Los orígenes del federalismo argentino
La resistencia al poder central de Buenos Aires, impulsada por Artigas y los caudillos provinciales, marcó el inicio de un federalismo que buscaba proteger los intereses del Interior frente al avasallamiento económico, político y militar del Puerto.

La aparición del artiguismo en la Provincia Oriental –provincia argentina hasta 1828-, así como en las regiones de nuestro litoral mesopotámico a poco de la revolución de mayo, da cuenta eficiente de una situación de rebeldía que eclosionó entre 1813 y 1814, dada en principio por la rivalidad entre los puertos de Buenos Aires y el de Montevideo, pero también por factores económicos específicos que hacían peligrar el sistema de vida del gauchaje y de los pastores criollos.
El anulamiento de las posibilidades fluviales de la zona litoral por obra del monopolio aduanero bonaerense; los arreglos vergonzosos y abusos de las autoridades porteñas y montevideanas, a espalda de los pueblos de ambas orillas del río Uruguay; la tolerancia porteña a la invasión lusitana a la Banda Oriental; los sacrificios impuestos a las masas rurales y provincianas por el esfuerzo de la guerra de la Independencia; y la negativa centralista a reconocer el derecho de cada provincia a elegir sus propias autoridades, fueron factores que se conjugaron para crear un generalizado malestar en esa extensa región del Plata.

"Todo confluía –dice Jorge Abelardo Ramos- para hacer del gobierno directorial de la ciudad de Buenos Aires (1814 – 1820) el poder más impopular del país". En semejante situación –apunta Roberto A. Ferrero-, "la rebelión gaucha se extendió como un incendio desde las llanuras santafesinas hasta el corazón de las antiguas misiones jesuíticas", en tanto "durante los meses finales de 1813 y los primeros de 1814 las divisiones porteñas enviados a reprimir el alzamiento", retrocedían derrotadas.
En marzo de 1814, todo el territorio mesopotámico y la campaña de la Banda Oriental reconocía la supremacía del general Artigas y se había dado sus propios gobiernos federales. Por su parte, en las duras circunstancias que generaba la lenta crisis de las economías mediterráneas, colige el historiador Ferrero, "se incubaban las condiciones para el surgimiento de los primeros caudillos" del centro, norte y oeste del país. Ello tenía a su vez una explicación histórica.

La creación del Virreinato del Río de la Plata con cabecera en Buenos Aires, había roto el equilibrio logrado por las economías del Norte y Cuyo, agravada dicha situación por el derrumbe de los antiguos circuitos comerciales del Alto Perú y del Pacífico. A esto se sumó la crisis económica y social producida por la propia guerra de la Independencia, por un lado, y la política librecambista del Puerto Único, por el otro, que terminaron de imponer y generalizar una situación angustiante en el Interior.
Reparemos en que las provincias mediterráneas carecían de puertos y sus productos artesanales o industriales eran arrasados por la competencia de los productos extranjeros más baratos, insertados en el mercado local en grandes cantidades, sin ninguna ganancia tampoco en el intercambio comercial, de la que solo se beneficiaban los exportadores e importadores porteños, socios de los industriales ingleses. Las poderosas familias de comerciantes de provincia debieron reorientar sus circuitos comerciales hacia Buenos Aires "para recoger las migajas de los importadores porteños", refiere Alfredo Terzaga.

El malestar fue adquiriendo "caracteres cada vez más acusados, cuando el Interior, después de haber perdido su salida y comunicación con el Norte, perdió también, a raíz de la ocupación portuguesa y de la guerra brasileña, su salida por la Banda Oriental y por el Puerto de Montevideo", completa el historiador y pensador nacional de Córdoba.
No hay duda de que "el federalismo provinciano –como sostiene Ferrero- nació como una reacción defensiva del interior ante el avasallamiento del centralismo portuario, que destruía sus instituciones y cegaba sus fuentes productivas", sin descontar que "Buenos Aires se opone a cualquier intento de organizar el país, si la iniciativa parte de las provincias", como advierte a su vez Denis Conles Tizado.
Para Buenos Aires, lo importante era "organizar la nación bajo su hegemonía", y si no, no organizarla y seguir dominando a las provincias por el usufructo de sus recursos y por su debilidad institucional y económica, separando o aislando a unas de otras, con la ilusión de una soberanía que no podían ejercer efectivamente mientras no se constituyeran nacionalmente y fundaran un Estado nacional y federal que las representara por igual a todas en términos políticos y económicos.
En esta nueva fase defensiva del federalismo del año 20, las provincias, como que sus hijos habían conformado los ejércitos de la Independencia y sus caudillos habían sido sus jefes militares contra godos y portugueses (Artigas, Güemes, López, Bustos, Ibarra, Heredia), aparte de las reivindicaciones concretas respectivas –autonomía, proteccionismo y luego nacionalización de la Aduana de Buenos Aires, entre otras-, estaban de consuno con la causa general de libertad, independencia y unidad americana (Bolívar, San Martín, Güemes y el mismo Artigas), contra la Ciudad-Puerto, que, además de mandar los ejércitos de la patria a reprimirlas (con la patriótica desobediencias de ellos), le negaba sus recursos tanto a las provincias como a la gesta libertadora continental, y prefería pensar solo en sus negocios con el extranjero.
La comprensión de esa doble tarea: derrotar al enemigo interno que impedía desarrollar a la Nación, y derrotar al enemigo externo que impedía nuestra independencia, fue asumida por el federalismo nacional del Interior en todos sus matices.
Al parecer esa historia no ha terminado, cuando nuevamente financistas, intermediarios, exportadores e importadores de la City –con nuevos privilegios y poderes a partir de haber sido convertida en ciudad autónoma (1994)- presiona sobre el Estado Federal para volver a hacer su voluntad a expensas de todos.

Tal vez no sea en vano insistir para el presente y futuro inmediato de nuestra Patria Grande, que los canales y corredores inter oceánicos y todos los proyectos que unen ambos océanos y de una punta a otra nuestro Continente-Nación, deban restablecer aquel equilibrio perdido en 1776, cuando se creó el virreinato platense sin tener en cuenta sus graves consecuencias para el Interior argentino y, sobre todo, para el Norte y Cuyo.