Fray Justo y el ideario artiguista en Cuyo
El fraile sanjuanino Fray Justo Santa María de Oro fue una figura clave en la expansión del ideario de José Artigas en el oeste argentino. Su historia y su pensamiento revelan un federalismo profundamente enraizado en la identidad regional.
En "La saga del artiguismo mediterráneo", el historiador Roberto A. Ferrero exhuma una verdad desconocida por muchos cuyanos y quizá por muchos argentinos y latinoamericanos: el artiguismo fue un movimiento que trascendió las provincias de la "Liga Federal" y tuvo palpable influencia en Cuyo y el Norte argentinos. El más "caracterizado" de los seguidores del Protector de los Pueblos Libres en Cuyo fue el fraile sanjuanino Justo Santa María de Oro, y es cosa probada –sostiene Ferrero-, que la actividad del religioso dominico estaba en línea con la del oriental.
La preeminencia del ilustre sacerdote dentro del artiguismo sanjuanino reconoce sus antecedentes en el inicio del gobierno del Gral. San Martín en la Gobernación-Intendencia de Cuyo.
El 26 de abril de 1815 -refiere Ferrero-, los sanjuaninos, reunidos en Cabildo Abierto -órgano representativo de la voluntad popular en esa época-, depusieron al teniente-gobernador coronel Manuel Corvalán y entronizaron al joven Dr. José Ignacio de la Roza en su lugar. Del mismo modo, en mayo de ese mismo año, los sanjuaninos le comunican al Gral. San Martín (gobernador de Cuyo desde 1814), que San Juan elegía seguir bajo el "gobierno de su Protector erigido por la voluntad general de los pueblos".
El historiador local Héctor Domingo Arias confirma que "la terminología muestra la influencia artiguista, al igual que el contenido: San Martín Protector por la voluntad de los pueblos". En efecto, el gobernador de Cuyo sería sostenido en toda la gran provincia (San Juan, Mendoza y San Luis), no por voluntad del Directorio sino del mismo pueblo cuyano, protagonista de la que el historiador Ferrero llama la "primera revolución autonomista" en territorio del Río de la Plata.
No está de más aclarar, que fueron los dominicos en San Juan, a instancias de Fray Justo, quienes firman con los demás vecinos de San Juan el pedido de que el Gral. San Martín, "a quien aman con la mayor ternura y le miran como a la columna de su provincia", no sea reemplazado por el coronel Perdriel (como disponía el Directorio), "por vivir satisfechos de conducta tan brillante" en el cargo de Gobernador de Cuyo.
Dícese también que don José Clemente Sarmiento, padre del prócer, comulgaba con las ideas artiguistas, por lo que el Gral. San Martín (seguramente basado en criterios disciplinarios), por creerlo una fuente de anarquía que dificultaría la organización del Ejército de los Andes, considerará que la conducta del padre de Domingo Faustino "no es menos digna de castigo" que la de Pedro José Zavalla, otro artiguista de su época. Gajes del oficio diríamos ahora.
En su libro sobre Fray Justo Santa María de Oro (1960), Emilio Maurín Navarro no habla de la relación entre Artigas y el fraile dominico, pero nos permite vislumbrar la identidad de ideas y principios entre ambos próceres de nuestra historia nacional rioplatense y latinoamericana, como hemos podido rescatar de las fuentes locales consultadas.
Virtudes, principios e ideas
Antonio B. Toledo –citado por Maurín Navarro- destaca de Santa María de Oro "su constante preocupación por la suerte de la patria" y la "notoria despreocupación por todo lo que significa un interés material". Tales virtudes o principios podrían atribuírsele por ser religioso, pero, como hemos podido corroborar en el intercambio epistolar entre San Martín y Vicente López y Planes, resultaban ser por aquella época las de todo patriota y revolucionario, en oposición al "principio de habilidad y riqueza" de la que hacían gala los partidarios de la contrarrevolución.
"Yo amo a mi patria más que a mí mismo –diría Santa María de Oro-; así me he sacrificado y sacrifico continuamente, disponiéndome a carecer de las más dulces e inocentes satisfacciones que aquí gozo, con tal de servir a la línea y ramo de la sociedad en que estoy constituido". Se ve que la vida conventual no le impedía al religioso sanjuanino mantener abiertos sus ojos, sus oídos y su mente a la realidad de sus paisanos, de su tierra y de su época.
