Buscar un pacto de conciencia para preservar a la Argentina
Los sectores económicos en estos días están especulando a la hora de poner sus productos en el mercado. A pesar de que la cotización del dólar se encuentra en una meseta aducen que se preservan por lo que vaya a ocurrir luego del balotaje. Es necesario un acuerdo en el país para salir del pozo y volver a escalar al lugar que los argentinos y el país merecen. Las especulaciones no tienen lugar en ese acuerdo.
En este momento en la calle hay un gran descontento de los ciudadanos en particular. Es que van a comprar algunos productos y definitivamente no los encuentran. Cuando los hayan están sin precios y el consumidor está expuesto a que le cobren cualquier cosa. En este brete también se encuentra la actividad productiva que no encuentra insumos para seguir adelante. Cuando se consulta dicen "no hay precios hasta que pasen las elecciones" y pase lo que pase "a partir del lunes habrá modificaciones de precios notables".
Sin dudas, la incidencia de la política juega un gran papel en este contexto preelectoral donde el destino del país se define el próximo domingo. Desde el sector empresario sostienen que gane quien gane, desde el lunes se producirán cambios y la mejor forma de no perder es protegiéndose ejecutando la menor cantidad de operaciones posibles.
Esta postura contrasta con las necesidades del común de la gente, que van a supermercado y no encuentran lo que necesitan, también los ocurre lo mismo con productos de suma necesita como son algunos medicamentos. En este último caso les dicen "las droguerías no los están vendiendo". Los que venden indumentaria tienen el mismo problema, ya que en muchos casos no consiguen prendas o el dinero para hacer el recambio o el stock para la temporada y por ende no tienen con que vender. Y es la misma situación cuando se hace un recorrido sectorial.
En este esquema de especulación el que paga el pato de la boda es el consumidor final y el pequeño emprendedor, revendedor, que depende de otro para poder comercializar sus productos. Y en el inconsciente colectivo nace el temor y la gente se pregunta ¿qué es lo que pasará y hacia dónde vamos a ir?
Por ello, en la actualidad urge un acuerdo político y económico, que garantice que el país tendrá continuidad y con ello romper con la grieta que no hace más que separar a los argentinos para un lado u el otro, por el solo hecho de pensar distinto. La política y el poder económico deben garantizar que el país tendrá continuidad más allá de lo que ocurra en un proceso electoral. En Argentina, de un lado y del otro, dicen que el que gana será la debacle del país. Sin pensar en que "de alguna manera se tienen que conseguir consensos para, primero, sacar del país del lugar de marginalidad extrema que se encuentra. Es por ello que se tienen que dejar de lado las especulaciones y tanto la política como el sector económico tienen que "llamar a un Pacto de Conciencia", que permita al país seguir adelante.
Hay casos en la historia que muestran ejemplos de esta naturaleza y si algunos países lo consiguieron, porque no lo puede hacer Argentina.
El mejor ejemplo se dio en España, tras la salida de Franco del Poder y en la transición política se llamó a lo que se denominó Pacto de la Moncloa. Esto ocurrió en 1977 y en ese momento histórico se firmaron dos acuerdos.
El Pacto de la Moncloa son dos acuerdos, uno económico y otro político. El acuerdo económico incluyó en una serie de medidas de ajuste económico para estabilizar la economía, muy dañada por las consecuencias de la crisis económica de los años 70. El acuerdo político reconocía una serie de derechos que posteriormente se trasladarían en España al Código Penal y a la Constitución de 1978.
Otro país que obro de manera similar y siguiendo el modelo español fue Israel, que si bien en este momento libra una dura guerra con el Grupo Terrorista Hamás, se convirtió en una de las economías más pujantes del norte de África. Este país en 1985 padecía una inflación del 500%, un nivel de desempleo muy grande y una terrible crisis social. La realidad es que Israel a raíz de las guerras de 1967 y 1973 y la crisis petrolera de 1970 había quedado al borde del abismo.
En ese contexto el gasto público era del 76 % del PBI ya que el gasto militar equivalía a casi el 26% del mismo. El déficit fiscal entre 1973 y 1984 era del 17.3% del PBI de Israel. La única forma de afrontar este problema era financiarlo emitiendo moneda a través del Banco Central. Este se encontraba supeditado a las decisiones del gobierno de turno. A esto se le tiene que sumar que la deuda externa era dos veces la de su PBI y que no había ningún organismo internacional que les quisiera prestar.
Esto llevó a que los dos partidos mayoritarios de Israel se tengan que unir en 1984 en un gobierno de coalición. Shimon Peres del Partido Laborista y a Ytzhak Shamir del Likud formaron un gobierno de unidad nacional. Luego de su asunción intentaron lograr acuerdos con la unión de trabajadores y el sector empresario de ese momento, pero fracasaron.
Por esto en 1985 deciden de manera unilateral implementar un programa económico y político para lograr la estabilidad económica del país. Este programa había sido elaborado por expertos y entre otras cosas incluía medidas típicas para bajar de manera abrupta la inflación. Entre las acciones que se aplicaron fue el congelamiento de algunos productos y de los salarios; un tipo de cambio rígido entre la moneda israelí y el dólar. También se bajó el gasto público en un 4% del PBI, que incluía salarios, subsidios y programas sociales que se implementaban en ese momento.
A esto se le sumó tres leyes. La primera le daba independencia total al Banco Central, la segunda le dio al Departamento de Presupuesto del Ministerio de Economía completa potestad para monitorear la implementación del presupuesto y la tercera se llamó ley de reformas que permitió añadir a la Ley Nacional de Presupuesto, las reformas económicas para que el presupuesto sea balanceado.
Vale marcar que los cambios que se implementaron en una coyuntura política y económica difícil de ese momento, la mayoría no están vigentes. Ya que su utilización se agotó a partir de que comenzaron a cambiar las condiciones del país.
Lo que sin dudas demuestra que hay medidas que aplican los Estados que atienden a necesidades de un momento y que tienen un plazo perentorio. En caso de seguir aplicándolas eternamente ocurre que llegará el momento en que se agoten.
Estos dos ejemplos son una muestra que a situaciones críticas tienen que aparecer los acuerdos y que estos tienen que velar por el bien común. Sin duda se tiene que considerar lo que plantea en sus páginas el CELAM- Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño- sostiene que "la doctrina social de la Iglesia aprueba la economía de mercado como un sistema económico moralmente admisible, e incluso muy apto para conseguir sus fines, y que en sus elementos esenciales no hay nada directamente condenable".
Atendiendo a la realidad nacional y mirando los logros de al menos los dos países tomados como ejemplo se tienen que producir cambios. También se tienen que tomar en consideración los hierros que se cometieron.
Por ello, el mirar la historia es el mejor retrato para copiar modelos y adaptarlos a las necesidades de cada país y del momento. El tema es hacerlo teniendo en cuenta el bienestar común de la sociedad y no los intereses particulares de un grupo específico.
Argentina tiene más de 45.8 millones de habitantes, que no se merecen el país que en este momento tienen. Por ello, se debe pensar rápidamente en recuperar la confianza en el país, apostando por su activación económica y social. Hoy, quien tiene el poder económico apuesta a sacar su dinero del país, fuga de capitales, en vez de hacer una apuesta por el país. Los acuerdos tienen que hacerse y lograr que las ganancias que se obtienen no sean moralmente cuestionables y que quienes tienen el poder del dinero entiendan que se tiene que lograr un pacto de Conciencia para Recuperar a la Argentina.