Víctor García, periodista de Zonda Diario, recibe una mención destacada por uno de sus cuentos
El sanjuanino fue distinguido en el concurso literario "Grandes Autores, Relatos Cortos", organizado por Banco Supervielle. Su relato, "Segunda Oportunidad", recibió una mención especial entre más de 1700 obras por su destacada calidad artística.
El periodista y escritor sanjuanino Víctor García, reconocido por su labor en el Diario Zonda, será distinguido con una mención especial en el concurso literario "Grandes Autores, Relatos Cortos", organizado por el Banco Supervielle.
La competencia, destinada a destacar la creatividad y pasión por la literatura, contó con la participación de 1715 relatos provenientes de distintos autores. Las obras fueron evaluadas por un jurado de primer nivel, presidido por Eduardo Sacheri, célebre escritor y guionista argentino. También integraron el panel Clara Salguero, periodista y conductora en A24; Alejandra Naughton, Directora de Banco Supervielle; Atilio Dell Oro Maini, Director de Grupo Supervielle; y el ganador de la edición anterior del certamen.
El relato de García, titulado "Segunda Oportunidad", fue destacado por su alta calidad artística y se ganó un lugar especial en esta edición del concurso, que busca promover y celebrar el talento literario en Argentina.
"La Segunda Oportunidad"
El reloj colgado en la pared daba las 6.15, pero en realidad era más de media noche. Solo era un aparato inservible colgado que lo único que hacía recordar es que el tiempo de cuando en cuando se detiene y cuando lo hace las consecuencias son impensadas.
Sobre la mesa, dos revólveres viejos y gastados, una tumbera y una escopeta de un caño calibre 16. También un plano arrugado y engrasado, con manchas de vaya saber qué cosa. En silencio, tal cual lo estuvieran hipnotizando cuatro hombres de mala estampa, mal vestidos y con la barba de un par de días no emitían palabras. Todos tenían una particularidad, los ojos rojos, consecuencia de las sustancias que habían inhalado.
Al lado de las armas, dos vasos y la mitad de una botella de un whisky barato. Del lado izquierdo de la mesa uno de los hombres marcaba lo que parecía un camino, por el desgastado mapa. Los otros tres seguían con atención lo que este les indicaba.
- Con este trabajo podemos conseguir una buena cantidad de pastillas. El laboratorio por estos tiempos está repleto y el stock que tienen es para hacer la fiesta universal, expresó mientras le daba una larga pitada al porro a medio fumar que tenía en sus labios.
Los otros tres no dijeron nada, y solo asistieron en silencio. A su vez una pequeña radio en un mueble viejo en un rincón del cuarto, un lacónico conductor leía el pronóstico del tiempo. En pocas palabras decía que las compuertas del cielo se iban a abrir y el pronóstico de una tormenta de grandes dimensiones convertiría a la ciudad en un infierno, pero bajo el agua.
Los hombres del cuarto casi no hablaban. Su condición era bastante caótica y el alcohol, las drogas y un naipe eran lo único que tenían. También estaba el plan, el que habían estado pergeñando desde hace más de dos meses.
Isidro, el más joven de ellos, de unos 35 años, había sido el encargado de conseguir la movilidad y las armas para escapar luego del atraco. Axel, hizo la logística en la zona y conocía a la perfección cada uno de los movimientos. Manuel, era un ex guardia del laboratorio, que fue despedido porque lo encontraron con una prostituta en la garita de entrada. Por último, estaba el Topo, un tipo al que el resto del grupo no le conocía el nombre, pero este había sido el que había traído el "trabajito" y el resto lo siguió. El grupo se prendió con la idea, no por el valor económico de lo que pudieran llevarse sino por la posibilidad de llevarse una parte del botín de pastillas que luego las utilizarían para volarse la cabeza.
Estaba amaneciendo y el frío de mayo se hacía sentir sobre la ciudad. Los cuatro hombres salieron al exterior de la habitación y el aire les pegó tan duro que se dieron cuenta que estaban vivos y no adormecidos por la muerte lenta de las drogas.
- Todo está listo y planeado a la perfección, dijo en tono cortante el Topo, el mismo tipo que dio las especificaciones de lo que sería el "trabajito", que tenían planeado. Ahora nada de pelotudeces, no se chupen y cuídense con la merca, dijo en tono paternal, mientras sacaba una cigarrera llena de porros.
Los hombres se estrecharon las manos y acordaron que el golpe lo darían el viernes en la madrugada, unos minutos antes del cambio de guardias. Todo estaba arreglado, lo único que tenían que hacer desde ahora era esperar. Era martes en la madrugada.
Manuel fue el primero en despedirse, se acomodó un camperón largo y desgastado y se fue caminando por la vereda izquierda de la calle hasta que las tinieblas de la madrugada lo hicieron desaparecer. Axel e Isidro, se subieron a una moto 110 cc y se fueron en contramano hasta llegar a la avenida. Solo el Topo regresó a la madriguera.
