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Claves para entender la Argentina del siglo XIX

1820: un año crucial en la historia argentina

Lejos de ser un período de anarquía, 1820 fue el nacimiento de un proyecto federal con raíces populares y territoriales. La caída del Directorio y el impulso autonomista de las provincias delinearon un modelo de país que contrastó con la visión centralista porteña.

Durante el Año 20 del siglo XIX se producen dos grandes hitos históricos que la historiografía porteño-céntrica suele pasar por alto: la sublevación militar de Arequito (Bustos, Paz, Heredia, y el apoyo de Ibarra), con explícito signo federal y anti directorial (8/9/1/1820), que desobedece las órdenes de Buenos Aires de reprimir el movimiento federal del Litoral; y la batalla de Cepeda del 1/2/1820 (López, Ramírez, Carreras), que depone al Directorio porteño y derriba la institución directorial. Dicho año resulta ser crucial para entender la historia argentina y la lucha entre federales y unitarios, o más bien dicho entre el Interior y Buenos Aires. 

Esos dos hechos producen una verdadera revolución en el vasto territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata con importantes consecuencias inmediatas, que a la Historia Oficial se le antojan años de "anarquía". 

Con fines didácticos, desde nuestro punto de vista, podemos resumirlo así:

1. Nacimiento de un nuevo movimiento federal de carácter defensivo -hasta convertirse en ofensivo con Justo José de Urquiza en 1852-, con dos fuertes alas: el ala mediterránea (encabezada precisamente por los líderes de la sublevación de Arequito) y el ala del Litoral (encabezada por los triunfadores de la batalla de Cepeda), que ocuparán el lugar que deja vacío el artiguismo (primera expresión nacional del federalismo argentino en la llamada "primera década patria").

2. Con el nuevo movimiento federal se forja la era de los caudillos federales del interior argentino o "democracia de a caballo", con participación efectiva de las masas rurales del Interior ("una lanza, un voto"), "democracia" hasta entonces concentrada en las ciudades. Entendemos con Alberdi -ya de vuelta de sus posiciones librecambistas y pro británicas-, que "los caudillos son la democracia", y que tal nombre es nuestra forma original de llamar al "jefe de las masas, elegido directamente por ellas, sin injerencia del poder oficial, en virtud de la soberanía de que la revolución ha investido al pueblo todo, culto e inculto".

3. Se produce una "eclosión de autonomismo" en todo el interior mediterráneo (Córdoba, Santiago del Estero, La Rioja, Tucumán, Salta y Cuyo), que redunda en la aprobación de Constituciones y leyes e instalación de un verdadero orden legal en las provincias adheridas, al contrario de Buenos Aires, que, aunque también se autonomiza como las demás provincias, vive una verdadera "anarquía" (tres gobernadores en un mismo día), "anarquía" que los "historiadores" de la "contrarrevolución" -con esa "manera" de interpretar la historia al revés- endilgan a las provincias. A propósito, recordemos que el término "revolución" y "contrarrevolución" fue utilizado con verdadero acierto por San Martín y Vicente López y Planes en su correspondencia de 1830 para señalar la grieta entre los sectores provincianos nacionales y los sectores extranjerizantes porteños.

4. Dueño de la situación en esta parte del país, el general Juan Bautista Bustos convoca en febrero de 1820 al Congreso Federal de Córdoba de 1821, que contará incluso con el apoyo del general San Martín y de general Martín Miguel de Güemes.

5. Buenos Aires, a pesar de haber sido derrotada militarmente (pero no del todo políticamente), comienza a conspirar contra la República Federal para imponer nuevamente sus designios, condición conspirativa que adopta gracias a la "generosidad" o ingenuidad del federalismo del Interior (cuestionada por Artigas) que, a pesar de haberlos derrotado permite subsistir política e institucionalmente a las clases y sectores anti nacionales que medran en territorio porteño-bonaerense. Dicha sobrevivencia engendrará a Mitre y el mitrismo, que sobrevive en nuestra historiografía. 

6. La conspiración de Buenos Aires, con Rivadavia a la cabeza, produce el boicot y fracaso del Congreso de Córdoba de 1821, al que hasta el general Martín Miguel de Güemes –autonomista de hecho, pero no enrolado en el federalismo hasta entonces- envía desde Salta sus representantes, convencido definitivamente del ideario federal.

7. Con las autonomías provinciales –el autogobierno-, comienzan a aparecer progresivamente en el orden del día de los asuntos nacionales a resolver por las provincias -según se va ir explicitando en el tiempo con la maduración del movimiento federal-, distintas necesidades políticas, institucionales y económicas, tal como la institucionalización del sistema federal, es decir la necesidad de organización nacional y de una Constitución Federal. 

Y con la organización institucional, administrativa y económica de la República Federal, surge la necesidad de democratización, federalización y/o nacionalización de los recursos financieros que le deparaba a Buenos Aires el Puerto Único y las exclusivas rentas que monopolizaba para su uso exclusivo y excluyente, y que desde 1810 sustraía al conjunto de las provincias argentinas, que las necesitaban para poder gobernarse, vivir y desarrollarse al nivel y la dimensión con que lo hacía la ciudad-provincia privilegiada. 

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