovado prestigio militar a Juan Manuel de Rosas que, ante la conmoción que deparó tiempo después el asesinato de Quiroga en Barranca Yaco, determinó la renuncia del gobernador Maza y, ante el temor de caer en la "anarquía", catapultó nuevamente al poder de Buenos Aires a Rosas, esta vez con el otorgamiento por parte de la legislatura provincial de la suma del poder público.
Siendo Ruiz gobernador de San Juan, se produjo el atropello inglés a nuestras Islas Malvinas el 4 de enero de 1833. San Juan, a través de su gobernador, le expresó al nuevo gobernador bonaerense, el general Balcarce, encargado de las Relaciones Exteriores por delegación de las provincias, la convicción de que aquella usurpación era "un atentado de tamaño insulto", que "hizo ostentar su violenta posesión haciendo flamear su pabellón británico con agravio del argentino" y que significaba "un ataque directo al derecho de gentes, única salvaguardia de la soberanía nacional".
Durante el gobierno de Valentín Ruiz, el 23 de febrero de 1833, siendo Balcarce gobernador de Buenos Aires, San Juan adhirió tardíamente al Pacto Federal de 1831.
Año especial para San Juan, 1833 fue un año muy nevador, deparando grandes inundaciones que desbordaron los canales de Pocito, sacaron las aguas de madre en Zonda y Ullum e irrumpieron en la ciudad convirtiendo las calles en ríos, derrumbando casas y templos y arrastrando todo lo que salía a su paso.
A pesar de todo, Valentín Ruiz hizo finalmente entrega pacífica del mando provincial a su sucesor legal el coronel José Martín Yanzón.
3. El gobierno de José Martín Yanzón
El coronel José Martín Yanzón, también formado en la escuela del caudillo riojano, fue nombrado como gobernador propietario el 4 de mayo de 1834, en un marco de crecientes expectativas económicas.
A Martín Yanzón le tocó gobernar en una época de transición: el fin de la influencia quiroguiana (crimen de Barranca Yaco mediante) y la llegada al poder por segunda vez de Juan Manuel de Rosas (1835), "ahora con algo más que facultades extraordinarias, con la Suma del Poder Público".
El lema de Yanzón: "olvido del pasado y Constitución", no le jugó a su favor en aquel momento, menos después de ser asesinado su jefe en Barranca Yaco. Al parecer, el coronel de milicias y ex jefe de la división sanjuanina en la campaña del desierto "no vislumbró lo que significaba la vuelta de Rosas y este error lo perdió".
Contrariado por el crimen de Facundo e inspirado tal vez por la propia política quiroguiana, Yanzón se opuso a la corriente que bajaba de Buenos Aires, política que procuraba "alagar" con la venganza y las persecuciones el tremendo crimen. En ese sentido, se hicieron "sugestiones" al gobierno de San Juan, a las que Yanzón no quiso hacer caso o contestó ambiguamente, tal vez inspirado en las propias enseñanzas del caudillo riojano que, después de afianzar su poder en las provincias cuyanas, los había invitado a deponer "las animosidades de partido", permitiendo regresar a ellas los emigrados, "salvo aquellos enemigos muy notorios, sin fijarse en sus opiniones políticas". Sin embargo, tampoco parecía ser éste el criterio del poder central: ni Constitución ni organizacional nacional ni contemplación para los adversarios políticos.
Ese lujo de decidir sobre la vida de los provincianos y no provincianos y sobre la hacienda de las provincias, solo podía dárselo el poder omnímodo de Buenos Aires, dueño de los recursos financieros de todo lo que egresaba e ingresaba al país a través de la Aduana única. Estos factores de poder separaban y diferenciaban al "federalismo" rosista del federalismo democrático provinciano -como le llama el historiador Roberto A. Ferrero-, que tenía otra concepción del país, de las relaciones políticas y del manejo del poder.
La muerte de Facundo Quiroga agrandó esa diferencia y alejó aún más a Yanzón de Rosas, cuya situación en San Juan no aparecía "muy ortodoxa" a los ojos del caudillo bonaerense. En efecto, el gobierno de la provincia negociando un tratado comercial con Chile, no era muy digerible para Buenos Aires. Tampoco era aceptable que se hubiera colocado al margen del Pacto Federal, siendo "refugio de los adversarios políticos". ¿Acaso ése había sido el único propósito de Buenos Aires al aliarse a las provincias litorales en 1831 con el Pacto Federal y después a las demás provincias a partir de 1832?
Con "elementos activos en la subversión" -señalan suspicazmente Peñaloza y Arias- la provincia de San Juan le demandó a Rosas "una atención especial". Rosas sospechaba nada menos que del ministro de Gobierno de Yanzón -Domingo Oro-, a quien acusaba de procurar "alucinar a los federales inocentes disfrazándose con la máscara de la federación", osando señalarle al poder central en lo que atañe al crimen de Facundo, "la autoridad ante quien deben comparecer y ser juzgados los Reynafé y demás cómplices", según le decía el propio Rosas a Yanzón en una carta.
