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ANALISIS DE UN EXPERTO

Tras el ataque palestino, a Israel solo le sirve la paz

Eduardo Carelli sobre la situación de Israel.

Era el 6 de octubre de 1973 cuando, en el marco de la festividad judía del Yom Kippur y tomando por sorpresa a las Fuerzas de Defensa Israelíes –IDF-, egipcios y sirios llevaban adelante un ataque simultáneo buscando recuperar los territorios perdidos en la Guerra de los Seis Días ocurrida en 1967, los primeros la península del Sinaí y los segundos los Altos del Golán.

Ahora, exactamente 50 años después, las milicias de Hamas y de las Brigadas Al-Qasam, de la Franja de Gaza, y en el marco de la festividad judía de Simjat Torá, llevan adelante un desesperado ataque a las colonias y poblados judíos cercanos, matando a varias decenas de personas y capturando la mayor cantidad de rehenes posibles para usarlos de escudos humanos considerando la inminente respuesta israelí que, saben, se vendrá. Paralelamente, arrojan sobre la costa oeste y el sur de Israel, varios miles de cohetes, tanto los caseros Qassam, como probablemente otros del tipo soviético Grad, basados en los antiguos Katiusha empleados en la Segunda Guerra Mundial.

Las causas para tan cruento acontecimiento son muchas, las más evidentes son el ahogamiento de la población palestina en Gaza, una gigantesca villa miseria de 45km² y más de medio millón de habitantes, y la nueva intifada palestina en Cisjordania contra Netanyahu, que desde su última llegada al poder no ha dejado de profundizar la política de ampliar las colonias israelíes en tierras palestinas, elevando los niveles de represión a cifras solo superadas por las de las dos primeras intifadas –levantamientos civiles palestinos-, las de 1987-1991 y 2000-2005.

Pero hay un objetivo oculto y mucho más importante y es el avance de la diplomacia entre Israel y el mundo islámico. Desde los "Acuerdos de Abraham", firmados entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel en 2020, y la posterior normalización de relaciones de Israel con Marruecos y Bahrein, se ha profundizado el acercamiento –y los negocios- entre musulmanes e israelíes. Recientemente, en el marco de estos acercamientos, una delegación saudita visitó Jerusalén y fue muy mal recibida por la comunidad palestina, que se siente cada vez más abandonada por parte de todo el mundo árabe, con excepción de Irán, que apoya explícitamente a la milicia Hezbollah, formada por los palestinos expulsados al Líbano, y que claramente estaría detrás de la logística militar de Hamas.

Esta oculta causa diplomática sería el motivo de la tan desesperada como precaria ofensiva gazatí, que tiene por único objetivo despertar la furia hebrea y buscar una reacción desproporcionada que ponga en riesgo el avance de las negociaciones de Israel con sus vecinos regionales, particularmente con Arabia Saudita, negociaciones que habían comenzado a dejar grandes ganancias económicas para empresas israelíes, incluso mediante la venta masiva de armas a países como Azerbaiyán y Marruecos.

Esto explicaría el por qué de las imágenes desgarradoras que los propios milicianos palestinos hicieron circular deliberadamente en la red social X, ex Twitter, buscando despertar la ira de Netanyahu y la sobrerreacción, como ya se vio cortando el suministro de energía a toda Gaza y destruyendo, por parte de la aviación israelí, el segundo edificio más alto del país, que albergaba a los estudios televisivos del marginado lugar.

De hecho, tras el bombardeo inicial a Gaza, las milicias respondieron arrojando unos 150 cohetes contra Tel Aviv a los efectos de duplicar la apuesta, y demostrando que ni uno de los sistemas defensivos más avanzados del mundo, la famosa "Cúpula de Hierro", podía dar respuesta a un ataque masivo por más asimétrico que sea, tanto por lo precario de los cohetes palestinos, como por lo avanzado de los misiles antiaéreos israelíes.

Tras este hecho, cabría preguntarse cómo la ofensiva gazatí, que rompió la línea fronteriza usando topadoras, concentrando hombres y enviando milicianos en parapente, no pudo ser detectada por los servicios secretos israelíes, tanto por el Shin Bet, que se dedica a la seguridad y el espionaje interno, como por el Mossad, que realiza operaciones internacionales, ambos considerados entre los mejores del mundo. Llama la atención que a pesar de utilizar malware y software espías, drones de reconocimiento, satélites, radares e informantes sobre el terreno el alto mando israelí no detectara acumulaciones de tropa y de maquinarias en la frontera, o es un error de consideraciones bíblicas, como el que cometieron en 1973 no previendo el ataque de sus vecinos, o dejaron hacer sin evaluar la fortaleza del ataque debidamente.

En cualquier caso, la penetración palestina y el cobarde asesinato de ciudadanos israelíes, y acá no cuenta como respuesta que las IDF asesinan ciudadanos palestinos, le dan maquiavélicamente –con perdón del filósofo político florentino- a Netanyahu la posibilidad de encolumnar tras de sí a la por él mismo dividida sociedad israelí, tras su intento de reformar poder judicial para someterlo al ejecutivo y cerrar momentáneamente la grieta.

Mientras tanto, las milicias gazatíes no tienen mucho que perder, habitan un territorio abarrotado y sometido a todo tipo de precariedades, donde, según Amnistía Internacional, el 96% del agua está contaminada y no sirve para consumo humano, y saben que Israel tiene claro que no lo puede ocupar militarmente, pues fracasó en su intento de invadirlo en 2014 con el consecuentes enormes gastos económicos, pérdidas humanas y una nueva condena internacional por crímenes de guerra y violación de derechos humanos. En definitiva, a menos que quiera generar una nueva crisis de refugiados y rediseñar el mapa, Israel debería buscar la paz a cualquier precio.

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