El general San Martín y la gran encrucijada
En 1828, San Martín intentó regresar a su patria, pero debió partir nuevamente al exilio. Su mirada lúcida sobre la guerra civil, los proyectos de Nación en pugna y la unidad continental revela la gran encrucijada argentina del siglo XIX.
Algo ocurrió en el año 1928, que seguramente algo tenía que ver con la lucha federal por constituir una Nación: el intento del Gral. San Martín de retornar a la Patria. Recordemos que directa o indirectamente Rivadavialo había obligado a su exilio europeo. Y, no obstante, verse frustrado su intento, alcanzaría para dejar planteada una verdadera encrucijada.
El propio general José de San Martín, que había cruzado la cordillera más alta del planeta para liberar la mitad del Continente se involucraba en la contienda como gran patriota que era. Después de intentar retornar a la Patria en 1828 sin poder lograr su objetivo, antes de embarcarse nuevamente unos meses después para su exilio definitivo y consciente de la existencia de esos dos proyectos de Nación que se excluían uno al otro (y aún se excluyen), descubriría la flagrante encrucijada al ver cómo se desenvolvía la guerra civil argentina entre las provincias y Buenos Aires.
Desde Montevideo, adonde había desembarcado, y antes de reembarcarse hacia su exilio europeo para siempre, en carta del 5 de abril de 1829 dirigida a su compañero de armas y querido amigo Bernardo O´Higgins, con un realismo político que las nuevas generaciones desconocen, el general San Martín le planteaba: "Igualmente conviene que para que el país pueda existir, es de absoluta necesidad que uno de los dos partidos desaparezca, por ser incompatible la presencia de ambos con la tranquilidad pública". Había que dirimir de una vez por todas el conflicto esencial -ser o no ser una Nación- que nos impedía realizarnos.
La misma consigna repetiría dos años después Facundo Quiroga en carta del 10 de enero de 1830 al Gral. José María Paz, con la intención de dirimir las diferencias políticas entre ellos y consolidar la paz y el progreso en nuestra Patria: "Las armas que hemos tomado en esta ocasión -le decía Facundo al Gral. Paz desde Mendoza- no serán envainadas sino cuando haya una esperanza siquiera de que no serán los pueblos nuevamente invadidos. Estamos convenidos en pelear una sola vez para no pelear toda la vida. Es indispensable ya que triunfen unos u otros, de manera que el partido feliz obligue al desgraciado a enterrar sus armas para siempre".
Claro, no se trataba en definitiva de dos partidos sino de dos proyectos de país: uno naturalmente minoritario por sus intereses concentrados que pretendía dominar al partido mayoritario, y otro mayoritario tanto por sus necesidades como por sus intereses nacionales y colectivos, que abarcaba todo el territorio argentino. Ese era el fundamento y/o razón de ser de los dos partidos enfrentados.
Como ya sabemos, un año después de volver a Europa desterrado, en carta del 4 de enero de 1830 dirigida a su amigo Vicente López y Planes, San Martín coincidía con su amigo dando fundamento a su criterio político: "Convengo con usted en que el incremento que han tomado las discordias en Buenos Aires, tiene su base en la revolución y contrarrevolución".
Y para terminar de comprender el pensamiento del Libertador de medio continente y la causa que defendía, el general exiliado le escribía el 20 de octubre de 1845 a su amigo el general Tomás Guido ante el bloqueo económico y ataque militar combinado de Francia e Inglaterra contra la Confederación Argentina en tiempos de Juan Manuel de Rosas: "Es inconcebible que las dos Naciones más grandes del universo se hayan unido para cometer la mayor y más injusta agresión que puede cometerse contra un Estado Independiente: no hay más que leer el manifiesto hecho por el enviado inglés y francés para convencer al más parcial, de la atroz injusticia con que han procedido: ¡La humanidad! …Y se atreven a invocarla los que han permitido – por espacio de cuatro años – derramar la sangre y cuando ya la guerra había cesado por falta de enemigos, se interponen no ya para evitar males, sino para prolongarlos por un tiempo indefinido: usted sabe que yo no pertenezco a ningún partido; me equivoco, yo soy de Partido Americano, así que no puedo mirar sin el mayor sentimiento los insultos que se hacen a la América…".
Un ejemplo comparativo
A propósito de revoluciones y contrarrevoluciones, de partidos y proyectos y de ataques extranjeros, donde también habían existido dos proyectos excluyentes de Nación era en Estados Unidos de Norteamérica, que resolvió ese dilema a través de la Guerra de Secesión entre 1861 y 1865, guerra civil entre el Norte industrialista, proteccionista, unionista y anti esclavista, y el Sur anti industrialista, solamente productor de materias primarias exportables, pro británico, secesionista y esclavista, que fue derrotado totalmente, permitiendo así el desarrollo industrial norteamericano y su conversión con el tiempo en una potencia mundial (luego desembozadamente imperialista). Es que no había otra forma de dirimir dicho conflicto interno que con el triunfo de los que querían el verdadero progreso de su Patria y no el atraso y/o la dependencia hacia el imperio dominante tanto en lo político como en lo económico, social, cultural y técnico.
Nos preguntamos, si Massachusetts, Connecticut, Nueva York, Pensilvania, Nueva Jersey, Virginia, Carolina del Norte y del Sur y Georgia, entre otras, emancipadas del imperio británico, se hubieran constituido en "naciones" (Estados independientes unos de otros) sin la derrota del proyecto "primario" de la oligarquía sureña, ¿se hubiere verificado el gran desarrollo norteamericano?
Ese era el proyecto americano de Simón Bolívar, José de San Martín, Bernardo O´Higgins, José Artigas, antes de que las Provincias Unidas del Río de la Plata (hoy Argentina, Bolivia y Uruguay), Paraguay, Chile, México y los Estados caribeños, del centro y sur americanos, se separaran y crearan sendas "Naciones" a instancias de sus oligarquías agroexportadoras, constituyendo los Estados Desunidos de Nuestra América, y convirtiendo a cada Estado en soledad y aislamiento (sujeto a su debilidad intrínseca) en una "Nación" inviable y "dominada". A una escala menor, dentro de la propia patria chica, el federalismo argentino del siglo XIX lucharía contra la misma inercia.
Antes de su muerte en 1830, Bolívar insistía en la idea de la unión y federación de repúblicas contra la indiferencia porteña y de las oligarquías agroexportadoras, separatistas y probritánicas: "Una federación… más estrecha que la de Estados Unidos", "la más perfecta unidad posible bajo una forma federal", porque ello era, y sigue siendo, absolutamente imprescindible "a los intereses de América", nuestra grande y común Patria y/o Nación nuestro-americana.
Si el proyecto primigenio de los padres de la Patria se ha ido diluyendo en el tiempo, aunque su propósito conserva total vigencia, es hora de asumir nuevamente, como en nuestros mejores días, junto al rescate de nuestra historia completa, la defensa del federalismo y de la independencia integral, a punto de ser condenados -como el padre de la Patria- a su destierro definitivo.