Domingo Oro cuestionaba la jurisdicción bonaerense y la decisión de Rosas de juzgarlos en Buenos Aires, entendiendo el ministro sanjuanino que debía ser la propia Córdoba la que juzgara a los asesinos de Facundo. La disidencia de un provinciano respecto al poder central era inaceptable, y Rosas -como buen patrón de estancia, y tal como ejercía el poder, "procurando arrojar sobre los unitarios el bárbaro asesinato del general Quiroga", lo retó a Yanzón en aquella misma misiva, "reforzándole lo que le tengo dicho relativamente a lo bribón que es el tal Oro".
Martín Yanzón hizo caso omiso del hombre fuerte de la Federación, cual si gobernaran todavía Viamonte o Maza (predecesores de Rosas). Primero fue advertido por el propio Rosas en la carta mencionada. Heredia, gobernador de Tucumán, y Ruiz Huidobro, comandante militar de San Luis, aconsejaron a Yanzón que cambiara de política. Pero las desmesuradas esperanzas del sanjuanino de conquistar y reemplazar victoriosamente el liderazgo de Facundo Quiroga en las provincias del norte y Cuyo, recuperar el parque de armas ("el mejor del interior del país") que el caudillo había dejado en La Rioja y la propia expectativa de sumar en esa provincia al Chacho Peñaloza –reconocido anti rosista- en su causa contra Rosas, lo llevaron a invadir La Rioja, siendo totalmente derrotado en Pango el 5 de enero de 1836 por el general Tomás Brizuela, en esos momentos todavía a las órdenes del caudillo bonaerense.
San Juan fue ocupada de inmediato por el ejército vencedor dirigido por el general Brizuela, y Yanzón huyó a Chile por Jáchal. Como un regalo de Troya le quedó al nuevo gobierno interino de José Luciano Fernández la resolución del problema de las tropas de ocupación riojanas, con la obligación de devolverle a la provincia su perdida calma.
La aventura política de Yanzón costó a la provincia el pago de una fuerte indemnización, que dejó abatida la economía local por varios años. En esas circunstancias, el general Nazario Benavides -que estaba en Mendoza y había intentado incluso un golpe contra Yanzón en aquellas críticas circunstancias-, se convirtió en el salvador, entrando a San Juan el 15 de febrero de 1836, en tanto el 25 de ese mismo mes se lo designaba por unanimidad gobernador interino, haciéndose cargo al día siguiente.
Pero antes de contar la historia del Gral. Benavides, veamos cuál fue el destino y los últimos tiempos de quien lo formó como militar y político en muchas batallas y recorridos, a lo largo y ancho del país, que, sin duda, aquellos hombres sentían como su propio hogar y familia.
4. Principios y final de Juan Facundo Quiroga
A fines de 1834, Facundo Quiroga reside en Buenos Aires desde hace algún tiempo, alejado de su intensa lucha de apenas tres años atrás y con un grave reuma por el que, según él mismo lo define, "los ratos de despejo no compensan los del decaimiento y destemplanza que sufro". Según entienden algunos historiadores -opinión que no compartimos-, también está "entregado" a Buenos Aires, o sea, según esa interpretación, a Rosas.
En esas circunstancias, es invitado por el gobernador de Buenos Aires Manuel Vicente Maza –hombre de Juan Manuel de Rosas- para actuar como mediador en un conflicto suscitado en el norte argentino entre las provincias de Tucumán y Salta y entre ésta y Jujuy a su vez. La invitación es aceptada por Facundo Quiroga a pesar de su enfermedad y de los peligros que le acechan… y vuelve a tomar el camino del Norte, con total desprendimiento de su comodidad citadina, de su salud e incluso de su vida. Actitud llamativa en un hombre que se reputa "entregado a Buenos Aires".
La firma del Tratado de Santiago del Estero del 6 de febrero de 1835, tan solo diez días antes de iniciar su vuelta a Buenos Aires y enfrentar su muerte, como así también la resignada y silenciosa aceptación por parte del propio caudillo provinciano de su condena a muerte en Barranca Yaco –que podría haber evitado con solo elegir otro camino de vuelta, como le proponían sus seguidores-, reafirma que la causa y los principios que guiaban a Facundo en sus últimos tres años de vida, eran los mismos que había defendido generosamente entre 1826 y 1832 en los campos de batalla, y que ahora retomaba y proseguía con igual convicción, aunque con otros condicionamientos, en su misión al Norte de 1834/35.
Seguían siendo los mismos principios, a pesar de la desacertada conducta que lo llevó a interceptar la correspondencia y "hacer públicas" (V. F. López) las disidencias con Rosas de los representantes de Córdoba y Corrientes, que fortalecería finalmente el poder de Buenos Aires.
