Se trata del refugio La Casita de Tronquito que funciona en una finca alquilada, pero sus propietarios la quieren vender, por lo tanto, la familia que maneja el refugio busca ayuda para comprar el inmueble.
Por Lucas Laciar
Cecilia Montaño tiene 41 años y está a cargo del Refugio La Casita de Tronquito, en Chimbas. Ahí vive con su esposo y su pequeño hijo. Dedica gran parte de su tiempo en ayudar a los perros abandonados, especialmente a los que tienen enfermedades. Los cuida, los lleva al veterinario, los vacuna y los pone en adopción. Está abarrotada de animales y lucha todos los días contra el abandono de perros que hace la sociedad. Hace un año y medio que alquilan una finca en Chimbas para tener el refugio y ahora los dueños de la propiedad quieren venderla. Por ello, buscan ayuda para comprar el terreno donde funciona el refugio.
La semana pasada inició una campaña para recibir donaciones de dinero mediante Mercado Pago y espera poder conseguir más para comprar la finca.
“Recién me he fijado y llevamos $157.000. El tema es que tenemos que llegar a más o menos a 4 millones”, estima Montaño.
“Por suerte, esta mañana conseguimos un agrimensor que va a hacer el trabajo gratis y ahí se va a saber el precio, pero los dueños creen que sale 4 millones”, comenta a Zonda Diario la referente del refugio.

En este contexto, destaca que “tenemos todo cerrado con palets. Irnos a otro lado sería perder un año y medio de arduo trabajo para cerrar todo”. Es que la finca tiene una hectárea y media y le costó mucho a la familia poder cerrar el predio. Actualmente, en el refugio viven 81 perros y 3 gatos.
La historia de la casita de Tronquito
La familia alquiló una finca para poner un refugio.
La pandemia obligó a Cecilia a redoblar su esfuerzo por ayudar a los perros. Es que llevaba 7 años yendo a alimentar a los canes abandonados en Zonda. Pero, cuando llegaron las restricciones por el coronavirus, no podría ir.
Empezó trabajar para conseguirles hogar y de los 10 que se trajo, solo le consiguió familia a 5. Los que no fueron adoptados estaban en guarderías que ella pagaba de su bolsillo. Esto la complicó económicamente y con el apoyo de su marido decidieron alquilar una finca y poner el refugio.

“Estoy todo el día limpiando, ordenando, deparando a los perros en distintas zonas. Para solventarnos pedimos colaboración, vamos a ferias a vender productos para animales. Hace dos años que tenemos el refugio, si hemos dormido más de 4 horas seguidas es mucho. Es que ladran se pelean y cuando pasa alguien hacen ruido. Pero es un trabajo que hacemos con amor”, comentó a este medio la proteccionista.
Algunos de los productos que venden para solventar el refugio:
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