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Democracia Corinthiana

El fútbol, la mejor propaganda para pedir democracia

El Corinthians, uno de los grandes equipos de Brasil,  comenzó a principios de la década de 1980 una revolución futbolística, ganando los torneos paulitas de 1982 y 1983, y también, una revolución política.

Sócrates con su brazo en alto y el puño cerrado. El saludo que realizaba el volante cada vez que convertía un gol se remonta a la antigua Asiria como un símbolo de resistencia.

A lo largo del siglo XX, y en un sinnúmero de ocasiones, el fútbol fue utilizado por las dictaduras militares para publicitar sus regímenes, tapando todos los atropellos cometidos contra sus propios pueblos. Rara vez el deporte más popular del mundo fue empleado para reclamar por democracia, para reclamar que el pueblo tiene sus derechos fundamentales y uno de ellos es el de elegir a sus gobernantes.


Desde 1964, cuando derrocaron al presidente Joao Gular, Brasil estuvo gobernado por una dictadura. Los generales Castelo Branco, Costa e Silva, Médici, Geisel y Figueredo, se sucedieron en la presidencia. Algo similar ocurría en la mayoría de los países de la región.


Dictadura que supo usufructuar  el título obtenido brillantemente por Pelé, Gerson, Rivelinho, Tostao y compañía en el mundial que se jugó en México en 1970. Dictadura que instó a que en el Brasileirao de 1981, torneo que agrupa a los principales equipos de todos los estados, jugarán 94 equipos. 


No les importó que los equipos más chicos, aquellos que habían sido invitados a participar del "carnaval del fútbol", no tuvieran la alimentación y la preparación necesaria para afrontar un campeonato de tal magnitud. Lo único que importaba era darle fiesta a un pueblo que tenía otras necesidades: la principal de ellas, la libertad.


Pero los militares nunca imaginaron que ese germen de libertad, de democracia,  al que aspiraba gran parte del pueblo brasileño se daría en el interior del "carnaval" futbolístico que ellos alentaban. 


A fines de 1981 se produjo un hecho que marcó el origen de la revolución contra la dictadura, una revolución que no necesitó armas, una revolución hecha por un equipo de fútbol: el Corinthians, equipo con el que se identifican los sectores populares y la clase obrera de San Pablo.


Luego de pobres campañas en el campeonato paulista, el Timao, como se lo conoce al Corinthians, decidió contratar como Director de Fútbol a Atilson Monteiro Alves, sociólogo y exmilitante universitario. 


Apenas asumió su cargo acordó con los jugadores,  utileros, masajistas, ayudantes y médicos: votar todo, algo inédito en el fútbol. Todos tendrían un voto para definir cómo y cuándo entrenar, qué comer, sí se realizaban o no concentraciones, incluso hasta qué jugadores contratar.


La propuesta de Monteiro Alves encontró rápidamente aceptación en los dos pilares del grupo: Sócrates y Wladimir. El primero, un intelectual, que se había recibido de médico mientras jugaba al fútbol,  amante del ajedrez y de relacionarse con artistas, políticos y escritores en sus horas libres; el segundo, representante de la relegada clase negra obrera, seguidor de Martín Luther King y fanático de la lectura. 


El Timao, apoyado en esos tres pilares, comenzó una revolución futbolística, ganando los torneos paulitas de 1982 y 1983, y también, una revolución política.

El Timao comenzó una revolución futbolística, ganando los torneos paulitas de 1982 y 1983, y también, una revolución política.


Sócrates, que había sido la gran apuesta del club, contratándolo en 1978,  afirmaba: "Soy de una generación alienada que no tiene información política, y además, la generación del miedo". 
Con relación a la propuesta de Monteiro Alves, el espigado y hábil volante  decía: "Discutir y votar era un juicio. Votábamos hasta si el autobús debía parar porque alguien quería hacer pis". 


En una ocasión, Corinthians viajó a Japón para jugar una serie de partidos amistosos. Al llegar a Tokio, luego de más de 30 horas de un viaje agotador, Walter Casagrande,  el joven goleador del equipo, manifestó sus ganas de volverse a Brasil porque extrañaba a su novia. Finalmente el plantel se quedó en tierras asiáticas, luego de una votación muy reñida.


El sociólogo y politólogo brasileño Emir Sader expresó: "Cuando nadie podía votar en Brasil, los jugadores del Corinthians conquistaron el derecho de decidir sobre sus rumbos".


La "novedad corinthiana" hizo mella en los pobladores paulistas. En 1982, forzados por los reclamos de la sociedad, los militares debieron conceder elecciones para elegir Gobernador del Estado de San Pablo para el 15 de noviembre. 

Los jugadores del Corinthians salieron a la cancha con la inscripción “Día 15, vote”.


Los jugadores del Corinthians (en gran parte impulsores de esta movida), cuando todavía ningún equipo llevaba publicidad en sus camisetas, salieron a la cancha con la inscripción "Día 15, vote". 


Ese fue el punto de partida para que el pueblo brasileño comenzara a exigir elecciones directas, que el Presidente sea elegido por el voto directo del  pueblo y no por un parlamento como ocurría hasta ese momento, pidiendo que se reformara la Constitución en ese punto. 


Dicho movimiento tuvo su auge durante 1983 y se denominó "Direita ja (Directas ya)", con el Corinthians a la cabeza. Sus jugadores exhibían los símbolos amarillos, que identificaban a la campaña,  en sus vinchas o botines. 


La empresa  llegó a reunir a más de un millón de personas en la principal plaza de San Pablo. Sócrates, que había sido tentado por la Fiorentina para jugar en Italia, prometió ante la multitud  que se congregó en el acto que  "si la enmienda constitucional se aprueba en Diputados y Senadores, no voy a dejar mi país".  


En la final del campeonato paulista de ese año entre Corinthians y San Pablo, el Timao ingresó al campo de juego con una bandera que decía: "Ganar o perder, pero siempre en democracia".


La promesa hecha por  Sócrates y el gol que marcó en la final ante el San Pablo, dándole el campeonato a su equipo, no fueron suficientes para que se aprobara la enmienda constitucional en el Congreso. 


"Una de las pocas veces que lloré en mi vida fue cuando no se aprobó la enmienda", confesó el volante, que en 1984 cruzó el Atlántico para jugar en el equipo de Florencia.


Seis años tuvo que esperar "Magrao" (como se lo conocía a Sócrates por su delgadez) y el pueblo de Brasil para elegir a Presidente con el voto directo. En 1990, Fernando Collor de Mello asumió la presidencia elegido por el sufragio directo. En ese logro,  el Corinthians y Sócrates tuvieron mucho que ver.  Se animaron a sembrar la semilla de la democracia en una tierra dominada por militares.

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