Seguían siendo su causa y sus principios, a pesar de todo, como lo confirma la carta que escribiera Facundo Quiroga desde San Juan a Pío Isaac Acuña, gobernador delegado de la provincia de Catamarca, con fecha del 1º de noviembre de 1833, "sobre la constitución particular que debe darse a esa provincia", acerca de la cual le preguntaba el gobernador catamarqueño. Allí el caudillo nacional le recomendaba a Acuña con profundo criterio autonomista y federal, sobre la necesidad de que "los pueblos hagan la constitución peculiar que caracteriza los derechos sociales, y arregle su régimen institucional para poder arribar a formar de este elemento, la constitución nacional".
A diferencia de la Carta de Figueroa (20-12-1834), donde Rosas renegaba de la capacidad de las provincias y de los hombres de provincia para concebir y redactar una Constitución –porque en realidad Buenos Aires no la necesitaba y no la deseaba tampoco, dueño como era de las rentas aduaneras y de las situaciones de provincia por esa misma razón-, Facundo le hacía saber a su amigo catamarqueño, sobre "las dificultades que en todos los pueblos se tocarán por la falta de luces y de recursos, pero que es superable cuando se trabaja con buena fe en favor del bien general", en tanto "los varios códigos que se han dado en las legislaturas de las demás repúblicas, y los que han salido de la nuestra, aunque no hayan tenido efecto, sirven para descubrir las cosas que deben ser objeto de la constitución, o enseñar, al menos, el sistema de organización. Y lo demás debe hacerlo el conocimiento práctico del país, sus necesidades y sus relaciones".
Con esos mismos principios a la vista, el 8 de enero de 1834 –según da cuenta el historiador Saldías-, la Legislatura de Mendoza sanciona una ley invitando a las provincias de San Juan y de San Luis "a constituirse las tres en unidad, con el nombre de Provincia de Cuyo, para entrar, así juntas, en la Federación Argentina bajo la protección de Don Juan Facundo Quiroga". Por su parte, por ese mismo tiempo, "el general Heredia, gobernador de Tucumán, habla del próximo Congreso Constituyente promovido por el general Quiroga". Hay asimismo una carta de Laciar a Alberdi, citada por David Peña, del 24 de junio de 1834 –seis meses antes de la misión de Facundo al Norte- que demuestra también el compromiso y disposición permanente de Quiroga -más allá de que se encuentre aturdido entre las sirenas del puerto de Buenos Aires y las delicias de la vida urbana- de "traer a su regreso los elementos necesarios para imponer a Rosas, velis nolis, la organización política de la República". En aquella carta, Laciar le dice a Alberdi: "Todos aspiran a constituir el país y principalmente el general Quiroga". Sin duda, el tema de la organización nacional y la Constitución está en las conversaciones de Quiroga en Buenos Aires. "También se dice –agrega Laciar en su carta al gran intelectual tucumano- que en caso de constituir el país Quiroga será el presidente de la República!... y tú sabes que, si Quiroga se enoja y se va para el interior, puede fácilmente alarmar: reunidas las provincias pueden con facilidad equilibrar contra Buenos Aires…".
Otra muestra de esos mismos principios, se encuentran en este pasaje elocuente de la autobiografía de Alberdi reproducida por David Peña: "Con ocasión de este fin trágico –escribe el tucumano Alberdi-, me escribió el general Heredia lamentándolo por haber perecido con él (con Quiroga) los más hermosos y grandes proyectos. Yo supuse que los habían acordado juntos (Heredia y Quiroga) antes de regresar a Buenos Aires. Nunca los conocí de un modo positivo, pues poco después fue asesinado Heredia. Yo he maliciado que se referían a planes y proyectos de la Constitución de la República…", concluye Alberdi.
El Tratado del 6 de febrero de 1835 era la demostración cabal de que Facundo Quiroga, lejos de haber dejado de lado los intereses de las provincias mediterráneas (entre las que se encontraban las tres de Cuyo), arriesga su salud y su vida para defenderlos y dejarlo registrado en ese documento que él firma junto a los representantes de las cuatro provincias norteñas.
Conocido por Rosas el Acuerdo de Santiago del Estero firmado por Facundo días antes de su muerte, el tratado era rechazado por el mandamás bonaerense "rápida, clara, firmemente", demostrando la incompatibilidad entre el federalismo del Interior y la "santa federación" bonaerense.
El 7 de marzo de 1835, Rosas es elegido por segunda vez gobernador de Buenos Aires y asume su cargo con la suma del Poder Público, facultades extraordinarias y el manejo de las relaciones exteriores en representación de las provincias.
Causalmente, y no por casualidad, la muerte de Quiroga, la de Heredia apenas tres años después, y para mayor tragedia del federalismo provinciano en general, la muerte del líder del federalismo del Litoral Estanislao López, condenaron el federalismo del Interior a la impotencia, postergando dieciocho años más la organización nacional y la consecución de una Constitución Federal en nuestro país. Así estaban las cosas en el país al llegar Nazario Benavides a la gobernación de San Juan.