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A 200 años del fracaso del Congreso de Panamá

¿"Patriotismo sobre todo" o "solo habilidad y riqueza"?

La contrarrevolución, liderada por las élites porteñas y subordinada a intereses extranjeros, frustró el proyecto de unidad continental de Bolívar y San Martín. Aún hoy, sus consecuencias atraviesan la historia política y económica de Nuestra América.

Apenas habían pasado cuatro años del Congreso de Panamá de 1826 que convocara el Gral. Simón Bolívar dos días antes de la Batalla de Ayacucho (1824), y ya al norte, al sur, al este y al oeste de Nuestra América se sentía su trágico fracaso y el consecuente desgarramiento de la Patria.

Pese a los esfuerzos del Libertador Bolívar en las condiciones históricas en las que sesionó el Congreso de 1826 -bajo la presión de las potencias extranjeras de entonces y la falta de asistencia de varios Estados indo-ibero-americanos a la magna cita-, la disolución sucesiva de la Patria Grande sería un hecho. El escenario continental se reduciría a partir de entonces a las patrias chicas, salvo algunos intentos aislados, y los sectores locales dominantes acrecentarían cada cual su aparente poder y capacidad de imposición de su proyecto "independiente", alejados cada vez más entre ellos y cada vez más cerca -por asociación y subordinación- de la potencia extranjera dominante.   

En carta del 4 de enero de 1830, el poeta, escritor y más tarde gobernador de Buenos Aires en la presidencia de Justo José de Urquiza -don Vicente López y Planes-, le escribía a su amigo José Francisco de San Martín, ya para siempre en el exilio europeo obligado: "Muchas veces me he puesto a meditar en las causas del incremento y animosidad que han tomado nuestras eternas discordias, y voy a exponer a usted mi juicio, francamente y en cuatro palabras. No veo en todo este fenómeno más que revolución y contrarrevolución".

"La revolución -argumentaba el analítico y crítico escritor y poeta- consagró como principio el patriotismo, sobre todo; la contrarrevolución, sin atreverse a excluir este principio, de hecho, lo miró con mal ojo y dijo, solo habilidad y riqueza". Pero al final se impuso el principio de la habilidad y la riqueza "con algunas capacidades contrarrevolucionarias a la cabeza: léase Rivadavia, Agüero, Del Carril, Varela, Castro…".

Los "godos" "y los extranjeros sin patriotismo -argumentaba López y Planes- subieron a destinos y ejercieron comisiones lucrativas y de influencia, manejando nada menos que la bolsa del país en instituciones creadas al propósito y dando los medios de hacer fortuna o negándolos, según la adhesión u oposición a la nueva marcha. Así es como se ha dado un brillo al partido de la contrarrevolución, que se ha traído la parte más aspirante de éste y las demás provincias…".  

Si los argumentos del crítico pensador eran convincentes, la respuesta del Gral. San Martín no sería menos contundente: "Convengo con usted en que el incremento que han tomado las discordias en Buenos Aires (que no lo habían dejado desembarcar en 1828) tienen su base en la revolución y contrarrevolución". Dicho dilema justificaría el título de la obra más concienzuda del historiador y político Jorge Abelardo Ramos –"Revolución y Contrarrevolución en la Argentina"- que explica en cinco tomos, como ningún otro autor y como ningún otro libro, el drama de nuestra historia nacional extendida prácticamente hasta el presente.

En definitiva, como apunta asimismo el escritor, pensador e historiador nacional de Córdoba Alfredo Terzaga en referencia al gran Artigas, de haber triunfado la tesis de la revolución sobre la contrarrevolución (como de hecho sucedió en los países desarrollados que pudieron hacer su revolución nacional e industrial), "hubiera ahorrado al país varios años de luchas civiles", y ello "hubiera entroncado de modo natural con las empresas de San Martín y Bolívar para poner a los pueblos del Plata en el camino de esos "Estados Unidos del Sur" con que soñaron los libertadores. Pero la política de Buenos Aires enterró esa posibilidad", hasta hoy.

Los grandes exportadores e importadores de cada región de América, más ligados al comercio exterior y a su asociación con el extranjero que a los intereses de su propio país, encabezaban aquella contrarrevolución que exilió a San Martín de por vida, que hizo fracasar el Congreso de Panamá y que primarizó la economía de nuestros países en lugar de industrializarlos y desarrollarlos.

Coincidente con esos intereses y con los mismos principios de la contrarrevolución, Bartolomé Mitre -a la sazón convertido en historiador y padre de la "historia oficial"- pretendía hacer aparecer dicho fenómeno en su Historia de San Martín como "la revolución argentina americanizada". Sabemos que todavía en 1810/24 la "Argentina" como tal no existía.

En realidad, la contrarrevolución de Buenos Aires, por "razones de partido" y "principio de habilidad y riqueza" -bajo el influjo y los designios del imperio británico- consistía en cortar y esconder las raíces y la naturaleza continental de la Revolución en el Río de la Plata y toda América -plataforma de la salvación nacional americana- cuya unidad y simultaneidad de funcionamiento resulta inequívoca.

El punto de partida y basamento de la revolución de 1810 en Buenos Aires y de los pronunciamientos emancipatorios de 1815 con Artigas en Entre Ríos y de 1816 en Tucumán, eran sin duda la revolución continental. Tampoco la disgregación de Nuestra América fue un hecho consumado por "la coordinación de las leyes normales que presiden la fundación de las repúblicas sudamericanas… según ley natural", como dice también la historia escrita por Mitre. 

En verdad, aquella contrarrevolución pretendía "desintegrar" (desamericanizar) la revolución americana que, en sus banderas de independencia, igualdad y unidad continental representaba los intereses colectivos de todos los americanos.

Lo había expresado en clave poética en 1813 el mismo escritor que ahora mantenía correspondencia con el Gral. San Martín en 1830: "¿No los veis sobre México y Quito / arrojarse con saña tenaz, / y cual lloran bañados en sangre / Potosí, Cochabamba y La Paz? / No los veis devorando cual fieras /todo pueblo que logran rendir?".

Con el triunfo de la contrarrevolución en cada puerto de América (Buenos Aires, Montevideo, Valparaíso, El Callao, etc.), el plan revolucionario de los Libertadores y Unificadores quedaría pendiente hasta nuestros días.

Esta era la conclusión que había sacado en su momento el Gral. San Martín, sobre la cual vale reflexionar detenidamente: 

"Por todas partes los nuevos Estados presentan los mismos síntomas, el mismo cuadro de desórdenes y la misma inestabilidad…".

"Los nuevos Estados aislados entre sí mucho más de lo que están con la Europa, no permiten creer que la simultánea y exacta igualdad que se nota en veinte años de ininterrumpidas agitaciones sea el efecto de una impulsión moral que las arrastra…".

"He aquí la razón por la cual se halla la revolución en permanencia y sin que se halle previsión humana capaz de calcular la época de su terminación. A menos que haciendo un camino a su constitución ponga ésta en armonía con las necesidades de los pueblos". Esas palabras conservan total vigencia, más ahora que viajamos sin escala hacia el pasado colonial.    

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