Un viaje al "corazón de América"
Mientras se prioriza el conocimiento de Europa o Estados Unidos, se ignora la historia local y regional. Una reflexión profunda sobre la urgencia de formar generaciones conscientes de su identidad continental.

"Conócete a ti mismo" era uno de los aforismos más famosos de la antigüedad inscripto en el frontispicio de la nave anterior del templo de Delfos, atribuido sin determinación a Heráclito, Quilón de Esparta, Tales de Mileto, Sócrates, Pitágoras y/o Solón de Atenas.
Pues bien, más allá de la duda sobre el autor de la famosa y concluyente frase, dicha sentencia planteaba la necesidad del autoconocimiento para acceder a la sabiduría.
Si trasladamos esa inquietud a nuestra sociedad actual, y pasados ya más de un par de miles de años, cabe preguntarse si no sería pertinente y beneficioso para nuestros niños y jóvenes de hoy conocer a fondo su propio mundo antes de conocer otros por imposición de una variedad de medios de cultura globalizados.

En lo que atañe a nuestra propia historia y la historia latinoamericana en general, ella resulta una materia pendiente en el sistema educativo primario, secundario y superior latinoamericano, ya que sabemos más de Europa y Estados Unidos, de autores europeos y extranjeros en general, que de nuestra propia patria grande y chica, sin que ese otro conocimiento cosmopolita, presuntamente erudito, nos haya permitido solucionar alguno de nuestros problemas, más allá de cultivar una cultura ajena a nuestro propio pasado y realidades.
Resulta pertinente sino obvio –casi una verdad de Perogrullo-, que, si quieres "conocerte a ti mismo", debas primero conocer tu propia historia, entendiendo por ella, no solo la propia historia individual sino la de tu familia, antepasados y ancestros, pero también la de tus congéneres y compatriotas, es decir, en última instancia, la de tu Nación y de tu pueblo.
Es allí donde cobra una importancia universal para nosotros como sociedad, el "conócete a ti mismo", pues como decía Coroliano Alberini -considerado el primer auténtico filósofo argentino-, "pese a la unidad de lo humano, la universalidad se manifiesta en forma heterogénea, esto es, de nacionalidades". "¿Cómo hacer argentinos con instituciones calculadas para desargentinizarnos a nosotros mismos?", reflexionaría Saúl Taborda en sus "Investigaciones Pedagógicas".
Recordemos lo que el viaje de Gandhi a través de toda la India le prodigó al líder político y espiritual a nivel de conciencia política y conocimiento de la cultura de su propia patria y de su pueblo. También, la consecuencia que el "viaje" al Viejo Mundo produciría en la mente de los intelectuales latinoamericanos, exiliados y reunidos en Europa a fines del siglo XIX y principios del XX.
Tanto el argentino Manuel Ugarte, como el nicaragüense Rubén Darío, el mexicano Amado Nervo, el venezolano Rufino Blanco Fombona y el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, entre otros, conmovidos por la nostalgia de su Tierra lejana, podrían descubrir y apreciar desde Europa lo que la realidad asfixiante de las "naciones" inviables por sí solas y aisladas una de otras no les dejaba ver desde sus pequeñas patrias locales: la pertenencia común a una Misma y Grande Patria y a una misma unidad y totalidad de territorio, historia y cultura.
De esa convicción y de ese anhelo profundo resulta la experiencia que el chileno Pedro Godoy Perín –director del Centro de Estudios Chilenos (CEDECH), defensor de nuestra soberanía en Malvinas y uno de los maestros del pensamiento latinoamericano- realizara con sus compañeros de Facultad con el propósito de descubrirse a sí mismos y descubrir su propia historia, en ese particular viaje de conocimiento a través del "corazón de América Latina": Bolivia, para quien el patriota latinoamericano siempre ha propiciado con justicia una impostergable salida al mar.
Tal vez la transcripción de esta experiencia viajera, que el Prof. Godoy ha plasmado en "Chile versus Bolivia: otra mirada" (2004), nos remita a la idea de creación de la "Universidad (Latino) Americana" de Saúl Taborda en un principio, y nos dé la pauta de la "movilidad" que a nuestros estudiantes, docentes, investigadores y profesionales les hace falta para conocerse a sí mismos y conocer su historia y destino común, a la vez que acceder a la sabiduría elemental que le hace falta a cualquier persona de una sociedad que se valore y la valore, antes de emprender un viaje para el conocimiento de otros mundos y recibir el aporte de otras realidades y culturas.
Necesitamos entrever una forma de mirar esta metodología y adaptarla al ideal de una educación que nos forme e instruya en el espíritu de una nueva sociedad y de una nueva vida a partir del redescubrimiento -un nuevo y definitivo descubrimiento- de nuestra propia Patria Común: Latinoamérica.
El redescubrimiento de la propia Patria
"En 1961 –refiere el Prof. Pedro Godoy Perín-, con un equipo de cuatro condiscípulos –mochila al hombro- vivimos una experiencia alucinante…".
Se trataba de "vivenciar la Patria Grande. Para ello nada mejor que un viaje". ¿Y hacia dónde creen que se "enrumbó la gavilla moza"? "Al corazón mismo de Suramérica. En otras palabras, a Bolivia… De golpe, sin más, abrimos el baúl metálico que es Chile, asomándonos –en cuerpo y alma- a un país que es suma de todas las substancias y síntesis de todas las esencias de Iberoamérica".
Ya en territorio boliviano, el "pacto de hermandad" se sellaba en contacto con un pueblo que "nos acogía con afecto y sin rencores", a pesar de su encierro mediterráneo y la pérdida de su salida al mar, en la que Chile había tenido mucho que ver… "Apenas cruzada la frontera y ya en Oruro vivimos el carnaval, contagiados con el imponente festejo de La Diablada. Sin autorización de nadie, integramos una comparsa. Así pudimos empaparnos de la religiosidad del pueblo minero tributando nuestro homenaje a la Virgen del Socavón".