Tras unos 30 minutos de marcha, los dos hombres que iban en motocicleta, llegaron a una intercesión y doblaron hacia la izquierda. Así ingresaron en un oscuro y precario camino de tierra. En el fondo se veían algunas luces en los ranchos, eran de algunos trabajadores de la construcción que estaban iniciando la jornada.
Detuvieron su precaria marcha bajo un poste con una luz amarilla y tenue.
- Axel, estás seguro en meterte en esta, tengo un mal presentimiento, dijo Isidro mientras le daba una palmada en el hombro a su compañero.
- No te preocupes, pelado, esto es seguro, pasáme a buscar el viernes y nos vamos juntos al trabajo.
- Pensálo, vos todavía no estás tan sucio y si esto sale mal nos vamos a tener que quemar a balazos. Y cuando tenés un fiambre en el lomo, de eso no se vuelve, volvió a insistir Isidro.
- Desprecupáte y rezále a San La Muerte para que todo salga bien, dijo con una marcada sonrisa.
- Vamos a necesitar más que eso, dijo Isidro mientras le daba una patada a la moto para reiniciar la marcha para llegar hasta su casa.
Axel abrió la puerta de su casita prefabricada. El contacto de la llave en la puerta despertó a su pequeño perro, que a los saltos y ladridos salió a recibirlo. El hombre se agachó, lo acarició y pensó que "alguien me espera en casa".
El jueves el tiempo fue cambiando rápidamente. Nubes del sur en la mañana, llovizna en la tarde y un tupido aguacero en la noche.
- Se rompió el cielo, dijo Axel mientras miraba por la pequeña ventana que daba a la calle.
En la habitación el celular comenzó a sonar rabiosamente. Axel que se había recostado en la cama se levantó rápidamente y en la corrida al teléfono se pegó con la punta de la mesa en una pierna.
- La puta madre, como duele, la puta que lo parió, insultaba mientras desenchufaba el aparato. Hola, ¿qué pasa?
- Nada solo te llamaba para decirte que paso sobre las 4.00 de la mañana a buscarte, media hora antes, dijo detrás del teléfono Isidro.
- Está bien loco, esta noche nadie descansa, según parece, dijo mientras cortaba la comunicación y se recostaba nuevamente en la cama. Este pelotudo no me va a dejar dormir, dijo mientras se ponía una remera negra con inscripciones que decían "Dios no está, esta es mi oportunidad". Fue al armario, sacó su revólver, una manopla y un pequeño cuchillo que guardo en su bota.
Los minutos pasaron lentos y el ruido de un vehículo por la precaria calle de tierra fue lo suficiente para que Axel saliera a la puerta de su casa. De inmediato se introdujo en un viejo Senda e iniciaron la marcha junto a Isidro.
- Antes de juntarnos con los muchachos vamos a hacer algo, le dijo Isidro.
Así tomaron la autopista y luego de varias cuadras doblaron a la derecha. En el fondo de la calle se veía imponente una iglesia. Al llegar al atrio, el vehículo se frenó violentamente.
- Vení, le debemos una oración al flaco, dijo Isidro.
- Vos estás loco, pedazo de pelotudo, gruño Axel.
- Dale, entra que los santos no se van a ir si pisas una iglesia, dijo de manera cómica, mientras abría una pequeña puerta en el costado derecho de la parroquia. Entra vos primero y te sigo.
De pronto, Axel sintió un fuerte golpe en la cabeza que lo desmayó de inmediato.
- Perdonáme hermano, te dije que tengo un mal presentimiento y vos no estás tan sucio como nosotros, dijo Isidro mientras arrastraba el cuerpo de su amigo al lado de los bancos de la Iglesia.
Pasaron varios minutos y Axel comenzó a volver en sí. Entre tinieblas veía a su alrededor y no entendía nada. Al fondo el Jesús crucificado lo observaba. Se tocó la cabeza y tenía un hematoma como un huevo, sus dedos se humedecieron y el color rojo era la evidencia del culatazo que le dio Isidro.
- Que le pasó a este hijo de puta, gruñó mientras tambaleando salía de la Iglesia por la misma puerta que habían ingresado. La tormenta había pasado y el temporal se alejaba. Se sentó en las escalinatas de la Iglesia, y sintió las campanadas del reloj. Eran las 7.30. Este se fue con los otros e hicieron solos el reviente del laboratorio, pensó.
La hora convenida para el atraco había pasado y no quedaba otra que volver a su casa. Ingreso y de nuevo su perro a los ladridos le dio una sensación de paz. Fue a la heladera, tomó una cubetera de hielos, los envolvió en un trapo y se los puso en la cabeza.
Entendió la radio y de pronto la música se cortó para dar paso a las noticias. "Informamos que a las 6.45 de la mañana hubo un intenso tiroteo con la policía en el laboratorio Tatex, donde perdieron su vida tres delincuentes fuertemente armados. El hecho ocurrió a las 6.15, seguimos con más noticias".
Axel se paralizó y en su rostro una lágrima corrió rápidamente. Por la ventana ingresó un rayo de luz que iluminó el rostro del hombre.