La Iglesia Católica eleva a la santidad a dos venezolanos

El 19 de octubre se inscribirá en la memoria colectiva de los fieles venezolanos como una fecha significativa. Durante una solemne ceremonia, el Papa León XIV canonizó a José Gregorio Hernández Cisneros, conocido como el médico de los pobres, y a la madre Carmen Rendiles, fundadora de la Congregación Siervas de Jesús, quienes se convirtieron en los primeros venezolanos elevados a la santidad.

Desde las primeras horas del día, más de 55.000 peregrinos abarrotaron los alrededores del Vaticano. La presencia de más de 5.000 venezolanos fue especialmente notable, manifestándose en un fuerte aplauso que resonó en la Plaza de San Pedro al escuchar los nombres de los nuevos santos durante la lectura de sus biografías por parte del cardenal Marcelo Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos.

Una ovación similar se escuchó al mencionar a Bartolo Longo, un nuevo santo italiano que, tras abandonar el espiritismo y las sectas satanistas, abrazó la fe católica y dedicó su vida al apostolado y al servicio de los más necesitados. Además, el Papa canonizó a Sor María Troncatti, enfermera de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial, quien trabajó incansablemente en la reconciliación entre colonos e indígenas en el oriente del Ecuador.

También fue elevada a los altares Vicenta María Poloni, fundadora del Instituto de las Hermanas de la Misericordia, centrada en el servicio a los enfermos y marginados. Junto a ellos, fueron canonizados Ignatius Maloyan, arzobispo armenio martirizado en 1915, y Pedro To Rot, catequista de Papúa Nueva Guinea asesinado por defender la indisolubilidad del matrimonio cristiano.

La ceremonia de canonización en la Plaza de San Pedro comenzó con la intervención del cardenal Semeraro, quien presentó al Papa León XIV las historias de los siete nuevos santos. Tras pronunciar la fórmula en latín que oficializó la canonización, el Papa dirigió una homilía a los miles de fieles presentes, subrayando que en un mundo sin fe, la libertad sería "derrotada por la muerte".

El Pontífice advirtió sobre las consecuencias de la ausencia de fe, afirmando: "Si desapareciese del mundo, ¿qué ocurriría? El cielo y la tierra quedarían como están, pero nuestro corazón carecería de esperanza; la libertad de todos sería derrotada por la muerte; nuestro deseo de vida precipitaría en la nada. Sin fe en Dios, no podemos esperar en la salvación".

El Papa León XIV también resaltó a los nuevos santos como ejemplos de vida cristiana auténtica, señalando que "no son héroes, o paladines de un ideal cualquiera, sino hombres y mujeres auténticos".