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Un día especial

Yamila Manzano, la maestra que eligió enseñar en Guanacache y convirtió su vocación en un legado

Con 17 años de trayectoria en Guanacache, Yamila Manzano eligió la docencia rural como forma de vida. Directora interina y maestra, reparte sus días entre dos escuelas y una comunidad que la adoptó como propia. Entre caminos de tierra, temperaturas extremas y la falta de recursos, sostiene con esfuerzo y pasión la misión de enseñar, convencida de que la educación es la semilla que transforma hasta los paisajes más áridos.

Yamila compartiendo con sus alumnos

Entre caminos de tierra, distancias interminables y comunidades que viven de la esperanza, Yamila Manzano lleva adelante su misión docente en Guanacache. Directora interina y docente rural, reparte su vida entre dos escuelas y una comunidad que la adoptó como parte de su identidad. Su historia es la de miles de maestros que sostienen con esfuerzo y pasión el derecho a la educación en los rincones más olvidados de San Juan.

El comienzo de un camino marcado por la vocación
Cuando Yamila Manzano decidió estudiar para ser docente, no imaginaba que terminaría entregando su vida profesional a las escuelas rurales de San Juan. Nacida en Rawson, su historia se fue moldeando por las circunstancias de la vida y el anhelo que nunca pudo cumplir su madre: convertirse en maestra.

"Mi mamá siempre quiso ser docente, pero en aquellos tiempos los padres no dejaban que las hijas viajaran para estudiar. Ella no pudo, pero sin decirlo nos transmitió ese deseo. Hoy mi hermano también es docente y verla a ella orgullosa de nosotros fue lo más grande", cuenta Yamila a Zonda Diario, a través de audios de WhatsApp, ya que la conectividad en la zona rural no siempre permite llamadas.

En un acto también se comparten cosas importantes

Ese impulso inicial, nacido en la familia, fue el que la llevó a elegir la docencia como una forma de vida. Con apenas unos años de recibida, optó por los lugares más alejados. Y desde entonces no se apartó del compromiso.

Guanacache, tierra de distancias y sacrificio
Desde hace 17 años Yamila trabaja en la zona de Guanacache. Allí asumió primero como maestra de grado, y con el tiempo se convirtió en directora interina de la escuela Olegario Víctor Andrade. Al mismo tiempo, reparte su jornada como docente en la escuela Posta de Yatasto, ubicada en la Villa de Media Agua, a unos 40 kilómetros de distancia.

"Parte no de mi tiempo, sino de mi vida, paso en mi escuela o cerca de mi escuela", confiesa. El día a día es un desafío: temperaturas extremas, caminos en mal estado y viajes bajo el sol abrazador de más de 40 grados en verano. "A veces decidimos esperar que baje el sol para volver a casa porque el camino se vuelve intransitable", relata.

Los alumnos también cargan con las distancias. "Algunos no pueden venir porque deben cuidar a sus hermanos, otros porque no tienen calzado o porque la casa queda demasiado lejos. Cuando uno los va a buscar enojado y ve la realidad, se da cuenta de que no es falta de voluntad, sino de recursos", explica.

Más que una maestra: parte de la comunidad
En lugares como Guanacache, la escuela no es solo un espacio de aprendizaje. Es también el centro social y comunitario. "Acá somos la escuela, la iglesia, el puesto sanitario y todo lo que se organiza en el pueblo. Si la escuela necesita algo, nos reunimos todos, hacemos bingos o comidas para juntar fondos. Todos colaboran", asegura Yamila.

Su rol excede lo pedagógico. Día por medio viaja a la ciudad, y aprovecha para traer encargos de los vecinos: desde cuadernos y afiches hasta medicación o alimentos. "A veces nos llaman a las nueve de la noche para pedir un cuaderno, porque no lo encontraron en el negocio del pueblo. Entonces uno se organiza para traer lo que haga falta", cuenta.

La ayuda externa también es fundamental. Yamila destaca el apoyo de la Fundación Ruta 40, que provee materiales didácticos. Pero las carencias persisten. "Lo que más necesitamos hoy son juegos de patio. Los chicos no tienen plaza y para ellos jugar es solo a la escondida o a la mancha. El año pasado armaron una cancha de fútbol precaria, pero merecen mucho más", pide.

Entre la docencia y la vida personal

Yamila con el perro que la acompaña a todos lados


La vida de Yamila no se entiende sin la docencia. "Este trabajo es parte de mi vida, no lo tomo solo como una profesión. Aquí uno es psicólogo, madre, consejera… uno aprende y enseña todos los días", asegura.

Su historia también está marcada por anécdotas entrañables. Recuerda que cuando fue a concursar por el cargo en la escuela, cuando llegó en un viejo Renault Gordini y, al intentar estacionar, en la Escuela Hogar, se le salió el volante en la mano. O aquella vez que le aplastó un portafolio a una compañera que fue a buscar en la ruta y que sin querer lo piso con el auto. "Son cosas que hoy nos hacen reír, aunque en su momento fueron un caos", dice entre risas.

Hace dos años encontró en el camino un perro abandonado, que hoy es su compañero inseparable. "Me acompaña todos los días, va conmigo a la escuela, a las reuniones, a todos lados. Ya es famoso en la zona y hasta en el ministerio", cuenta orgullosa.

En lo personal, Yamila reconoce que el tiempo en familia es escaso. Solo su hermano y ella mantienen la tradición de almorzar juntos algún sábado o domingo. "Los docentes rurales pasamos mucho tiempo solos, pero tratamos de valorar cada encuentro con la familia", explica.

El orgullo de ver florecer a sus alumnos
La mayor recompensa de Yamila es ver los frutos del esfuerzo compartido. "Es un orgullo cuando me encuentro con exalumnos que hoy son profesionales, que fueron abanderados, o que me presentan a sus hijos. La base está en el nivel primario y ver que crecieron con esas primeras letras que uno les enseñó es impagable", afirma con emoción.

En ocasiones, incluso ha debido enseñar a padres analfabetos junto a sus hijos. "No se trata solo de formar a los niños, también de acompañar a las familias en su proceso educativo", dice.

Proyectos y sueños
A pesar de los años y las dificultades, Yamila no se detiene. Está próxima a recibirse en el profesorado de educación secundaria en TIC, convencida de que la tecnología es una herramienta clave para achicar la brecha educativa. Además, desarrolla un pequeño emprendimiento de impresiones 3D, una pasión que nació como hobby y que hoy le abre nuevas oportunidades.

"Me gusta aprender, me gusta innovar, porque todo lo que yo aprendo trato de volcarlo en la escuela. Ellos merecen tener las mismas oportunidades que cualquier chico de la ciudad", asegura.

Una vida dedicada a enseñar
La historia de Yamila Manzano refleja la entrega silenciosa de los docentes rurales. Con esfuerzo, creatividad y pasión, sostiene una tarea que va mucho más allá de enseñar a leer y escribir. Es compañía, guía y sostén en una comunidad que la reconoce como parte de su identidad.

"Enseñar es un orgullo. A veces llego cansada, con problemas, pero al entrar a la escuela todo se transforma. Ellos me contagian con su risa, con sus ocurrencias, con su forma de ver la vida. Por eso sigo acá, porque cada día encuentro una razón para quedarme", concluye.

Juntos a los chicos, Yamila comparte el almuerzo

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