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Llamado

"La grandeza nace del perdón": el llamado del Papa a la unidad cristiana

El mensaje de León XVI en el Ángelus en la Plaza de San Pedro resonó en la necesidad de vivir en una constante conversión a través del perdón y la confianza

León XIV hizo un importante llamado a la comunidad católica

En el marco de la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, patronos de Roma, el Papa León XVI pronunció un mensaje que ha conmovido al mundo cristiano. Desde el balcón del Palacio Apostólico, ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Pontífice hizo un fervoroso llamado a la unidad cristiana basada en dos pilares fundamentales: el perdón y la confianza.

"La unidad de la Iglesia y entre las Iglesias se nutre del perdón y de la confianza recíproca", afirmó con firmeza, invitando a iniciar ese proceso en los propios hogares y comunidades. "Si Jesús confía en nosotros, también nosotros podemos fiarnos los unos de los otros", insistió.

Durante su homilía, León XVI trazó un paralelismo entre la Iglesia actual y los tiempos de los primeros apóstoles. Recordó que, como en el pasado, hoy también hay creyentes que enfrentan la persecución y entregan su vida por sostener los valores del Evangelio. A esos mártires de la fe los denominó parte de un "ecumenismo de la sangre", una unidad silenciosa y profunda entre todas las confesiones cristianas, más allá de las diferencias visibles.

"Quiero confirmar que mi servicio episcopal es servicio a la unidad", proclamó el Papa, reafirmando que la misión de la Iglesia de Roma, fundada sobre el testimonio de Pedro y Pablo, es la de servir al amor y la comunión entre todas las Iglesias.

León XVI también abordó una de las paradojas más potentes del cristianismo: el valor de lo rechazado. "Lo que nos parece glorioso antes fue descartado y excluido", dijo, aludiendo a Cristo como la piedra angular que los hombres desecharon. "Quien sigue a Jesús se encuentra recorriendo el camino de las bienaventuranzas, donde la pobreza, la mansedumbre y la sed de justicia son fuente de oposición, pero también de gloria".

En su mensaje, el Pontífice animó a los fieles a no ocultar las fragilidades ni los errores. Recordó que incluso Pedro y Pablo cometieron fallas humanas, pero que su grandeza se forjó en el perdón y en su constante conversión al amor de Dios. En ese sentido, señaló que la peregrinación a sus tumbas representa un símbolo vivo de esa posibilidad de redención.

Cerró su mensaje invocando a la Virgen María y a los Santos Apóstoles para que intercedan en favor de una Iglesia que, en un mundo herido, pueda ser "casa y escuela de comunión". Su mensaje no fue solo un acto litúrgico: fue un llamado profundo a reconstruir puentes desde lo más esencial del cristianismo.

En un tiempo marcado por divisiones, León XVI propuso una hoja de ruta espiritual y humana: confiar, perdonar y caminar juntos. Porque, como aseguró el Papa en su reflexión final, "la gloria de Dios brilla en sus amigos cada vez que se convierten".

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