Esa experiencia les pareció tan insólita a Pedro Godoy y sus compañeros como "aquella solemne sesión del Consejo Superior de la Universidad "Gabriel René Moreno" en la cual el Rector y el cuerpo de decanos -vestidos todos de impecables tenidas blancas- nos recepcionan con toda pompa… A nosotros, un puñado de hirsutos y anticonformistas muchachos chilenos en plan de redescubrir nuestra América comenzando por Bolivia… La capital del trópico boliviano anticipa el realismo mágico".
Su regreso a La Paz desde Cochabamba se efectuó sobre la plataforma de un camión repleto de maíz: "El conductor del vehículo, un excombatiente de la guerra del Chaco (entre Paraguay y Bolivia), enjuicia esa reyerta como monumental necedad y maniobra de las petroleras. Antiparaguayismo ¡ni una molécula! El revisionismo histórico tímidamente impulsado por los catedráticos de mi Facultad… Ese revisionismo histórico en Bolivia era ¡carne y alma popular".
A la vera del camino de La Paz a Los Yungas, "encontramos, sobre un borrico, a una adolescente negroide. No tendría más de 15 años. Detenemos el jeep. En el rostro evidencia el mestizaje de África con España y el Tahuantinsuyo". De ese modo, una tras otras experiencias, "Bolivia nos conquista el corazón".

Y en la última exposición de su viaje iniciático por la propia historia, el Prof. Godoy nos depara esta "anécdota probatoria" del éxito y la riqueza de esa "movilidad" extramuros por la propia y gran Patria Común ante "alumnos todos de humilde origen", que "exhiben inteligencia social y gentileza oportuna".
"A esos niños y adolescentes, en la víspera del adiós, les solicitamos que pidan obsequios a despachar desde Santiago. Uno de ellos –en representación de todos se pone de pie, expresando: ‘Nada, sólo queremos que tengan buen viaje y nos envíen un libro de Historia de Chile’… ¡Increíble, pedirnos un texto para conocernos mejor!".
Concluyamos con las propias palabras del entrañable profesor Godoy: "La lana de la memoria ha permitido hilar la fibra del recuerdo. Del telar de la charla ha ido brotando este poncho de verídicas imágenes con personajes reales. Ellos continúan sacudiéndonos en lo profundo. Permiten que, de las entretelas del corazón, fluya robustecido el nacionalismo suramericano".
La militancia de lo propio a la que quedan comprometidos los jóvenes chilenos, "no es deleite por lo supuestamente exótico. No se trata de un interés por lo pintoresco, lo típico, lo arqueológico. Es hondo cariño por un pueblo. Más que eso, es conocimiento objetivo de la trayectoria, de la sociabilidad y de la cultura de una república. Es voluntad de integración continental".
En definitiva, se trata del redescubrimiento de nosotros mismos, de nuestra propia historia: de la Grande y Misma Patria Común, revelación, sin duda, del ideal que debe sostener la escuela y la educación argentina y latinoamericana en todos sus ciclos para conocernos a nosotros mismos y alcanzar la sabiduría que nos falta.