José Artigas y el Congreso Federal de 1821
Derrotado por los portugueses y traicionado por algunos de sus antiguos aliados, José Artigas encontró en las provincias mediterráneas un nuevo impulso para su proyecto federal. El Congreso de Córdoba de 1821 fue el germen de una Nación pensada desde el interior, que intentó organizarse al margen del poder central porteño.
El año XX, "por una cruel ironía de la historia" –señala Roberto Ferrero-, es al mismo tiempo el año de la derrota de José Artigas -"padre de los pobres" y "protector de los Pueblos Libres"- y el de la victoria de sus lugartenientes (López y Ramírez) y de otros caudillos provincianos, es decir del nacimiento de lo que Terzaga postula como la siguiente etapa federal, que podríamos llamar en nuestro esquema temporal el segundo federalismo argentino. La derrota y los conflictos internos estaban a la vuelta de los planes y de las buenas intenciones del "Protector de los Pueblos Libres".
No obstante, sobreponiéndose a las vicisitudes de su destino, como auténtico federal, ya derrotado por los portugueses y abandonado por alguno de sus propios aliados, Artigas "volcó sus últimos esfuerzos sobre Bustos y las provincias mediterráneas para apoyarlas en la tarea de constituir la unidad federal de la Nación, siempre resistida por Buenos Aires".
Así, Artigas –junto a Juan Bautista Bustos, primer gobernador constitucional de Córdoba- coadyuvó al nacimiento de uno de sus hijos dilectos -el federalismo mediterráneo-, sin poder disfrutar los halagos de su paternidad y de su esfuerzo.
Si López (Santa Fe) y Ramírez (Entre Ríos) triunfaban sobre el Directorio y Buenos Aires el 1° de febrero de 1820 en la Batalla de Cepeda, contrarrestando el poder omnímodo de la ciudad-puerto, asimismo, veinte días antes, Bustos (Córdoba), Paz (Córdoba) y Heredia (Tucumán) -con el apoyo de Felipe Ibarra (Santiago del Estero) desde su comandancia de frontera en el chaco santiagueño-, habían sublevado el Ejército del Norte en Arequito, Santa Fe, contra los planes de represión del Directorio a los movimientos anti porteños en las provincias.
Por eso creemos ver en la sublevación de la madrugada del 8/9 de enero de 1820 encabezada por Juan Bautista Bustos, secundado por el tucumano Heredia, con el apoyo lejano del santiagueño Ibarra el nacimiento de lo que hemos dado en llamar el Federalismo Mediterráneo. Causalmente, los tres serían luego gobernadores de sus respectivas provincias por voluntad soberana de sus pueblos. El general José María Paz, en cambio (que también participó como tercero al mando en Arequito), dado su fuerte carácter individual y sus ambigüedades políticas, será asimismo gobernador de su provincia, aunque no por voluntad de su pueblo, no integrará las filas del federalismo mediterráneo y tomará otro rumbo.
En cambio, a través de su Proclama del 3 de febrero de 1820, a poco menos de un mes de la rebelión de Arequito y dos días después de la batalla de Cepeda, el general Juan Bautista Bustos hacía saber a Estanislao López (Santa Fe), Martín Miguel de Güemes (Salta), Bernabé Araoz (Tucumán) y José Javier Díaz (Córdoba) sobre los sucesos de Arequito.
Correspondencia con Artigas
El 16 de febrero –mostrando su innata condición de liderazgo militar, político e intelectual- Bustos se comunicaba con el "Protector de los Pueblos Libres" a través de un largo oficio en el que "analiza la frustración de la alegre perspectiva de Mayo", "critica al Directorio que usaba las fuerzas destinadas a enfrentar el enemigo realista para combatir a sus mismos hermanos y arruinar las mismas Provincias", explicando a su vez la memorable jornada de Arequito. Llamaba además a la unión de todos los patriotas y le expresaba a Artigas la esperanza de que el gran caudillo federal le diera a la Proclama de Arequito la importancia que ella merecía.
En otro oficio al día siguiente, Bustos le mostraba al caudillo oriental –referente principal del federalismo argentino hasta ese preciso momento- su fidelidad de ahora al clamor popular y se justificaba de su silencio anterior a la sublevación federal de Arequito, "porque las circunstancias no me permitían otra cosa y aún no se había generalizado bastantemente la opinión pública a favor del sistema federal".
Asimismo, pasando del dicho al hecho, le explicaba a Artigas -líder máximo de los Pueblos Libres hasta entonces- sobre la convocatoria al Congreso Federal que estaba programando en Córdoba para 1821, invitando a las demás provincias "para que a la brevedad envíen sus diputados a ésta, que es la que me parece media mejor las distancias, a efectos de que cuanto antes se organice el Estado por medio de una Constitución General que conciliando los intereses de todos, fije y establezca la administración general…".
En un tercer oficio al gran federal americano, refiriéndose nuevamente al Congreso que organizaba en Córdoba, Bustos le solicita su cooperación para "su más pronta formación", asegurándole que, "con este paso acabará su V.E. de afianzar para siempre su reputación en la opinión pública y estas provincias y el mundo entero reconocerán en la persona de V.E. al Washington de ellas y de Sud América". Tal respeto y admiración suscitaba José Artigas para las provincias y los demás caudillos populares argentinos.
Sin embargo, la derrota frente a los portugueses, el enfrentamiento y derrota frente a su lugarteniente Ramírez -hecho que resultaba totalmente funcional a Buenos Aires-, e incluso la desoída advertencia del caudillo oriental respecto a no dejar a Buenos Aires las manos libres para actuar hasta no asegurar la organización nacional y la promulgación de una Constitución Federal, desarmarían a Artigas y lo acorralarían definitivamente en su exilio paraguayo.
Nueva etapa federal
De hecho, así, por necesidad histórica y sin imponerle en definitiva a Buenos Aires las condiciones de su victoria, que le impidieran a la ciudad portuaria volver sobre sus pasos (como finalmente sucedió), nacía una nueva etapa del federalismo argentino, uno de cuyos vástagos era el federalismo mediterráneo, que pronto reuniría, además de Córdoba, a las provincias de Mendoza, San Luis, San Juan, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán y Salta (Jujuy, que dependía de Salta, se erigiría en provincia autónoma a partir de 1834), con sus respectivos caudillos provinciales y/o regionales, que construirán ese gran movimiento y se irán incorporando a él a través del tiempo. La sobrevivencia del poder de Buenos Aires, obligarían en esta nueva etapa a mantenerse a la defensiva, sin poder imponerle las grandes reivindicaciones federales de ese momento.
Por su parte, si como dijimos, el federalismo de la Mesopotamia argentina había formado parte importante y necesaria del federalismo artiguista, la desaparición de escena del caudillo oriental lo puso frente a la tarea inconclusa de su antecedente federal, dando nacimiento así también al federalismo del Litoral, destacándose prontamente el liderazgo de Estanislao López y la concurrencia de las cuatro provincias litorales -Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y las Misiones- aunadas en un mismo propósito para defenderse de Buenos Aires.
Nacía así el segundo federalismo argentino diferenciado en dos alas geopolíticas internas: el federalismo mediterráneo y el federalismo del Litoral, consustanciados en el intento de dotar a la República de una verdadera Organización Nacional y una Constitución Federal, que dado el poder sobreviviente de Buenos Aires y las rencillas al interior del propio federalismo, tardaría treinta años más en concretarse.