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Latinoamericanismo vs. Panamericanismo

Dos sistemas distintos de historia, cultura y porvenir

Desde Bolívar y Martí hasta nuestros días, se consolidan dos visiones irreconciliables sobre el destino de América: una autónoma, integradora y mestiza; la otra, subordinada a los intereses geopolíticos de los Estados Unidos.

Según definía dicha situación un defensor de nuestra soberanía e identidad continental como José Martí (1891), "en América hay dos pueblos y no más que dos, de alma muy diversa por los orígenes, antecedentes y costumbres y solo semejantes en la identidad fundamental humana. De un lado está Nuestra América y todos sus pueblos son de una naturaleza de cuna parecida e igual mezcla imperante; de la otra parte, está la América que no es nuestra…" (la América anglosajona). Aunque no se trata solo de un problema de conciencia subjetiva sino de además de una realidad objetiva que atraviesa nuestra propia identidad.

De acuerdo a lo que nos ha tocado en suerte, "lejos de traducir una realidad étnica, la síntesis racial que configura nuestra identidad latinoamericana -decía algunos años después Manuel Ugarte-, expresa, más bien, una realidad histórico-cultural". En ese sentido, como apunta a su vez el Dr. Claudio Maiz -académico mendocino contemporáneo-, "la nación, como la raza" representan en este caso, tanto "una instancia integradora" de nuestra macro nacionalidad, como así también "las vías genuinas de la universalidad". 

Casi como una profecía, el apóstol cubano advertía antes de que concluyera el siglo XIX: "Otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales y es la hora próxima en que se le acerque demandando relaciones íntimas (¿las famosas "relaciones carnales"?), un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña". 

En efecto, "el desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese sacaría de ellas las manos". 

Tampoco podemos desconocer la geografía, de mucha cercanía en algunos casos, y una historia de relaciones y dependencia con el vecino del Norte. Martí y Cuba lo sabían, como lo sabían México, Puerto Rico, toda América Central y en general los países de América Latina y el Caribe desde el siglo XIX, y hasta el presente. 

Es por ello y por las razones apuntadas por Martí, que necesitamos saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, para unirnos y ser –como decía el Gral. San Martín también- lo que debamos ser. Porque si no, no seremos nada, nos pasarán por encima y nos quitarán lo que supimos conseguir en los últimos doscientos años de existencia histórica. "Unidos seremos inconquistables, separados indefendibles", decía el general Perón frente a los oficiales de la Escuela Superior de Guerra en 1953, al presentar su proyecto ABC de acuerdo con Brasil y Chile para constituir una unidad política y económica en esta parte de Nuestra América.

Latinoamericanismo versus panamericanismo

Ya en 1819 Simón Bolívar se planteaba en Angostura: "ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de dos Estados tan distintos como el inglés-americano y el americano-español". 

A propósito de esa diferencia, escribía el mexicano José Vasconcelos, "llamaremos bolivarismo al ideal hispanoamericano de crear una federación con todos los pueblos de cultura (indo) española. Llamaremos monroísmo al ideal anglosajón de incorporar las veinte naciones (indo) hispánicas al imperio nórdico, mediante la política del panamericanismo". 

En el fondo, como bien dirá en su momento César Zumeta -escritor, periodista, diplomático y político venezolano-, "el panamericanismo no es sino un principio de aplicación del imperialismo". Ya lo decía cien años antes su compatriota Simón Bolívar: "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad". Para los que creen que el pasado ha sido superado por la modernidad o, en su defecto, la posmodernidad, llegan malas noticias

En ese sentido, "el revés de la trama del panamericanismo (conocido también como inter americanismo) –subraya Claudio Máiz- fueron las veintinueve intervenciones armadas de los Estados Unidos en los países de la región del Caribe, tan solo entre 1898 a 1930", pasando por Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo y Haití, sin contar el despojo de la mitad del territorio de México y el rapto de Panamá a la República de Colombia, sucesos que ocurrieron entre 1840 y 1904. 

Incluso, con apoyo u omisión de Estados Unidos, después de la adopción de la doctrina Monroe –"América para los americanos"-, se produjeron intervenciones europeas en países americanos. Entre ellas, la ocupación de las Islas Malvinas por parte de Gran Bretaña en 1833, el bloqueo de barcos franceses a los puertos argentinos entre 1839 y 1840, el bloqueo anglo-francés del río de la Plata de 1845 a 1850, laocupación de la Guayana Esequiba (Venezuela) por Gran Bretaña en 1857, la invasión española a la República Dominicana entre 1861 y 1865, la intervención francesa en México entre 1862 y 1865, la ocupación inglesa de la costa de los Mosquitos (Nicaragua), como así también la actual ocupación militar de Gran Bretaña en las islas y mares del Sur argentino. 

Lo mismo ocurrió con el Tratado Interamericano de Apoyo Recíproco –TIAR- en 1982, durante la Guerra de Malvinas, desnudando una vez más los fundamentos del panamericanismo y/o del "apoyo interamericano recíproco", sin contar la intervención estadounidense en nuestra América a través de presiones diplomáticas directas, directivas o bajada de línea de organismos internacionales, su participación en los golpes de Estado (blandos o duros), incluidos en pleno siglo XXI los golpes en Honduras, Paraguay, Brasil o Bolivia, o los acuerdos económicos bilaterales o regionales tipo NAFTA o ALCA, que no han hecho otra cosa que confirmar nuestra debilidad, dependencia y subordinación. 

Si como dice Julio Ycaza Tegerino, latinoamericanismo y panamericanismo constituyen dos "sistemas distintos de aglutinación", que "obedecen a bases culturales, espirituales y políticas diametralmente opuestas", sólo uno de los dos sistemas se ajusta étnica, económica y espiritualmente a la amplia visión de nuestros pueblos. 

Uno de ellos –advierte Manuel Ugarte- "nos pondría a la zaga de un pueblo de origen y antecedentes distintos"; el otro exige una política "estrictamente celosa de la suprema integridad moral (dignidad nacional, tradición y conciencia nacional, valores y pensamientos propios), sin la cual no puede mantenerse nunca la integridad material (soberanía y bienestar)". Los argentinos y latinoamericanos deberemos elegir, pues más allá de toda coyuntura, detrás de esos dos sistemas de "aglutinación" está nuestro destino de Nación o la vuelta al estado colonial. 

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