El surgimiento de la Universidad Americana
Cómo las órdenes religiosas, la Corona y los criollos moldearon las primeras casas de estudio en América y sentaron las bases del pensamiento emancipador.
En su "Historia de la Universidad en América Latina", Carlos Tünnermann reclama tener presente la política universitaria de las principales órdenes religiosas "para explicar la temprana proliferación de colegios y universidades" en América.
En ese sentido, Tünnermann incorpora un elemento más a la comprensión del fenómeno que analizamos y que podemos considerar un factor importante que favoreció la creación de las universidades americanas. Por caso, ese elemento o factor sumaba un nuevo peso al equilibrio de las relaciones de fuerzas existentes en Hispanoamérica.
"Para los dominicos –fundadores de la primera universidad en nuestro continente, apenas cuarenta años después de iniciada la conquista-, los Nuevos Reinos ofrecían la extraordinaria oportunidad de crear una orden temporal dentro del Imperio". Desde la célebre prédica de Antonio de Montesinos en Santo Domingo en 1511, pasando por todos los esfuerzos de Bartolomé de Las Casas –refiere Tünnermann-, "la Orden no ocultó su oposición al sistema colonial y a la clase dominante, cuyos excesos denunció". Es más, "los esfuerzos de los dominicos se encaminaron a crear "universidades misioneras", contrapuestas a las "universidades reales" y destinadas a formar, dentro de la más rigurosa escolástica, los "cuadros" para la labor misionera, fundamentalmente eclesiásticos".
A su vez, los jesuitas-Compañía de Jesús- fundaron sus colegios y universidades "como parte de una estrategia mundial de "conquista espiritual", dando lugar al surgimiento de la "universidad-reducción" o "universidad-convento", a la que nos hemos referido antes.
De hecho, la situación descripta dio pie al nacimiento de las dos clases de universidades de las que hemos hablado, con intereses contradictorios y no tan fáciles de entender, según el momento histórico que se trate, pues el hecho de que la Orden que dependía directamente del Papa hubiese fundado en Santo Domingo en 1538 la primera universidad americana sobre la base de una Bula del papa Paulo III, "puso de manifiesto –insiste Hans-Albert Steger, citado por Tûnnermann- la pretensión de establecer un orden temporal dentro del Imperio español, y significó al mismo tiempo, un rechazo de la tradición de las escuelas reales fundadas por Alfonso El Sabio, tradición seguida por la Universidad de Salamanca". No obstante, ese rechazo era una flagrante contradicción y paradoja, en la medida que Alfonso X El Sabio le había legado a Salamanca lo mejor de ella.
Pero más allá de las intenciones de unos y otros, la realidad se impondría por sus propios fueros. Tampoco se cumplirían las buenas intenciones en la fundación de las universidades de Lima y México, más del tipo de universidad real que eclesial, aun cuando los documentos de su fundación sostuvieran que, "para servir a Dios nuestro Señor y bien público de Nuestros Reynos, conviene que nuestros vasallos, súbditos y naturales tengan en ellos universidades y Estatutos generales donde sean instruidos y graduados en todas las ciencias y facultades".
Incluso, la ley XLVI ordenaba establecer cátedras de lenguas indígenas en las universidades de México y Lima y en las ciudades que tengan audiencias reales. En cambio, los hijos de españoles nacidos en América que aspiraban a las más altas posiciones de la jerarquía colonial –según refiere Steger, citado por Tünnermann- "debían estudiar en las universidades de la península, aunque existieran universidades en sus ciudades de origen".
Cabe mencionar que, de los "naturales" americanos, solo accedieron a la "Universidad Colonial" los hijos de los criollos acomodados y la aristocracia indígena o sus descendientes. Ambos casos –Moreno, Castelli, Monteagudo, Tupac Amaru II, etc.- generarían buenos motivos a los españoles para arrepentirse de semejante decisión.
En definitiva, dada la lucha de clases al interior de América, "los esfuerzos misioneros por alcanzar la utopía de una comunidad para todos fracasaron ante los imperativos de la estructura económica impuesta por la explotación colonial que exigía la división en castas de los grupos sociales y fijaba la hidalguía de los españoles como status privativo de los pobladores y sus descendientes criollos", asegura Gonzalo Aguirre Beltrán.
Esto sucedió con "la universidad colonial –coincide Tünnermann-, cuya labor efectiva no se compaginó con muchos de los propósitos enunciados en los textos legales". Como dice el autor de "Historia de la Nación Latinoamericana", llegó a ser famoso el aforismo "las órdenes del Rey se acatan y no se cumplen", y entonces "la utopía de la Corona se vio desvirtuada por los hechos" ante la acción de los particulares que contradecían las propias Leyes de Indias.
"La filosofía, al servicio de la vida"
"El ciclo de la Universidad colonial -dice Arciniegas- queda cerrado a fines del siglo XVIII y la "Universidad Americana" surge antes de que en las colonias se proclame la Independencia política".
Para Arciniegas, si el pensamiento que conducía a la "Universidad Colonial" podía sintetizarse en "la vida, al servicio de la filosofía", el pensamiento que inspiró a muchos patriotas que pasaron por la Universidad Americana fue "la filosofía, al servicio de la vida". En ese sentido -reafirma el escritor colombiano-, "el nacimiento de la "Universidad americana" tuvo una consecuencia feliz: puso a las juventudes en contacto con el pueblo".