En Chile, lugar de su residencia religiosa por un cuarto de siglo, escribe: "La independencia de América, es conforme a los principios de la razón y la justicia natural confirmada por la gracia de los Evangelios y el orden de los sucesos humanos".
Consustanciado con la "forma republicana de vida dominica", en su refutación al Gobernador de la Orden, Dr. Cienfuegos, que lo cuestionaba por sus ideas, le contesta: "Habiendo considerado que las autoridades peninsulares han cambiado de hecho y de derecho por el acto de haberse creado en el país un Gobierno nativo, hemos manifestado con toda expresión, que las Comunidades Religiosas como partes naturales de la sociedad, se confunden en el todo del Estado, sujetas y sometidas a las autoridades políticas y a las eclesiásticas en la línea y modo que corresponde a éstas".
Eso ocurría cuando, pensar de esa manera o poner en tela de juicio el absolutismo monárquico primero y luego porteño, le podía ocasionar –sobre todo a un religioso, lo mismo que a un militar sujeto a disciplina- "momentos de peligro" que pusieren "en riesgo su propia vida", ello debido a la "suerte desastrosa que le acompañaba en Chile –según confiesa él mismo- por el gran pecado de ser amador de la libertad y del orden de las cosas".
La "libertad" y el "orden de las cosas"
La libertad, está de más decirlo, era la libertad de gobernarse a sí mismos sin tutorías absolutistas, en igualdad de condiciones con las demás provincias de España. Y ante la pretensión de Buenos Aires de erigirse en tutora y albacea de sus hermanas (sin autorización ni beneficio alguno para ellas), ese concepto contestatario del poder absolutista y/o excluyente y exclusivo, se extendería contra esa provincia rioplatense, usurpadora además de las rentas del Puerto y de la Aduana.
He allí un punto crucial de identidad con el movimiento independentista, artiguista, federal y autonomista a la vez, nacido también "como una reacción defensiva del interior ante el avasallamiento del centralismo portuario que destruía sus instituciones y cegaba sus fuentes productivas".
Si nos retrotraemos a 1809, podemos ver que Fray Justo había tenido la oportunidad de percibir en España "el ambiente que rodea la Corona, ambiciosa y corrompida", según su propia expresión, que desde ya puede ser tomado como un antecedente de su pensamiento anti absolutista y anti monárquico. Es más, su "actividad revolucionaria" y su definida posición autonomista, independentista y republicana le traerá problemas en Chile "con un vasto sector del clero chileno" según apunta Maurín Navarro.
En cuanto al "orden de las cosas", esta expresión podría parecer la ingenua idea de un religioso, que además no reivindicaba "la política". No era así, aunque sí tenía que ver en parte con su formación religiosa. Tampoco sería el primer caso de un religioso transformado en revolucionario: aparte de los ya conocidos Miguel Hidalgo y José María Morelos, libertadores de México, Manuel Belgrano iría a España para hacerse cura y volvería abogado y revolucionario, Fray Luis Beltrán sería el principal responsable en la fabricación de armas para el Ejército Libertador y el fraile José Félix Aldao, caudillo popular de Mendoza, ocuparía el cargo principal del Ejército Combinado de Cuyo durante el gobierno central de Juan Manuel de Rosas.
Según el texto clásico de la Summa de Santo Tomás –nos explica Maurín Navarro en su libro sobre Fray Justo- "establecer un orden en vista del bien común, corresponde a la multitud entera o alguno que representa la multitud". Como profesor de Teología en la Universidad de San Felipe, Chile, Fray Justo glosará constantemente estas enseñanzas de Santo Tomás de Aquino: "Para una buena organización del Estado es necesario que todos participen del Gobierno".
En esa idea de la participación de los americanos, de la "multitud" o de "alguno que representa a la multitud" en el propio gobierno, nos parecer ver también una profunda identidad con las ideas artiguistas y autonomistas de su época.
