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Los caudillos y la historia negada

Una mirada histórica desde el Interior profundo

La visión hegemónica porteño-céntrica borró del relato oficial a los caudillos del Interior que lucharon por un proyecto federal. Este texto propone una relectura desde las provincias para entender de verdad quiénes somos y qué país heredamos.

Los argentinos conocemos poco de nuestra historia y en particular muy poco o nada sobre la historia del interior argentino, sus luchas y sus figuras principales durante el siglo XIX. Ello se debe en parte a la visión hegemónica, excluyente y distorsionada de una historiografía centrada en un punto de vista porteño-céntrico o bonaerense, es decir vista exclusivamente desde la ciudad-provincia en alguna de sus variantes, que ilumina, o mejor dicho, oscurece el presente. 

Entender el país que heredamos requiere de nuestra atención y reflexión para conocer "la otra historia" desde un punto de vista nacional, auténticamente federal y no solo argentino sino también latinoamericano. En ese sentido, la formación de una profunda memoria histórica que nos permita aprender de nuestro pasado, comprendernos a nosotros mismos, entender mejor así el presente y proyectar un futuro vivible y compartible para todos, nos lleva a profundizar sobre nuestra historia, vista desde el Interior y no desde Buenos Aires, y enterarnos así fehacientemente del dolor que nos costó la patria y que aún nos cuesta por no haber resuelto todavía nuestros problemas de fondo. 

No hay duda de que en la historiografía mitro-lopizta (de los historiadores Bartolomé Mitre, Vicente Fidel López y sus herederos), los caudillos provincianos no solo aparecen como figuras secundarias de nuestra historia, sino que a la vez son vilipendiados con el objeto de hacerlos abominables para nuestros propios compatriotas y comprovincianos y quitarles la importancia nacional cabal de su lucha. 

Es el caso del oriental José Gervasio Artigas -primer caudillo federal de las Provincias Unidas del Río de la Plata- y, así también el primero de los representantes federales de las actuales provincias argentinas en el siglo XIX, tanto que algunos definen el suyo como "el primer federalismo argentino" cuando todavía la Banda Oriental formaba parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata (hasta 1828/30). 

La larga lista de caudillos provinciales después del oriental José Artigas incluye al santafesino Estanislao López, al entrerriano Pancho Ramírez, al cordobés Juan Bautista Bustos, al santiagueño Felipe Ibarra, al tucumano Alejandro Heredia, a los riojanos Juan Facundo Quiroga y Ángel Vicente Peñaloza, al catamarqueño Felipe Varela y al entrerriano Ricardo López Jordán, entre otros grandes caudillos federales poco conocidos y menos reconocidos aún.  

En una segunda lista de caudillos provinciales podemos incluir, entre otros, al santiagueño Francisco Borges; a los santafesinos Antonio Candioti, Mariano Vera y Domingo Cullen; a los salteños José Ignacio Gorriti y (al coronel) José Moldes; al riojano Domingo Villafañe; a los cordobeses José Javier Díaz y Juan Pablo Bulnes, y hasta a los mismos hermanos Reynafé; a los correntinos Pedro Ferré, Manuel Leiva y Juan Bautista Méndez; a los hermanos Aldao de Mendoza; al puntano José Santos Ortiz; al propio Andresito Artigas (Andrés Guacurarí), indígena, hijo adoptivo de Artigas y caudillo y gobernador de las Misiones; y en contemporaneidad con el segundo gobierno bonaerense de Juan Manuel de Rosas, al caudillo federal sanjuanino Nazario Benavides, que amparó en San Juan al Chacho Peñaloza (a pesar de no militar en el mismo partido), para no entregarlo al poder central, que estuvo en el Acuerdo de San Nicolás junto al entrerriano Justo José de Urquiza, nuevo caudillo federal y nacional de su época. Urquiza, como Quiroga, como Heredia, como El Chacho, como Benavides, serían asesinados cuando ejercían su militancia nacional y federal. 

Dejando a un lado la visión hegemónica y excluyente de "Buenos Aires", no hay duda de que las figuras, como la lucha de esos caudillos provinciales con verdadero sentido nacional, resulta esencial para entender no solo el federalismo del siglo XIX, sino el país que los vio cabalgar y enfrentar a los enemigos internos y externos de una gran patria, frustrada, dividida, empobrecida y todavía inconclusa. En efecto, los argentinos en particular y los latinoamericanos en general, tienen una visión deformada y trágicamente insuficiente de nuestra historia y de nuestros representantes federales del primer siglo independiente. 

Esa es la razón de la equivocada interpretación de nuestra verdadera identidad y la falta de conciencia histórica y política, sustentada en la versión "porteña" de la historia, por un lado; convertida a su vez, como nos advertía Arturo Jauretche, en una "política de la historia", pergeñada y llevada a cabo por la oligarquía porteño-bonaerense (que se apropió de los recursos nacionales en toda la primera mitad del primer siglo patrio, sin compartirlos); coronada al fin en su propósito por medio de una consecuente colonización pedagógica a través de la escuela, la universidad, los libros, los medios de comunicación y todo instrumento de educación y cultura a la mano, factores todos ellos que coadyuvaron y coadyuvan a nivel espiritual, intelectual y socio-psicológico a nuestra irrealización como Nación, como sociedad y como pueblo: sin identidad, sin sentimientos nacionales arraigados… descastados y confundidos… 

Y todo seguirá siendo igual o peor, a no ser que, comprendiendo las causas u origen y la naturaleza de nuestros problemas -más allá de la grave coyuntura-, los miremos de frente y los encaremos definida y definitivamente para resolverlos en un próximo futuro, sin dejar de ser provincianos, argentinos y latinoamericanos. 

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