Podemos dar crédito a esa teoría si reparamos en que la Universidad de Chuquisaca o Charcas (fundada en 1624) y "la más importante del Continente por los revolucionarios que forjó", educó, entre otros, al Dr. Mariano Moreno –secretario de la Junta Revolucionaria de Buenos Aires de 1810-; al Dr. Juan José Castelli "el Orador de Mayo"; al Dr. Bernardo de Monteagudo –funcionario de la revolución en el Río de la Plata, Chile, Perú y Quito con San Martín y Bolívar, y autor de un proyecto de unificación latinoamericana; y también a José Gabriel Condorcanqui, "Tupac Amaru II", el líder del más importante levantamiento indígena contra las autoridades españolas antes de finalizar el siglo XVIII.
Respecto a Tupac Amaru, no se sabe si no se le llama doctor por ser indígena, porque su memoria fue proscripta después de 1780 o por no llegar a completar sus estudios universitarios, si bien se lo conocería como un hombre muy culto.
Lo cierto es que los pupilos distinguidos de Chuquisaca o Charcas (actualmente Sucre, República de Bolivia) fueron conocidos como los "Doctores de Charcas", y muchos de ellos llevaron adelante movimientos revolucionarios como el ya citado, el del 25 de mayo de 1809 en el Alto Perú (tanto el de Chuquisaca como el de La Paz) y los de Quito, Buenos Aires y Tucumán.
Cabe aclarar que, como en todas las Universidades coloniales fundadas con los títulos de Universidad Mayor, Real y Pontificia por Bula Papal y Cédula Real, a cuyo cargo estaban autoridades eclesiales de las congregaciones dominicas, jesuitas, franciscanas o agustinas, las materias que se dictaban no eran otras que Teología Escolástica, Teología Moral, Filosofía, Derecho Canónico, Latín e incluso la Lengua Indígena nativa, dado su arraigo en la cultura mestiza bilingüe de la época. Y según el espíritu de mayor o menor liberalidad de sus autoridades (no todas absolutistas, retrógradas ni mucho menos necias), se estudiaban los sucesos políticos de la época.
A propósito, refiere Carlos Tünnermann sobre la Universidad de San Carlos de Guatemala, "la más criolla o americana de las universidades coloniales… de donde surgieron los próceres de la independencia centroamericana", que la Universidad Colonial "con todo y sus defectos, no dejó de ser una Universidad completa, con una concepción del mundo y un propósito muy bien definido".
Otros historiadores (Mesa y Gisbert) afirman que los forjadores del proceso revolucionario del Alto Perú y de América y "las ideas precursoras de la independencia no se formaron tan solo en la academia Carolina, sino que habían ido madurando en las aulas de San Francisco Xavier" (nombre de la Universidad de Chuquisaca); incluso que fue allí -y no en Francia, Inglaterra o Estados Unidos- donde nació la doctrina que moviera todo el proceso emancipador de América del Sur, porque allí se incubaron y generaron las ideas revolucionarias.
Podemos decir que el proceso de la Reforma Universitaria de 1918 heredó y rescató, entre otros, aquel axioma de la Universidad Americana: "la filosofía, al servicio de la vida", concepto que Taborda -uno de los ideólogos de la Reforma Universitaria de 1918- rescatará en su pedagogía del genio nativo.
De Guatemala a la universidad napoleónica
En cuanto a la transición entre esa "Universidad Americana" y la "Universidad Republicana" (de la época independiente) –según la clasificación que hace Carlos Tünnerman-, "salvo aquellas (universidades) que revitalizaron su enseñanza, a raíz de la introducción del método experimental, las demás permanecieron fieles al escolasticismo esclerosado que nada podía aportar al conocimiento".
Esa fue la razón de que "la investigación abandonare aquellas aulas, plenas de silogismos, y que buscare albergue en las nuevas academias, de donde surgirá lo que se ha dado en llamar la "ciencia americana". Como lo explica Germán Arciniegas, "los estudiantes se fugaban, armados de telescopios y se hacían sabios… Tuvimos sabios en toda América. Las gentes que venían de Europa nos encontraban poseídos de un buen deseo de saber, armados con nuestros métodos, herramientas y disciplinas… América se fue llenando de Academias, de Sociedades Literarias, de tertulias científicas. La universidad conservaba la bomballa, las chirimías, los atabales".
No obstante, "en vez de buscar la renovación de los estudios por la brecha abierta por los sabios americanos, que constituían una respuesta original y hubiese conducido al arraigo de la investigación entre nosotros –como asevera con acierto Carlos Tünnermann antes de propiciar "la internacionalización de la educación superior"-, la República, tras las pugnas entre liberales y conservadores por el dominio de la Universidad que tuvo lugar inmediatamente después de la Independencia, no encontró mejor cosa que hacer con la universidad colonial, que sustituirla por un esquema importado, el de la universidad francesa, ideado por Napoleón, tan a tono con el momento que se vivía de asombro ante todo lo que de Francia provenía".
Sin un camino propio que seguir –dice con razón Tünnerman-, "la restructuración careció así de sentido de afirmación nacional que se buscaba para las nuevas sociedades; siguió más bien el camino de alienación cultural que ha caracterizado, hasta hoy, los esfuerzos de renovación universitaria". De ese modo, si la temprana fundación de universidades en nuestro continente conllevaba la intención de un "traspaso cultural, la adopción del esquema universitario francés significó un "préstamo cultural"".
Se puede entender entonces por qué una de las principales banderas de la Reforma Universitaria de 1918 fue la autonomía cultural o soberanía intelectual, además de la unidad de América Latina.
Por eso mismo es necesario mantener vigentes ambas banderas –a través de la formación de una conciencia nacional orientada a esos fines- para hacer posible y definitiva la realización y desarrollo de América Latina y el Caribe y de una cultura que reivindique "la filosofía y la ciencia para la vida" de todo nuestro Continente-Nación y sus propios habitantes.