Desde 1812 mantiene también una activa correspondencia epistolar con conocidas personalidades del Río de la Plata. Una de sus preocupaciones por esa época es procurar la autonomía de la Orden Dominicana de Cuyo tanto en relación con Chile como con Buenos Aires e incluso a Córdoba (idea "autonomista" que caracteriza al ambiente revolucionario de la época).
Ese "republicanismo" e "independentismo" que la Orden Dominica enseñaba y recomendaba estaba basado en la convicción de que "la práctica de las virtudes cristianas debía estar unida al civismo". En esa línea, siendo Prior regional de los dominicos, apenas llegado del destierro chileno en 1814, colaborará en Mendoza con la organización del Ejército Libertador confirmando su compromiso con la Independencia y su ininterrumpida amistad con San Martín, a quien había conocido en España en 1809.
Pero no se trataba simplemente de la simpatía de Fray Justo por el "padre de los pobres" y "Protector de los Pueblos Libres", porque vuelto a San Juan, después de su actividad como diputado republicano en el Congreso de Tucumán, el sacerdote domínico desarrollará una gran actividad de difusión de las ideas federalistas y democráticas del artiguismo. Tal prédica no pasa desapercibida para las autoridades cuyanas.
El mismo gobernador José Ignacio De la Roza -autonomista pero no artiguista-, le comunicará a Toribio de Luzuriaga (Gobernador de Cuyo en ausencia de San Martín, inmerso ya en la campaña libertadora de Chile), que "los individuos coadunados a la opinión mortífera del jefe Oriental D. José Artigas" son "numerosos y de bastante ascendiente en este pueblo".
A esa comunicación contestaría Luzuriaga el 8 de enero de 1818: "Hecho cargo de cuanto Ud. me representa en papel reservado del 29 de diciembre último sobre existir en ese pueblo varios prosélitos y secuaces de don José Artigas, con quienes deben tomarse medidas vigorosas, le advierto que esté Ud. muy a la mira de sus ideas, procedimientos, conversaciones y conexiones para embarazar que miren a favor de la opinión del Jefe de los orientales. Considero que la vigilancia de Ud. bastará para precaver que cunda el germen que procura introducir en los pueblos". Como vemos, en todas las épocas hubo internas y diferencias, incluso entre los que defendían un mismo proyecto político general.
Habría que buscar en su familia la primera fuente de su formación intelectual, porque todos los Oro sostenían la misma doctrina. Por este motivo, días después, Toribio de Luzuriaga ordenaba el destierro de Santa María de Oro a Chile.
Tampoco es de extrañar que con sus antecedentes artiguistas, a lo que se suma ser "amigo de O’Higgins y de otros prominentes colaboradores sanmartinianos" (mala palabra para "Buenos Aires" y "Santiago"), la situación del fraile desterrado en Chile fuera aún más difícil "desde el 18 de enero de 1825", cuando sufre la deportación a la isla Juan Fernández "por considerárselo simpatizante de O’Higgins", siendo "acusado de influencias, actividades y relaciones bastantes a conducir a la opinión pública a desaprobar la conducta del Gobierno" del Gral. Freire.
Su cautiverio en la Isla Juan Fernández durará desde 1825 a 1828: "fecha en la que consigue libertad con la condición de abandonar Chile". De manera paradójica, aunque muy merecida, por cierto, volver a su tierra de nacimiento le significaría poder aspirar y finalmente ser consagrado Vicario Apostólico y Obispo de Cuyo en 1830.
Años antes, en oportunidad de ser presentada su candidatura en el Vaticano, el Papa León XII (antecesor de León XIII, el Papa de la Doctrina Social de la Iglesia) advertía que Fray Justo Santa María de Oro era "muy liberal". Su postura republicana sería defendida por Fray Jacinto Carrasco -uno de sus biógrafos y otro adelantado para su época-, alegando a favor del fraile sanjuanino que ello era producto del "ambiente de la época del cual no es posible prescindir".
Si en América, la idea de la independencia se propagaría por toda su extensión, no es extraño que las ideas de José Artigas -primer caudillo federal del Río de la Plata- llegaran a San Juan y Cuyo e incluso a Chile, teniendo en cuenta que los pueblos y quienes los representan genuinamente, generan y hacen uso en su momento de las ideas que le hacen falta para nacer, crecer, desarrollarse, levantarse a pesar de las caídas y finalmente trascender.